Esta situación esperpéntica ocurre más a menudo de lo que parece. No con el autobús, creo, pero sí con la vida. Tras equivocarnos en una elección no reconocemos nuestro error y además, achacamos todos los males a los demás. ¡Y nos quedamos más anchos que largos! Necesitamos un culpable contra quien dirigir nuestros ataques, no atendemos a razones y no nos importa nada agredir o molestar a quien haga falta. Además, “si yo estoy cabreado pues que los demás lo estén también,… ¿no hablan maravillas de la empatía? Pues que aprendan. “Reconozco que no es fácil parar, analizar la situación desde fuera, pensar, recapacitar y corregir. Pero está claro que la obcecación a lo mínimo que nos puede llevar es … a que nos hagan una higa.
Higa
¿Cómo “paras” un momento de calentón? ¿Cuándo conseguiste la última vez analizar una situación como si no te afectara? ¿Qué alternativas estudiaste? ¿Cómo te sentiste tras darte cuenta de que el error era tuyo? ¿Cómo le hubieras pedido a otro que reaccionara en tu lugar?