Estamos llegando al Cáliz.
Entre pinos y jaras estamos llegando al Cáliz. Raíces y vida escondida bullen en cada susurro del suelo, en cada respiración y cada silencio, en el viento que acaricia los rostros humanos, las ramas vegetales, las plumas suaves de las aves; acebos de oculta presencia, espinos mostajos de pequeño fruto en racimo, romeros y cantuesos en ramilletes de agradable olor y visión de felicidad…
El camino más frecuentado para subir hasta esta curiosa formación de piedra caballera conocida como El Cáliz, es siguiendo el PM-R1 conocido como autovía de La Pedriza. No obstante son muchos los senderos y todos mágicos que se pueden recorrer para llegar a un mismo destino.
Cruzamos el río Manzanares sobre el tercer puente desde los aparcamientos de Canto Cochino, en algún mapa lo llaman Cola de Caballo.
Esta mañana los montañeros dejamos el coche en el tercer aparcamiento de la Pedriza y comenzamos nuestro caminar por la pista que sube hacia las zetas, paralela al río Manzanares. Al llegar al tercer puente, en los mapas lo nombra como Cola de Caballo cruzamos hacia el interior del bosque de pinos en busca del Arroyo del Risco, sin agua estos días pese a las jornadas de invierno.
Las praderas, entre pinos y helechos, son un lugar de solaz e idilio. Parece que también piensan lo mismo los jabalíes según se colige de las numerosas señales que dejan por aquí durante la noche de la que nos estamos despojando en este paseo matinal, lo mismo parecen entender las diminutas aves de suave canto que a estas primeras horas de la aurora revolotean sin ningún temor a los pocos humanos que por aquí transitamos.
En suave y permanente ascensión llegamos a la autopista de La Pedriza donde saludamos a otros montañeros que van de ruta o buscan alguna roca de las muchas que por aquí abundan para la escalada. A la altura de mil ciento sesenta metros, frente a una frondosa encina, de las pocas que aquí crecen entre la abundancia de jara y pinos, y frente a un apacible mirador de fornida roca, comienza una senda poco perceptible pero muy eficaz, pues nos llevará por la zona de loma hasta la altura del Cáliz.
Por el sendero nos encontramos con este Platillo Volante disfrazado de piedra caballera. Allá arriba ya aparece el Cáliz.
Pronto se va aclarando el sendero, siempre estrecho pero muy visible entre pinos y jaras. Delante de nosotros aparece un platillo volante camuflado en una piedra caballera; los montañeros guardamos el secreto de esta visión cierre y no desvelamos su presencia a ninguna otra persona, entre otras cosas porque aquí estamos solos desde hace un buen rato; solos con los extraterrestres camuflados en lagartijas y en cabras monteses para disimular su presencia.
Estamos cerca del Cáliz. Desde aquí contemplamos La Cuerda Larga…
Ya más arriba, la vista se posa en la Cuerda Larga, La Maliciosa, La Cuerda de los Porrones…mi vista salta de una a otra cumbre como si se tratara de la Fuga en Do Mayor de Haendel (Brandeburgo 1685 - Londres 1759) en conversación constante entre los diversos instrumentos de la orquesta que aquí en la Sierra de Madrid son las diferentes cimas.
Los dos montañeros en la peana del Cáliz.
Y así llegamos al Cáliz. Innumerables rocas de la Pedriza han ido ganando nombres diversos y curiosos con el paso del tiempo y el ingenio de los montañeros. Nuestro Cáliz de la Pedriza no tiene la diamantina presencia del cáliz de Doña Urraca pero casi se le puede otorgar la misteriosa leyenda que a través de la historia rodea al Santo Grial. En torno a él, los montañeros nos sentimos en común unión con la humanidad y con la naturaleza entera.
Desde el Cáliz existen diferentes posibilidades de regresar; además de por el mismo camino, podemos continuar por la zona Sioux, la Peña Dante hasta el Cancho de los Muertos para salir después al Collado del Cabrón y regresar por el PR-M1 hasta el aparcamiento.
Javier Agra.