Revista Opinión

El buen maestro

Publicado el 19 junio 2023 por Manuelsegura @manuelsegura
El buen maestro

Hubo un tiempo en el que aprendíamos disfrutando y en el que un maestro nos enseñaba con un método que no funcionaba de cabeza a cabeza y sí, acaso, de corazón a corazón. Aquel joven enseñante se llamó Gregorio Martínez Carrillo, buen conocedor de las reglas, de las que con él también aprendimos entonces las excepciones. Fue un educador temprano con el que siempre lo difícil nos pareció más fácil. 

Al iniciarse la década de los setenta comenzó a impartir clases particulares en el salón de su casa familiar, con apenas media docena de alumnos, entre los que me encontraba. Gregorio acababa de terminar los estudios de Magisterio. Yo ya lo conocía porque un día lo vi con mi padre jugando como extremo izquierdo en el Cotillas F. J. Me recordaba mucho, por su físico y su hábil regate, al correoso Josu Ortuondo, extremo diestro que fue del Athletic Club. Luego, Gregorio jugó varias temporadas en el equipo de nuestro pueblo, Alguazas. 

Aquella academia improvisada pronto fue creciendo en número de alumnos. Los resultados escolares y el boca a boca hicieron lo suyo. En el bajo de la casa de sus padres, en el barrio de San Antonio, junto al río Mula, instaló unas mesas y bancos de madera en los que nos dejó bien claro, desde el primer día, que la educación no era un problema, sino una oportunidad frente a la vida; y que el conocimiento nos otorgaría la oportunidad de marcar la diferencia en el mañana. Y, ante el aluvión de matrículas, hasta tuvo que buscar a algunos jóvenes docentes para que le ayudaran en su tarea, estableciendo varios turnos para la impartición de clases.

Los sábados solía citar a los alumnos, en el incomparable marco de la era del molino, para que jugáramos al fútbol bajo su atenta supervisión. Y hasta adquirió equipaciones para los partidos que organizaba. Tiempo después, una vez ya asentado en la plaza de profesor en la enseñanza pública, en la década de los ochenta, su vocación deportiva se volcó con el balonmano femenino, convirtiéndose en entrenador federado y cosechando notables éxitos con sus diferentes equipos. 

Un día, hace cuatro o cinco años, coincidimos en una calle de nuestro pueblo. Hablamos de cómo iban nuestras vidas y, acto seguido, se le ocurrió que volviéramos a visitar la academia de mi niñez. Fui con él hasta su antigua casa, casi cinco décadas después. Abrió la puerta del local en bajo, durante tanto tiempo cerrado y lleno de polvo y telarañas. Para mi sorpresa, todo estaba tal y como lo recordaba: las mesas y los bancos, la pizarra, libros y libretas desparramados, algún lapicero… Y el croar de las ranas de fondo.

Gregorio Martínez Carrillo murió este sábado tras un tiempo con la salud sensiblemente debilitada. Tuve la oportunidad de agradecerle, en varias ocasiones, lo valiosas que siempre fueron sus enseñanzas en mis comienzos estudiantiles. Y de confesarle que le debía mucho de lo que soy. Con él aprendimos buena parte de toda una generación, entre otras cosas, que donde impera la educación, no hay distinción de clases. Y que la clave del buen maestro no se limita solo a enseñar, sino a despertar las conciencias de sus discípulos. Reitero mi pésame a su familia. Descanse en paz.

[‘La Verdad’ de Murcia 19-6-2023]


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