OBRAS
EL CAMAROTE · 6/25/2020
El Camarote es una vivienda de bajo costo ubicada en las afueras de la ciudad de Quito. Está implantada en un sector que a mediados de los años setenta era bastante rural, rodeado de vías angostas y grandes maizales. Actualmente, el contexto de campo y paisaje rural ha cambiado radicalmente a causa del desarrollo y percepciones erróneas de modernidad. Así, el proyecto busca reconstruir la idea de una arquitectura lugareña que poco a poco se ha borrado a causa del acelerado crecimiento inmobiliario, reemplazado a su vez por una tipología habitacional intrusa y en serie, que ha exterminado el imaginario de campo.
Vista exterior. Fotografía: JAG Studio
Lo rural, impreciso y artesanal de los vestigios del sector es el gran repositorio de ideas para experimentar con una arquitectura de pequeña escala y ligada a este paisaje vulnerable. En esta geografía residual se intenta decodificar texturas y colores, así como construcciones anónimas que componen un atlas visual de singularidades. El resultado es una vivienda compacta que dialoga con la memoria y los materiales locales.
Entrada de la vivienda. Fotografía: JAG Studio
El Camarote, es el nombre que en el transcurso del proceso adquirió el proyecto, en especial por su aproximación a los habitáculos de viaje donde todo es compacto, público y fluido. La propuesta está compuesta por dos plataformas de hormigón separadas del suelo, un esqueleto ligero de madera y una piel mixta (ladrillo, madera, metal y vidrio) que sella la vivienda. Esta envolvente esconde en su interior una topografía de espacios, que diferencia las áreas públicas de las privadas. El resultado final es un objeto rústico y multifacético, con muchas sorpresas, que dialoga intensamente con el exterior mediante los vacíos, las aberturas y los flujos de movimiento.
Vista panorámica de la planta baja de la vivienda. Fotografía: JAG Studio
La relación del interior con la vegetación, y la fusión entre estructura, piel y espacio, siempre bajo la guía de la manufactura de pequeños detalles, son los principales logros del proyecto. Como consecuencia surge un gran atlas de piezas y mecanismos singulares que son parte esencial de este proyecto. Estas condiciones artesanales imprimen a la vivienda una atmósfera de calidez y domesticidad, muy propias de una casa de campo.
Vista desde la entreplanta. Fotografía: JAG Studio
El proceso de imaginar la casa fue para el arquitecto una experiencia constante de reflexión e indagación. Por una parte, entender el impacto de una tipología serial, invasiva y deshumanizada que actualmente está presente en el valle y por otra, tratar de rescatar una memoria arquitectónica silenciosa aún existente en los alrededores. Con ello, el camino de pensar, sistematizar y construir la obra fue bastante experimental e intuitivo. El resultado, como tal, es un laboratorio de preguntas y respuestas.