No paro de oir, a cuenta de todo este show mediático que nos proporcionan los medios de comunicación por las continuas y cansinas campañas electorales de cualquier parte europea y allende los mares que ya dura como un millón de años, eso de "el cambio". No hay candidato, la opción política carece de toda importancia, pero quien sea que no se presente sin el palabro como consigna básica. Pero en qué consiste o consistirá ese cambio es lo que nadie explica; y parece que tampoco nadie está muy interesado en preguntar.
Porque ¿qué cambio? ¡Si son los de siempre con idéntico equipaje pero distintos caretos! ¿Qué cambio? ¿El cambio climático?, ¿el cambio de bando?, ¿el cambio de divisas?
Si echamos un vistazo a quien más habla y enarbola las supuestas banderas de "el cambio", no hay que ser analista político para ver que el cambio es el cambio de careto, porque yo otro cambio no veo por ningún sitio. O como mucho, el "cambio" será que ahora los políticos deben ser estrellas mediáticas más que conductores y gestores de las cosas públicas; y más que de elecciones políticas parece que estemos de insospechado jurado de un premio cinematográfico y debemos valorar no nuevas ideas, que no hay ni se las espera, sino más bien quién da mejor a cámara, o quién logra mayores picos de audiencia en tal o cual programa... Y todo parece indicar que en vez de a elecciones políticas estamos votando al TP de Oro, al premio Fotogramas del año, al Oso de Berlín y al Oscar mundial.
No sé ustedes, pero yo estoy muy aburrida de todo esto. Y cuando la ciudadanía se aburre, le da por pensar maldades. Y si además de aburrirse ya se cabrea, la ciudadanía puede ser el más fiel enemigo de sí misma. Porque cuando alguien está aburrido y cabreado, se la pela todo y lo que le sale de dentro es mandar a tomar por saco a quien sea, porque ya se nota que mucho que nos están tomando el pelo con estos macro shows mediáticos que tan cachondos ponen a los periodistas y que les ayudan a hacer horas de tv y radio sin mucho esfuerzo y sí mucho regocijo personal para sus propias carreras. Y entonces a la ciudadanía, que buscando información se encuentra el Circo del Sol versión politiqueos, acrobacias y brillos sin fin pero un circo al fin y al cabo, le surge lo de "ya de perdidos al río" y putear con sus votos soberanos a esos que nos amargan la existencia. Y ver cómo se matan entre ellos. ¿Nos dan el cambiazo del circo por la política, como en tiempos de los romanos? Pues mientras no se les pase la tontería a algunos, es lo que hay. No olviden comprar palomitas o salir a dar un paseo largo, muy largo, porque como espectáculo deja bastante que desear.
No deja de ser del todo vergonzoso que la política se haya convertido en una pura telenovela y, lo que es peor, patrocinada con dinero público. Pero tampoco nada de eso es nuevo y si cada uno de estos aspirantes a la galería de premios de "político revelación del año", "mejor político de reparto" , "bocachanclas del año", "político inútil pero qué gracia tiene el jodío", "político experto en donde dije digo digo diego", "político me lo llevo calentito y encima me indigno si me pillan" y demás categorías se pagase sus cosas con sus propios ahorros o patrocinadores conocidos, tipo estrellas del deporte, pues bueno, pues vale. Pero es que ni siquiera se libran los que alardean de financiar sus carreras políticas con solo aportaciones de "anónimos" simpatizantes; pues oiga, qué bien relacionado está usted y qué bien instalados en el euro tienen que estar esos simpatizantes para poder costear una campaña electoral nacional. Porque eso cuesta muchos millones, de los cuales una gran parte está presupuestada como gasto público pagado por todos; y respecto a "generosas aportaciones de simpatizantes" pues qué quiere que le diga, que en este país, como en cualquier otro del mundo mundial, nadie da duros a pesetas y si pones dinero en algo es para que te sea devuelto y con intereses. Simpatizantes sí, tontos del culo va a ser que no.
Por otra parte ¿para qué y por qué se siguen haciendo esas macrocampañas electorales de recorrer el país como compañías de teatro itinerantes con su obra, con agravante de reparto gratuito de banderitas y banderolas, gorras y bolígrafos y regalos varios? ¿Cómo es que en el siglo de las tecnologías y la búsqueda de vida en Marte seguimos con ese modelo de campaña del siglo XIX? Pues por algo muy simple que los políticos-actores saben, y que no es otra cosa que ese gusto de las gentes por ver de cerca a quien sale y ve continuamente en la tele. Da igual que sea un político, un cantante, un concursante de Gran Hermano o un perro que toque la armónica; la curiosidad es más fuerte que cualquier otra cosa y ahí pica todo el mundo, y de ahí que el modelo de campaña electoral siga siendo el mismo de hace dos siglos. Queremos sueldos del siglo XXI pero campañas políticas del XIX. La nostalgia nos puede.
Es lo mismo que ahora se ve tanto, que es llamar a cualquier trasto viejo no por su nombre y sino por el sobrenombre de "vintage". Ahora cualquier cosa vieja es vintage y hasta se pagan fortunas por muebles rotos y apolillados que nuestros abuelos tiraron muy justamente a la basura. Es decir, lo de siempre: el cerebro humano es lo que es y no se puede luchar contra ello, y cuanto más rápido parece que se avanza y más cómoda es nuestra vida, nos entra el pánico vital y más nos empeñamos en volver a modelos ya desechados, apolillados y fracasados y, el afán de "nosotros somos más listos y ahora haremos lo mismo pero mejor " nos puede. Y si a eso le unimos la poca por no decir nula educación histórica que se recibe en los colegios (y universidades) sobre la convulsa historia de Europa y del mundo, pues ya tenemos el cóctel perfecto y de ahí que se presente n como "el cambio" cosas e ideas que son más antiguas que el asar la manteca.
Pues vale, pues bueno, pues me alegro. Bienvenidos a la "política vintage": lo mismo pero más caro.