Se trata de un refugio antiaéreo que data de la época de la Guerra Civil. Se empezó a construir en el año 1936 y existe un documento que certifica su finalización en diciembre de 1938. Es el último rincón del Retiro que todavía no está abierto al público, pero ¡pronto lo estará!
Esto es así, ya que el refugio se incorporará a la lista de espacios que forman parte del programa Pasea Madrid -como el búnker del parque de El Capricho, el mítico mirador del monumento a Alfonso XII y el frontón Beti Jai- del que ya os hemos hablado.
Su historia
El refugio ha permanecido durante décadas como un pequeño secreto del que solo eran conocedores los jardineros del Retiro, que lo utilizaban para guardar sus utensilios, y algunos vecinos de más edad del barrio de Ibiza. En 2017 salió a la luz en los medios de comunicación al emprenderse una primera excavación para tratar de facilitar su localización y rehabilitación. Cuatro años después, el refugio está casi listo para su visita: se esta acondicionado para que pueda recorrerse, eso sí, con ciertas precauciones.
El Ayuntamiento de Madrid va a redactar un plan de evacuación y de medidas de seguridad contra incendios. En él se recogerá el aforo máximo de visitas que podrá tener este espacio e indicará la circulación de los visitantes y los instrumentos de seguridad necesarios para poder desarrollar esta actividad. Dicho informe se solicitará después de verano para que, en 2022, el refugio pueda ser incluido en el programa Pasea Madrid.
Así es el refugio por dentro
El espacio tenía un aforo aproximado de 275 personas. Los pasillos son de 1,10 a 1,15 metros de ancho y de 1,60 a 2,48 metros de alto, las galerías son rectas y cada 25 metros se quiebran en un ángulo de 90º ( dispuestas en zigzag) para evitar que las ondas expansivas llegasen a más gente.
Solo se ha habilitado uno de los tres accesos: el que se esconde tras las planchas metálicas junto a la valla del Retiro. Los otros dos se encuentran junto a la Casa del Contrabandista (hoy Florida Retiro) y bajo la avenida de Menéndez Pelayo. En total, son más de 150 metros de galerías subterráneas, escaleras, aseos y espacios para el almacenamiento. El refugio probablemente nunca se llegó a utilizar porque cuando estuvo operativo habían cesado los bombardeos sistemáticos sobre Madrid (finales de 1938).