El Caballero
Blindado en pesado acero y pisar sin huella volvía aquel joven. Enmascarando lágrimas de pérdidas sufridas en aquella larga batalla que se prolongó por excusas varias. Deambulando sin rumbo fijo alejado ya del mundo. Porque así es como un hombre se le dijo debía ser.
Mirada firme y lutos por dentro. Sonrisa ancha y camisa negra bajo la armadura. Una ya magullada por el tiempo y que mantiene a salvo lo poco que de su ego queda. La batalla ha sido ardua y constante. La vida no dio tregua. Arremetido de frente, de lado y apuñalado por la espalda cruelmente.
Así de la guerra volvía nuestro ahora más arrugado protagonista. Caminaba con vaivén de arrogancia desmedida. Como lema, iba desconfiando ya del mundo. Preocupado a sabiendas de lo cruel que le resultó la vida.
Con amargura relataba al pueblo entero todo lo vivido buscando empatía, encontrando eco de compasión y falsedades. Cosa normal de quien guerra no ha librado… Clásico de aquellos que de confort planean vida.
Un aventurero sin familia o castillo. Marginado por sus miedos y limitado del dolor que haya vivido. Consumido en angustia y paranoia lo hicieron vestir armadura pesada por la vida. Una armadura donde se sentía confianzudo. Sin dote y muy herido.
La doncella por su parte aguardaba mientras suspiraba perdidas que la vida puso encima. Sin saber los misterios que esta misma le depara…
El dolor de un suspiro ahogado entre impotencia y fuerte empeño. De esos que tragan lágrimas para ofrecer fuerza a quienes dependen de uno. Ya saben, los que sonrisas dibujan en el rostro, y que por más que se intenta al llegar la noche el alma quema.
Por azares del destino la vida encanimó a aquel guerrero disfrazado a la última misión de esas vidas. Sin querer como lanza atravesaron su armadura, sin quererlo con tan solo una sonrisa.
Ni los sueños vaticinaron aquel desenlace. Aquel giro de eventos sin sentido que en algún momento tomaría forma. Pues a pesar de no saber bien el protocolo, aceptó la misión con miedo. Esos ojos peligrosos llenos de tristeza lo atrapaban en esperanza de brillo a cada día.
Nuestro escudo de desconfianza no servía. Era de locos el pensarte de autoestima, de premio o de consuelo. Pero si este era el premio que la vida otorgaba al valiente caballero, con gusto él aceptaría.
No hay presentes, no hay futuros y no hay familia. Sin pretenciones, aspiraciones o complicados planes de palabras lindas. Se prefieren hechos y convicciones, pero que no se le culpe por actos de galantería.
1.70 metros de doncella en cabellos dorados. Esmeraldas como ojos que el brillo recuperan de a pocos, con príncipe y princesa a su lado, así brilla ella por la vida. Cargando vidas, historias y pensares que su mente invaden cada cuanto.
Pero va con calma recuperando brillo. Mientras el caballero de lejos la vigila. Graba todo entre silencios y miradas. Conservando calma de ser necesario. Guardando emociones innecesarias en el inventario.
La historia no tiene más que el inicio y con fecha exacta de mutuo acuerdo por los protagonistas. Pero ya no tiene lanzas de desconfianza o escudos de mentiras.
Ahora tiene tu magia, tu ritmo y sintonía