
Quizá este sea de los primeros libros de autoayuda en formato fábula con moraleja. A través del viaje de un caballero medieval que trata de deshacerse de su armadura descubriremos la necesidad de desprendernos de nuestros miedos, de nuestras limitaciones y de nuestra falta de aceptación para encontrarnos con nosotros mismos y darnos cuenta que es necesario liberarse de las barreras que nos impiden conocernos y amarnos a nosotros mismos, para superarnos y ser capaces de amar a los demás.
Muchas veces creamos nuestra propia coraza de vanidad profesional (la brillante armadura del caballero) que nos lleva a parecer como personas de gran corazón y nobles ideales, pero que nos impide atender como merecen a la gente que tenemos fuera de la armadura profesional, y mucho más cercana: familia, amigos...
El caballero, partiendo de una sorprendente humildad -poco frecuente en este tipo de libros- acepta que vive encerrado en su propio mundo que le impide ver cómo es en realidad y por tanto cercena sus posibilidades cambiar. Y lo primero que hace es pedir ayuda. Reconocer que la necesita y buscarla. No siempre somos capaces de hacer todo solos, por nuestros propios medios ya que al fin de al cabo somos esencialmente seres sociales que vivimos inmersos en un mundo de personas, por lo que podemos encontrar a alguien que nos guíe y acompañe a lo largo del camino que nos lleva a nuestro auto descubrimiento. Debemos procurar que la persona que nos sirva de guía sea alguien con la suficiente sabiduría y madurez para que realmente nos ayude a seguir el camino correcto y no nos desvíe de nuestro objetivo primordial.
A partir de ahí y en su ruta nos llevará a pasar por el castillo de la soledad, que refleja el abandono en que muchas veces queda nuestra familia por una desmedida atención a nuestras obligaciones profesionales; por el castillo del conocimiento, en el que aprenderemos que si sólo miramos a través de las rejillas de nuestro yelmo, sólo veremos una realidad tamizada y matizada; por el castillo del silencio que nos enseñará el modo de romper con esa tendencia a llenarnos de ruido para ocultar el sonido de nuestro corazón; y por último el castillo de la voluntad y la osadía, que nos propondrá enfrentarnos a nuestros miedos con valentía en lugar de huir y hacer las cosas de una manera distinta que no nos lleve a pasarnos el resto de nuestra vida preguntándonos cómo hubieran sido las cosas si al menos hubiéramos hecho un esfuerzo.
En definitiva un canto a la esperanza, a asumir que aunque te hayas equivocado siempre hay posibilidad de reparar el daño y corregir nuestra maldad.
