Los detectores de metal ya existían en el Monte del Templo para judíos y no musulmanes. Esta situación sí es humillante en tanto en cuanto los musulmanes no accedían por los arcos detectores.
La Autoridad Islámica permite que en su “tercer lugar más sagrado” se refugien y escondan terroristas. Tras cometer sus actos terroristas, no fueron ni censurados.
Existen detectores de metal en el lugar sagrado judío del Kotel o Muro Occidental, para personas de cualquier creencia. Así mismo, también están instalados en otros lugares tan o más sagrados para el Islam como la Meca, o en nuestro entorno más cercano: El Vaticano.
Esos detectores son medidas preventivas adoptadas tras el cobarde asesinato de dos policías a manos de terroristas palestinos provenientes de su recinto sagrado y destinadas a evitar la introducción de armas en el Monte del Templo
Por desgracia, y a consecuencia del terrorismo islámico, los detectores de metal se han implementado en prácticamente cualquier aeropuerto, administración pública, lugar de culto o evento deportivo, y todos los ciudadanos del mundo tenemos que pasar por esos detectores sin que nadie proteste ni se sienta humillado por ello.
La historia de Israel en el siglo XX y XXI, y más concretamente la de su capital, Jerusalén, es permanentemente distorsionada por los medios de comunicación, tan afecto siempre a la maniquea y victimista narrativa árabe palestina, al punto de intercambiar los papeles de agresor al agredido y agredido. En estos días sólo asistimos a un nuevo episodio de esta farsa ya habitual, con los incidentes del Monte del Templo.
En el año 1967, tras la agresión árabe y la fulminante victoria del pequeño ejército del Estado de Israel sobre aquellos que proclamaban su simple y llano exterminio, las tropas hebreas liberaron, el lugar más sagrado del judaísmo, el epicentro del pueblo judío, el lugar donde se edificó la ciudad del Rey David, en cuya dirección rezan todos los judíos del mundo por generaciones. Jerusalén contiene la explanada del Templo de Salomón y conserva el Muro Occidental del Templo reconstruido por Herodes, con el famoso Kotel. Ese es el complejo al que algunos hoy pretenden desvincular de su identidad judía denominándolo Explanada de las Mezquitas, porque en su recinto sagrado los invasores árabes del siglo VII construyeron la mezquita de Al Aqsa y la cúpula de la Roca.
OCUPACIÓN, UNA MENTIRA Y UN PRETEXTO
Es una obviedad decir que Jerusalén, (y con ella el Monte del Templo), es una ciudad judía. No sólo por su historia. También, por su mayoría demográfica. Los judíos han mantenido una presencia continua en Jerusalén durante más de 3.000 años. A pesar de las prohibiciones que han sufrido para habitarla, o para hacerlo en condiciones hostiles, la comunidad judía ha supuesto una impronta constante en la vida de la ciudad. Desde principios del siglo XIX ha sido el grupo demográfico más amplio en Jerusalén (sólo en 1870 el número de habitantes judíos alcanzaba 11.600 del total de 22.000). En 1948, el año de la independencia de Israel, los judíos constituían 100.000 de los 165.000 Habitantes. En 2016, los judíos comprendían el 62% de la población de la ciudad, representando la comunidad musulmana el 37% y los cristianos el 1%. También es una evidencia que jamás en la historia ha sido Jerusalén capital de ningún estado árabe, y mucho menos de uno palestino, dado que este nunca ha existido.
La misma ONU, consciente de su importancia, la dejó fuera del Plan de Partición de 1947 en un Corpus Separatum posponiendo su futuro en un referéndum que se debía realizar diez años después de ponerse en marcha la resolución 181 que creaba dos estados para dos pueblos, que los judíos aceptaron y los árabes no. Dicho de otra forma, la ciudad de Jerusalem, no fue asignada a ningún estado y tenía un “status” particular y propio de forma temporal, que fue violado por la parte árabe al ser invadida y ocupada, no por Israel, sino por Jordania, en 1948, lo que impidió que se realizara el anunciado referéndum, con el esperable resultado en vista de que sus ciudadanos eran mayoritariamente hebreos.
Por todo ello: significación histórica para el pueblo judío, inexistencia de un estado palestino previo en la zona (menos aún en el Corpus Separatum de la ciudad de Jerusalén), ausencia de reclamaciones “palestinas” en ese sentido anteriores al sionismo y reconquista al ocupante jordano, es difícilmente defendible afirmar que Israel pueda “ocupar” su propia capital, que alberga su parlamento, sus ministerios, su Tribunal Supremo y la residencia de sus autoridades.
La guerra terminó en 1948 con una sorprendente victoria del Estado Judío, quedando gran parte de Jerusalén del lado israelí mientras que otra zona, los barrios orientales y el casco antiguo, que algunos denominan desde entonces Jerusalén Oriental, algo que nunca ha existido como entidad jurídica o urbanística, quedaron bajo soberanía jordana
EL APARTHEID JORDANO PALESTINO DEL WAQF: UN “STATUS” DE PERMANENTE HUMILLACIÓN PARA LOS NO MUSULMANES
Desde 1948 hasta su liberación en 1967 los judíos de los barrios orientales de Jerusalén sufrieron una autentica limpieza étnica bajo el puño jordano, y vieron como sus hogares, cementerios y sinagogas eran arrasadas y su población expulsada, hasta que las tropas de Dayan consiguieron romper el cerco de Jordania y reunificar la capital de Israel en la guerra de los Seis Días:
“A nuestros vecinos árabes extendemos, especialmente a esta hora, la mano de la paz. A los miembros de las otras religiones, los cristianos y los musulmanes, por la presente les prometo fielmente que su plena libertad y todos sus derechos religiosos serán preservados. No vinimos a Jerusalén para conquistar los lugares santos de otros”.
En un gesto de extraordinaria generosidad hacia la vencida Jordania impulsado por Dayan, el estado de Israel cedió la gestión, acceso y control de los lugares sagrados del Monte del Templo a un órgano jordano-palestino, el conocido Waqf de Jerusalem que ya gestionaba el lugar anteriormente bajo supervisión de la monarquía jordana. Israel también promulgó por aquellas fechas la Ley de los Lugares Sagrados que garantizaba la libertad de religión en todo el estado de Israel y para todos sus habitantes.
El Waqf de Jerusalén, en vez de corresponder a la generosidad israelí, dedicó desde entonces sus esfuerzos a crear un espacio de “apartheid” y discriminación en los lugares sagrados que gestiona:
- Prohibiendo la oración y el culto a los judíos y cristianos o la presencia con motivos, vestimenta, o libros religiosos, violando así los derechos de los judíos, la legalidad y la libertad religiosa en Israel. No se permite a los judíos rezar en el Monte del Templo pero si se permite ondear banderas de la organización terrorista Hamas y exaltación de la Yihad, por ejemplo.
- Restringiendo el acceso a los judíos por una sola puerta, la Puerta Mughrabi (el resto son “Muslim only”), determinados días de la semana y determinadas horas del día. Situación absolutamente discriminatoria al permitir el Waqf la entrada libre a cualquier musulmán, por cualquier puerta de acceso, en cualquier horario y lógicamente permitiendo el culto y rezo islámico en todo el lugar
- Coaccionando con la presencia de vigilantes del Waqf a los pocos judíos que visitan el lugar, siendo necesaria presencia policial para garantizar su integridad
- Negando la historia judía en el Monte del Templo.
- Negando la soberanía de Israel y del Ayuntamiento de Jerusalén.
- Destruyendo las reliquias y restos judíos en el Monte del Templo
Todo ello configura la zona como el único lugar de apartheid en todo el estado de Israel, un delirante apartheid antijudío permitido para no ofender la “sensibilidad islámica”. Este status está impuesto por un auténtico ejercito de 500 personas dedicadas a la permanente humillación de los judíos y cristianos en el Monte del Templo, reforzados por violentas organizaciones como los Mourabitoun y las Mourabitat dedicados a acosar a los no musulmanes en el recinto.
EL PRETEXTO DE LA SANTIDAD DEL LUGAR PARA LA VIOLENCIA ISLAMICA
El comportamiento del órgano jordano-palestino desde 1967 ha sido deshonesto, extendiendo falsos rumores y libelos. Los recientes acontecimientos son sólo el último episodio de esta triste historia de incitación y odio. Las habituales denuncias del Wakf sobre supuestas conspiraciones para destruir Al Aqsa y sus lugares sagrados jugaban con la ignorancia y credulidad de sus fieles. Sus motivaciones, tanto por política interna como por una agenda islamista radical, han ocasionado cruentos derramamientos de sangre (no olvidemos el prefabricado pretexto para la segunda Intifada que fue la visita de Sharon al Monte del Templo). Cada semana esos sentimientos son avivados por inflamatorios sermones en sus mezquitas que incitan a la violencia, al antisemitismo y al proselitismo terrorista, mientras se consiente de forma cínica el uso de sus instalaciones como “campo de batalla” buscando el enfrentamiento en sus instalaciones, o como almacén de armas, lo que contradice la pretendida importancia sagrada del lugar para las autoridades musulmanas.
ACONTECIMIENTOS RECIENTES
Tras una temporada de violencia constante propiciada por la Autoridad Palestina y los terroristas de Hamas y la Yihad Islámica, el 14 de julio dos policías israelíes de la minoría drusa fueron cobardemente asesinados por terroristas palestinos en uno de los accesos al Monte del Templo. Los terroristas salieron armados del “tercer lugar más sagrado del Islam” lugar al que precisamente huyeron tras perpetrar el asesinato y donde finalmente fueron abatidos. Esto demuestra la complicidad del Waqf con el terrorismo antisionista o, al menos, su tolerancia y connivencia.
A consecuencia de este criminal atentado, y la violación del carácter sagrado del recinto, Israel decretó una serie de medidas de carácter puramente preventivo como el cierre temporal del sitio (medida ya levantada), además de la instalación de cámaras y detectores de metal en todos los accesos al Monte del Templo y para todas las personas, independientemente de su religión y origen; recordemos que todos los visitantes a la explanada del Muro, lugar santo judío, pasan por detectores de metal y controles. Así mismo, los judíos y cristianos ya pasaban por detectores de metales para acceder al Monte del Templo sin que ello haya ocasionado jamás una protesta por su parte ni lo hayan considerado una humillación.
Estas medidas están sirviendo de lamentable pretexto para la injustificable protesta violenta de árabes israelíes y palestinos. Dichas protestas en Jerusalén y otros sitios del país ya se han cobrado algunas víctimas mortales. La situación alcanza su punto álgido cuando, como consecuencia de la escalada islamista, tres miembros de una familia israelí son brutalmente asesinados en su propio hogar celebrando el Shabbat a manos de un terrorista palestino en la localidad de Halamish.
CONSIDERACIONES FINALES
La previa exposición demuestra una monumental hipocresía por parte del Wakf, de las autoridades palestinas, y de aquellos que respaldan su cínico doble rasero.
Las autoridades religiosas jordano-palestinas nunca condenaron la deconsagración de su recinto sagrado por terroristas islamistas y sin embargo han usado las lógicas medidas al respecto para la incitación al odio.
Resulta obvio que es necesario un cambio radical en el acuerdo con Jordania en relación al culto en los lugares sagrados de Jerusalén para evitar la injusta y humillante situación que sufren judíos y cristianos en el Monte de Templo, garantizando la libertad de culto plasmada en la legislación israelí, al mismo tiempo que se aplican medidas lógicas de seguridad, ya en ejecución en otros lugares sagrados del Islam, para evitar el terrorismo islamista y la violencia.
Fuente: Acom