Altos, bajos, guapos, feos, ricos, pobres, generosos o egoístas. Todos tenemos sombra. No es nuestra pero nos acompaña. No podemos capturarla pero siempre está pegada a nosotros. Como todos, nuestro buen tipo la lleva. Lo de buen tipo también lo lleva. Pero eso se lo ha ganado él. Buen trabajo, buena vida, buena gente al lado. El mundo es un camino liso, las sonrisas no cuestan, los momentos suman, los encuentros llegan. Se sabe que todo es redondo sin necesidad de llevar un Colón en el apellido. Un buen tipo con sombra, como todos los buenos (o malos) tipos.
Pero a veces, las sombras se te meten dentro. Eso funciona también para todos. Para los malos, para los buenos. Como el anuncio de la Coca-Cola. Puede que todo vaya bien, puede que no hayas hecho nada para merecerlo. Pero ahí está, dentro. Un día estás mirando a un tío de bata blanca que mide sus palabras y te devuelve una mirada que quiere decir “lo siento”. Y ese primer “lo siento” se multiplica, como si si fueras otoño, y las hojas fueran cayendo lentamente. Sigues siendo un buen tipo, pero un buen tipo con Cáncer. Tienes la misma sombra que todos, pero una parte está por ese sitio que a partir de ese momento tiene otro significado: “dentro”. Palabras, palabras, palabras. Esperanza, sueños, tratamiento, vida, muerte, mañana, deseos, errores…. Es como si te hubieran cambiado el diccionario de repente, y todas las letras siendo las mismas fueran de otra manera. Dentro es la palabra
Pero el hecho es que que nuestro tipo sigue siendo un buen tipo. Un tipo con sombra, cierto. Pero no cambiamos tan sólo porque la luz nos de de un lado o nos ilumine desde el este. Quizás sólo cambie la manera que tiene de vernos el mundo. Y el mundo mira a nuestro buen tipo “de lao”. Buen momento para que las sombras decidan juntarse, y a esa interior se sume una que atiende al nombre de Maria de las Crisis. Y sigue siendo un buen tipo, pero no tener trabajo combina mal con según que sombras. ¿Donde cojones estará el botón de pausa de la vida? Esperanza es esa palabra que está al final de la cuerda de la que tiras. Ningún “lo siento” puede romper el silencio de la sombra. Callada avanza, callada pierde, callada sigue. Y cuesta ser buen tipo, cuesta sonreír, cuesta avanzar, cuesta esperar. Y sobre todo, cuesta el tiempo. Cada segundo es la gota de un grifo que no cierra. Cada minuto parece pasar como un coche cuando haces autostop. Las horas, los días.
Las soluciones se parecen en cierto sentido a las llaves. Si las tienes, no reparas en ellas, y todas las puertas se abren fácilmente. Pero si las pierdes nunca sabes donde las has dejado, y no hay ninguna manera de poder salir o entrar. Gritas ¡Mierda! Pero eso no abre ninguna puerta ¿verdad, buen tipo? Mientras sigues buscando esas llaves, abres una ventana. Quizás para que haya más luz, quizás para que haya más aire. Puede que para asomarte un rato, simplemente. No es lo mismo que estar en la calle, y ni siquiera es una ventana normal, el cristal es de pixels y el tirador tiene forma de teclado. Pero se ve muy lejos desde esa ventana. Se ve muy alto asomado a ella. Y la sombra sigue por ahí, pero a ratos se olvida con la cabeza fuera de esa ventana y los ojos atentos a los paseos de la gente. Y además de pasear, la gente habla, y nuestro buen tipo descubre que la ventana también es una puerta, y que otro buen tipo, y otro, y una buena tipa, y otra, y aquella, y muchos no le dicen “lo siento”, sino sólo “buen tipo”.
Es posible que no sea cuestión de la ventana, de los pixels, del teclado, de los nuevos aparatos que descubre. Es posible que sea como cambiar de ciudad, de barrio, de país. Y que todo sea nuevo y diferente a través de esa ventana, aunque la sombra, siga ahí, aunque el paro siga ahí, aunque la jodida vida siga ahí. Pero al menos es algo. Una grieta en la pared es insignificante hasta que apoyamos en ella el pie para salir del agujero. Nuestro buen tipo es un de esos buenos tipos que van de aquí para allá en algo que el que escribe llama el Patio del Pájaro Azul. La vida anda por ahí traicionando, pero a veces abre ventanas, o hace encontrar llaves.
Bah, la magia no existe, los milagros son trucos, los magos trileros, las cartas marcadas. Cierto… pero seguimos siendo críos fascinados siguiendo el movimiento de las manos del ilusionista. Una mano por aquí, una carta por allá. ¿Recuerdas el trabajo que perdiste? Voilá! Bueno, no es el mismo, cierto, pero no digas, buen tipo, que no es magia. De las llaves perdidas, a la ventana, de la ventana a la puerta, de la puerta al Patio, del Patio a la esperanza. A esa que había detrás de la cuerda. No es magia, pero se le parece mucho. 30 días para un milagro, para la escena de una película de Capra. 30 días para que la sombra haya vuelto a su sitio y el buen tipo al suyo, al de seguir viviendo, seguir andando, seguir luchando. Suena bien: Nuevo Trabajo. Suena cojonudamente bien, la verdad. Después de la sombra, después de tantos “lo siento”, de “¿Como estás”, hay una respuesta tan simple como bella: BIEN.
Nada es perfecto ni eterno. Puede que la sombra vuelva o que se termine por llevar a ese buen tipo. Puede que lo nuevo se termine por estropear o que el camino se tuerza. Pero cada paso dado, cada minuto vivido, cada sonrisa y cada beso nunca serán en vano si lo sacamos de ahí dentro. Porque dentro es la palabra. Para el cáncer o para respirar. Para comer o para odiar. Para sonreir o para amar. O para ser un buen tipo que nos enseñe a buscar unas llaves perdidas como @j4vl.
Gracias por mostrarnos que la magia existe, vecino. Y mucha suerte.
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