La jornada de ayer, viernes, fue muy emotiva para la Logia en la que trabajo: Culminaba un curso en el que se han cumplido diez años de existencia y en el que se ha desarrollado también un trabajo impecable. Mientras la palabra circulaba, un objeto extraño a la decoración habitual del taller aparecía cubierto por una bandera de Asturias. LLegó el momento de retirar la tela y tras ella surgió un busto de Rosario Acuña. Por el carácter identitario que el personaje histórico tiene para nuestra Logia resulta evidente que no es una figura cualquiera. Se trata de la obra un gran escultor y Hermano, Luis Gámez Lomeña, que con sus manos ha sido capaz de moldear una figura de 70 centímetros de alto y 40 kilogramos de peso, dotándola además de una mirada y un gesto en los que puede apreciarse la decisión y valor de una mujer que fue toda una referencia intelectual de la sociedad librepensante gijonesa y de su movimiento obrero. Pero no es una figura cualquiera por otra razón más. Para conocerla tenemos que remontarnos al siglo pasado.La reestructuración del Grande Oriente Español en el primer tercio del siglo XX, llevó a la creación de la que se conoció como Gran Logia Regional del Noroeste, que tuvo su sede en Gijón. Durante los años veinte, la masonería gallega, santanderina, leonesa y asturiana sumaron sus fuerzas y levantaron un edificio en el número 3 de la calle La Playa. Allí se instaló la propia Gran Logia, los talleres Jovellanos y Riego y el Capítulo Rosa Cruz Alberto de Lera. La vida de la masonería asturiana se desarrolló en buena medida en aquel edificio próximo al mar y al centro de la ciudad, cesando en el otoño de 1937.En efecto, en octubre de 1937 se vive en Asturias el desmoronamiento del Frente Norte. Las tropas franquistas han avanzado desde Galicia y León, y las brigadas navarras se acercan a la ciudad por el Este. Gijón se convierte en el "último puerto" y la evacuación es un hecho. La ciudad se prepara para la rendición: Las sábanas blancas penden de las ventanas anunciando el final de una tragedia y el comienzo de otra. Llueve el 21 de octubre. El bando rebelde entra en la ciudad y los soldados desfilan por el pavimento húmedo de la calle Jovellanos. En la ciudad no queda ya ningún testimonio del poder republicano y los partidarios de los insurgentes se concentran en la Plaza del "Parchís", brazo en alto, donde se iza la bandera roja y gualda en el balcón de la primera planta de la "casa blanca", diseñada por el arquitecto Manuel del Busto, y que había sido sede del Consejo de Asturias y León.Pocas horas después, en la mañana del día 22, militares adscritos a la jurisdicción especial del octavo Cuerpo de Ejército, se personan en la calle La Playa y penetran en la sede de la Gran Logia Regional del Noroeste. Lo que sucedió luego nos lo cuenta Yván Pozuelo Andrés su libro "La masonería en Asturias (1931/1939)". Levantan un inventario detallado, veinte folios. Encuentran objetos diversos y mobiliario que en su mayor parte acaba en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca, y que se utilizarán para recrear la logia que todavía puede visitarse en la actualidad. Pero en el inventario aparecen referencias interesantes al patrimonio artístico de los masones gijoneses: Una sorprendente litografía del papa Pío IX, un retrato de Jovellanos, fotografías de Alberto de Lera y varios bustos, algunos reseñados como de "conocidos masones", y otros claramente identificados, Víctor Hugo, Pablo Iglesias y Rosario Acuña.Los objetos incautados por las autoridades militares, en especial la documentación, protagonizaron luego un sórdido enfrentamiento entre las autoridades franquistas encargadas de la represión de la masonería. Es revelador en este punto el trabajo de la historiadora Victoria Hidalgo Nieto, "La represión masónica en Asturias". Quienes penetraron en los locales gijoneses lo hicieron siguiendo las órdenes de Ángel Colmeiro Laforet, Juez Especial nombrado por el Auditor de Guerra del Octavo Cuerpo de Ejército, con jurisdicción en Galicia y Asturias. Por otro lado quien reclamó insistentemente la documentación original intervenida y el acceso a las instalaciones de la calle La Playa, fue Marcelino Ulibarri Eguílaz, Delegado designado por la Secretaría Particular y Militar del Generalísimo para los asuntos relacionados con las "Sectas Secretas". Ulibarri accedió finalmente, casi a mediados de los años cuarenta, a la que fuera sede de la Gran Logia Regional del Noroeste. Desde el Juzgado Especial no le facilitaron la llave del edificio por lo que el alférez de la Guardia Civil interviniente se vio obligado a forzar la cerradura. Era la segunda vez que tal cosa sucedía.Hubo en Gijón un busto de Rosario Acuña probablemente encargado a algún artista local por los masones de la ciudad. El busto desapareció. Quizá se conserve en los fondos del antiguo Archivo de Salamanca. En su momento hice la correspondiente consulta y nada aparecía reseñado que permitiera ubicarlo y redescubrirlo. Cuando hace varios meses pude ver el trabajo de Luis Gámez y cómo había recuperado para la Logia Constante Alona la figura de Franklin Albricias, pensé inmediatamente en la posibilidad de hacer lo mismo con la mujer que le dio el nombre al taller en la que trabajo. Tras un año de amigable y silenciosa conspiración, gracias a Luis, a sus manos, a su dedicación y a su genialidad, el rostro enérgico y sereno de Rosario Acuña vuelve a estar en Gijón, dentro de una logia, recordándonos que sólo el trabajo honrado, el respeto a los otros y a uno mismo, y la lealtad perfecta a los ideales que decimos defender para que se extiendan por la faz de la Tierra, hacen la verdadera Masonería. La emoción vivida ayer junto a mis Hermanos y Hermanas, el nudo en la garganta, las lágrimas aflorando, son el signo evidente de que contra viento y marea seremos capaces de reponernos ante cada contratiempo, levantarnos tras cada caída y seguir caminando para compartir los mismos anhelos, nuestra amistad y nuestra alegría.
¡¡¡Viva la Logia Rosario Acuña!!!¡¡¡Viva el Gran Oriente de Francia!!!Et si omnes, ego non.