¡Anime a su selección con un burka a juego!
Ocurre algo en estos últimos tiempos en España que no veo comentar en ningún sitio. Es el hecho de que el discurso de la extrema derecha se nos ha colado en el coro mediático, aunque solo haya sido de forma pasajera -no es por esto menos preocupante-.
Me refiero al tema de las prohibiciones del burka -como se le está llamando- en los lugares públicos. Era completamente innecesario renovar la legislación sobre este tema ya que como bien sabe la mayoría de los ciudadanos no se puede entrar en un edificio público con el rostro cubierto pero aún así se ha hecho hincapié en (re)prohibir dicho atuendo y algunos similares. El hecho de que se ponga en pie una legislación específica contra una práctica de un grupo social y religioso en concreto conlleva más males de los que aparentemente parecen, aparte de ser de una inutilidad fragante.
No existe un problemática social en España con este tema y legislar de esta manera tan burda solo puede tener un objetivo: generar un conflicto. ¿Si ya existe una legislación que prohíbe ir con el rostro cubierto en los edificios públicos -y creo que por la calle también- es necesario volver a prohibirlo? ¿Qué otra intención puede tener esta acción que suscitar una atención mediática desmesurada sobre los musulmanes? Ninguna, si existe que me lo digan. Es exactamente lo que quería Josep Anglada, dirigente fascista de la agrupación Plataforma per Catalunia (PxC), que pide expresamente “la ilegalización del Islam en Cataluña en base a su incompatibilidad con la democracia, las libertades y los derechos democráticos de todos los ciudadanos”. No es conspiranoico pensarlo teniendo en cuenta que es concejal del primer pueblo que puso en cuestión el burka, arrastrando en su populismo a PSC y CIU.
Yo no estoy a favor del burka ni de la religión islámica ni ninguna otra, de hecho soy contrario a todas ellas, pero la prohibición de una religión da como resultado todo lo contrario: la reafirmación y la radicalización de las creencias, algo que conlleva la creación de guetos y el aumento de la brecha social, destruyendo la integración que muchos musulmanes y otros migrantes han conseguido en nuestra tierra.
El peor problema que acarrea todo esto es que ha conseguido calar el discurso en los grupos mayoritarios, por ejemplo Bibiana Aido gritaba a los cuatro vientos que el burka es una opresión de la mujer en un claro apoyo a la prohibición. Es evidente que el burka es un símbolo de la opresión femenina, eso solo lo negaría un imbécil, pero no por ello se debe conbatir la opresión con esta misma opresión y sino piensen en la cantidad de mujeres que, oprimidas por una brutal educación religiosa consideran el burka algo imprescindible en sus vidas. ¿Creen que prohibiéndoles su uso dejarán de considerarlo tal? ¿No creen que será todo lo contrario? Apareceremos como liberticidas y les daremos la gasolina que necesitan. La educación y la presión que ejerce toda la sociedad en su conjunto, mostrando nuestra libertades, harán más efecto que una prohibición que llega temprano y mal.