Revista Cultura y Ocio
en 1582, Leonhardt Rauwolf, médico de Augsburgo, Alemania, publicó un relato acerca de sus viajes por Oriente Medio. «Entre otras cosas buenas, los musulmanes poseen una bebida que estiman mucho y a la que llaman chaube. Es negra como la tinta, y muy útil para el tratamiento de diversas dolencias, en particular las del estómago. La beben lo más caliente posible en tazas pequeñas de barro o de porcelana. Se llevan la taza a los labios con frecuencia, pero sólo beben sorbos muy pequeños, pasándosela a la persona que se sienta a su lado». Habrían de pasar aún cien años antes de que se abrieran cafés en Europa. Este agradable vicio se lo debemos a Franz Georg Kolschitzky.
estamos en 1683. Un ejército turco acampa ante Viena, impidiendo el paso de víveres a la ciudad. Los vieneses estaban hambrientos, y se rumoreaba que sería necesario rendirse. Entonces Kolschitzky, un polaco que había vivido entre los turcos, se ofreció a llevar un mensaje a las fuerzas aliadas atravesando las líneas turcas. El 13 de agosto Kolschitzky y un criado, disfrazados de turcos, atravesaron el campamento del ejército sitiador bajo la lluvia. El polaco iba cantando en turco para no despertar sospechas. Un noble turco que le oyó salió de su tienda para interrogarles, pero satisfecho con sus respuestas les dejó ir. Dos días más tarde llegaron ante el duque de Lorena, que les prometió acudir en ayuda de los vieneses.
Kolschitzky, atravesando de nuevo las líneas turcas, llevó la promesa del duque a los sitiados. Estos, como muestra de agradecimiento, le entregaron dos mil florines, la ciudadanía vienesa, un permiso para montar un negocio en la ciudad y una casa en la que abrió el primer café. El 12 de septiembre llegó el ejército aliado, expulsó a los turcos, levantó el sitio de la ciudad y comenzó a saquear los campamentos del enemigo. En el botín se incluían quinientos sacos llenos de una extraña semilla aromática. Los soldados iban a arrojarlos al Danubio, por no saber de qué se trataba, cuando Kolschitzky les pidió que se los dieran a él. Poco después abría el primer café de Viena.
al principio la nueva bebida generó cierta expectación, pero aquel café preparado a la turca era demasiado espeso y amargo para el gusto vienés. Entonces Kolschitzky comenzó a hacer experimentos, filtró los posos que se encontraban de ordinario en el fondo de la taza y añadió a aquel líquido clarificado un poco de leche. También encargó a un panadero que le hiciera bollos en forma de media luna para conmemorar la derrota de los turcos. Así nació el croissant y el desayuno a la europea.
ronronea: naia