Preguntado por periodistas peruanos acerca de las uniones civiles y los matrimonios entre gays en Perú, el obispo emérito de Chimbote, monseñor Luís Bambarén, les contestó: “¿Por qué hablan de gays? Hablemos en castellano, en criollo: maricones, así se dice”.
Hoy, dicen que el obispo emérito de Chimbote… bueno, hablemos en castellano, en andaluz… el cabrón de Bambarén al parecer se ha retractado y, sin asomo alguno de arrepentimiento o petición de excusas –eso sí, el golfo de Bambarén dijo que no pretendía ofender-, el hijo de puta de Bambarén ha usado la voz “gay” para designar a sus “maricones”.
Yo no soy de insultar. Es por ello que, cuando hablo, es con propiedad. Cabrón, hijo de puta, golfo… todo en uno, Luís Bambarén.
Tiremos de diccionario y de teología y eclesiología.
Cabrón: “Se dice del hombre a quien su mujer le es infiel, en especial si lo consiente”. La iglesia se define a sí misma como esposa de Cristo, el sacerdote y el obispo son otros Cristos, alter Christus, ergo sacerdotes y obispos son esposos de la iglesia, un esposa que es permanentemente infiel. Sacerdotes y obispos son cabrones, ergo Bambarén es un cabrón. ¿Es o no es bonita la eclesiología?
Hijo de puta: dícese del descendiente de una puta. Léase el párrafo anterior y ahórresenos la repetición.
Golfo: “Toda la extensión del mar”. Es que el océano de sabiduría que es Bambarén no conoce límites.
Pero, si eres homosexual, llámale “monse”.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 29 julio a las 17:45
La verdad no se puede cambiar porque no depende de nuestros gustos ni ideologías, por eso molesta a veces porque está ahí. Si llamar a alguien hijo de Dios es algo bueno, llamar a alguien hijo de puta, es un insulto, porque a nadie le gusta ser hijo de una prostituta. Lo mismo pasa con lo de maricón. Qué bonito es despertar a la realidad y dejar de vivir en el mundo virtual.