Un cajón es siempre una tentación enorme. El otro día paseaba una de nosotras de la mano de su caballero andante, cuando pasó junto a una cuba con restos de todo, justo por el lado en el que su otra mano quedaba libre. Por poco tiempo. A la altura justa del brazo, y sin variar el compás del balanceo del mismo, se enganchó, como quien no quiere la cosa, este cajoncito que sobresalía tímidamente. Hasta tal punto pasó desapercibido el siseo, que, hasta un rato después no comentó el marido "-¿pero, qué llevas en la otra mano?", "- un cajón", fue la obvia respuesta...
Una buena lijada previa nos confirmó lo que ya sabíamos al ver el tinte rojo del accesorio; sería necesario darle una mano de este barniz 2 en 1 que ya os hemos enseñado en alguna ocasión. Lo compramos de casualidad en el Lidl, pero estamos encantadas con él, pues frena el posterior sangrado de la madera al pintarla.
Aún así, necesitamos cuatro manos de pintura a la tiza para dejarlo como queríamos.
Un pomo nuevo...,
..., una lijada decorativa...,
..., y un floreado papel para el fondo. En un principio, y tras colocarle dos cáncamos en la trasera, pensamos colgarlo en la pared.
Pero luego cambiamos de idea, y nos apeteció apoyado...,
..., como contenedor de plantas.
Le añadimos las flores que recogimos hace unos días en un pase de modelos de flamenca. Sí, sí, por aquí ya tenemos ese chip puesto...
Y lo colocamos en la mesita delante del sofá.
¿Os gusta la nueva función del cajoncito?
¡A nosotras, sí! Y bien contentas que estamos con él.
Ya sabéis: nunca os dejéis un cajón por el camino...
¡Feliz fin de semana!