Publicado en HeraldPost
Decía Heráclito que la única constante en la vida es el cambio. Cada segundo que pasa no volverá jamás. Y contra eso nos revelamos. Vivimos presos de nuestras propias limitaciones. No hay dos momentos iguales. Ni dos personas. Nada permanece. La vida es tantas veces una encarnizada lucha entre realidad y deseo. El cambio genera rechazo. Y el rio que ves nunca será el mismo, por muchas fotos que le hagas y muchos megapíxeles tenga tu móvil. Más te valiera disfrutar pues ese instante que nunca volverá. El recuerdo es agridulce siempre. Mucho peor que la vida real.
Es evidente que los partidos políticos apelan en positivo o negativo al cambio, dependiendo de si están o no en el poder, y para ello no es que sean demasiado ingeniosos como ya dije en otro medio. Sin embargo, en conjunto, la escena política española no es en sí heterogénea precisamente. Consta de ligeros matices que van desde la socialdemocracia de la puntita nada más del PP o de Ciudadanos a la socialdemocracia comunista de Podemos. Todos afean esos matices con vehemencia al adversario, se distinguen gritando “y tú más” y cambian de principios según las encuestas soplen. En este sentido, todos son marxistas: si no les gustan sus principios, seguro tienen otros. Enorme como siempre Groucho.
Este teatrillo para mantener el statu quo es equiparable al viajero que se pasa el viaje tomando fotos de cada rincón, puente, cuadro o farola que encuentra en su viaje y se olvida de tomar una cerveza en esa taberna típicamente bávara o de fumarse un pipa de agua en Pierre Loti con el Cuerno de Oro a sus pies. Yo hice fotos de esto o aquello. Yo estuve allí, tengo pruebas. Pero no viví. No me imbuí. No goberné, que es para lo que estaba. La vida pasó por mi lado. Mientras, yo le daba al botón. Todo maquillaje. Todo encuestas. Todo gestos.
El éxito de Pablo Iglesias, o de cualquier populista demagogo no es otro de el de vender el mismo humo que los demás, bueno el de Pablo es más tóxico si cabe, pero haciéndolo parecer el humo del cambio. En esa lucha entre movernos y quedarnos como estamos es fundamental que el movimiento que nos prometan nos lleve a un nirvana de colores, sin dolor ni pústulas. Así el cambio se acepta mejor entre una masa crédula y mal formada. Sin embargo, aquellos que sí tienen algo de espíritu crítico detectan el engaño, y ante un cambio que no es tal, si no más de lo mismo elevado a la máxima potencia, prefieren quedarse en lo que hay. Más vale malo conocido. Ya, como ven, hasta la sabiduría popular quiere renegar de Heráclito, mamaíta, mamaíta, que me quede como estoy. El debate está en quien roba menos. Fíjense en la barbaridad.
Concluyan pues ustedes mi propio razonamiento. Si la vida es cambio y no es cambio lo que nos proponen el domingo, los cuatro que mayores posibilidades tienen, lo que nos proponen no sirve para la vida. Pase lo que pase seguiremos igual o peor, peor si acaso la irrupción del que piensa que los gastos laborales de una empresa se reducen al alquiler se consuma. Cambiará el maquillaje, sí, pero no cambiará el fondo de las cosas. Y mientras tanto su vida seguirá pasando. Y cuando de aquí a unos años se den cuenta de que ya el domingo podrían haberse adaptado a cambio – que es lo que ha llevado a la especie humana a poblar todo el planeta, por cierto, adaptarse es lo que nos hace más fuertes – provocándolo ustedes mismos, liderándolo, diciendo a los cuatro jinetes de la poca leche que ya está bien, cuando vean que las ideas que propone el Partido Libertario van triunfando y trayendo prosperidad allí donde se aplican, se preguntarán mirando a esas fotos en la tableta, por qué no entraron en aquel bar que hacía esquina en el la plaza del pueblo aquel, donde tomaron la instantánea, mira ahí se ve. Qué buena pinta tenía ¿Y qué comimos aquel día? Un sándwich carísimo en la autopista. Vaya, sí, y ya hace, uf, como dos legislaturas.
P.D.: No se preocupen, que el bar seguirá abierto por entonces, la Libertad no cierra por elecciones.
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