Agazapada, entre la solemnidad y elegancia de la Plaza de Oriente nos encontramos con los jardines y el monumento al Cabo Noval. Como siempre, toca indagar en el porqué de esta obra, un secreto que nos lleva a conocer un episodio de película protagonizado por un asturiano.
Caminando por Madrid me he podido encontrar homenajes a varios héroes patrios, algunos más recordados y conocidos que otros. Por ejemplo se podría hablar de Eloy Gonzalo, famoso por su acción casi suicida en Cascorro, el Teniente Ruiz o el que nos ocupa hoy, el Cabo Noval. Este personaje se hizo un nombre precisamente tal día como hoy, el 28 de septiembre, de 1909. Seguro que si has paseado un poco por la capital te habrás cruzado con él, desconocedor de su emotiva historia.
Antes de entrar en materia quisiera poneros en antecedentes y proponeros un contexto espacial. Si paseáis por la Plaza de Oriente, muy cerquita de la figura ecuestre de Felipe IV, aunque mucho más discreto, entre sombras y árboles está el personaje que hoy nos ocupa. Recuerdo estar curioseando por la zona hace años cuando di con este monumento en el que, rápidamente, reconocí a un soldado en actitud de desfile. Ya sabéis que no puedo parar quieto así que pronto me puse a indagar sobre la identidad del homenajeado en esta magnífica obra de Mariano Benlliure. Al instante llegué a la conclusión de que algo muy notorio debía de haber realizado este muchacho para ocupar semejante ubicación tan fabulosa y la verdad, su historia no es para menos...
Luis Noval Ferrao nació en Oviedo el 15 de noviembre de 1887 y era un soldado de infantería destinado en el Norte de Marruecos, un lugar poco amigable en aquella época dadas las tensas relaciones del país africano y España en dicho momento. Toda su historia se empieza a tejer durante la Guerra del Rif, cuando Noval es hecho prisionero. Las tropas marroquíes decidieron dejarle con vida y utilizar al militar como cebo para que llegase al campamento español y que, una vez sus camaradas abriesen las puertas para dejarle pasar, aprovechar la apertura de las mismas para entrar por sorpresa y pillar desprevenidos a los españoles. Todo el plan iba sobre ruedas para los intereses africanos pero no contaban con un giro inesperado. Mientras la fría noche se tendía sobre el Zoco el Had de Benisicar, Noval lo tuvo claro, entregaría su vida a cambio de salvar la de sus compañeros.
Cuando entre la penumbra, la silueta de Noval se acerco a la cancela española se respiraba una calma tensa. Agazapados en sus posiciones los marroquíes esperaban su oportunidad para infligir el mayor daño posible a la guarnición nacional. Fue en ese momento cuando el ovetense exclamó las palabras que le convirtieron en un mártir: " ¡¡Disparad soldados. Aquí están los moros!!". En ese momento se desató un tempestad de disparos y se quebró el silencio que envolvía la noche. La refriega duró unas cuantas horas, hasta que los españoles pudieron repeler la emboscada. Al amanecer, los soldados españoles encontraron el cuerpo sin vida de Noval, amarrado a su fusil y con la bayoneta ensangrentada. Junto a él yacían inertes dos adversarios. El soldado contaba entonces con 21 años.
No tardó en llegar a oídos de toda España el inolvidable gesto de Noval, quien al poco fue condecorado con la máxima distinción posible para un soldado. También recibió numerosos homenajes póstumos en su Oviedo natal, donde una calle lleva su nombre, y por supuesto en la capital. Y es que en la Plaza de Oriente, posiblemente uno de los espacios más imponentes y majestuosos de la capital, donde la presencia de homenajes parece destinada solo reservada a la nobleza, este monumento nos recuerda el valor y sacrificio de un hasta entonces anónimo soldado. Un heroico momento de nuestra historia que late fuerte en el corazón de Madrid y del que hoy se cumplen 106 años.
Fotos de la entrada: ABC, Pasión por Viajar y Marié-Helene Cingal-
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