Hola a todos.
Hoy le cedo la palabra a uno de los blogs colaboradores, en concreto, al que más recientemente ha tenido la amabilidad de unirse a esta página. Se trata de “los cuentos de Sidney“, un espacio en el que podréis encontrar reflexiones, relatos, reseñas y, en general, mucho amor por los libros. Os animo a pasaros por allí y conocer a su administradora
La reflexión que podéis encontrar aquí mismo, me ha recordado a un diálogo de “la librería ambulante”, una novela de Christopher Morley:
-A juzgar por su manera de hablar –dije-, usted también debe ser un buen escritor.
-Los charlatanes nunca escriben. Sólo hablan y hablan.
Pero como esta no es mi entrada, sino la de Sidney, me callo y os dejo con sus pensamientos.
Tenemos tanto para decir y tan poco tiempo , que no sabemos cómo decir lo que queremos y de la mejor forma posible.
Generalmente quien más cosas para decir tiene es el que vive callado, y no es que se calla por elección, se calla porque hay alguien más que tiene poco para decir pero que no deja de emitir sonido tras sonido con sus cuerdas vocales. En definitiva, al callado no le importa tener que escuchar , pero no significa que le importe lo que le estás diciendo.
Dicen que el que escucha es el que aprende o el que no sabe; para mí, el que escucha es el que todavía no encontró las palabras justas para expresar lo que quiere y en el menor tiempo posible, y si lo piensan por un momento puede que tenga razón.Hay tantas palabras y significados en un diccionario que saber cada una de ellas lleva tiempo, sin embargo, una palabra precisa puede contener muchas palabras y de esa forma el callado ahorra muchos segundos, que luego se transforman en minutos, horas, días y años, y finalmente cuando ya tiene todo lo que quiere decir bien conciso y apretado es el momento de gritárselo al mundo.
Cuando su boca se abre y sus cuerdas bocales comienzan a emitir sonido, su lengua y labios empiezan a modular letras, palabras y de repente todos a su lado se quedan asombrados, perplejos de lo que dice y sobre todo de su tono y lo alto que lo grita. Una vez termina, el callado se vuelve a callar y se prepara para escuchar, porque eso es lo que hace el callado. La única diferencia ahora, es que ya dijo todo lo que quería y por lo tanto tendrá que volver a reflexionar y escuchar detenidamente al que no dice nada hasta que vuelva a encontrar las palabras adecuadas.
El que siempre habla y nunca llega a decir lo que quiere decir o no tienen nada que decir pero igualmente desperdicia aire y desperdicia palabras, se quedará mudo mientras el callado habla. Y luego de escuchar atentamente por primera vez, empezará a balbucear para tratar de decir algo, pero no llegará a nada, porque no sabe o no entiende lo que el callado dijo, porque nunca usó esas palabras y por lo tanto no conoce su significado y aunque quiera decir algo el que siempre habla no podrá decir nada.
De ésta forma el callado tendrá su merecido descanso y el que siempre habla se cansará más, porque tendrá que ir a buscar un diccionario y poner su mente a trabajar.
Muchas gracias a Sidney por su colaboración.
Un saludo