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El caminante en la gruta del anciano

Publicado el 13 mayo 2024 por Fotograrteblog @fotograrte

El caminante en la gruta del anciano

Pensando en los bandidos, el caminante sólo oyó el quejido cuando ya estaba muy cerca. Cuando cuidadosamente se acercó, intentando no ser visto, encontró a un viejo cansado y herido en un socavón que había escarbado en el suelo un gigantesco tombyl (1). Parecía malherido, como si tuviese un hueso dañado después de una mala caída. Lo examinó y quedó complacido de que no tuviera, al menos, ninguna herida visible, aunque después aún se preocupó más porque eso no excluía que el venerable anciano tuviera alguna que no lo fuera. Sin embargo, se fijó entonces en los ojos del anciano que le miraban fijamente y se dio cuenta que le estaba sonriendo con beatitud. Aquello le sorprendió: tenía unos ojos raros, casi dorados y con una forma que le recordaba a algo pero, si se lo hubieran preguntado, no hubiera podido decir a qué.

Así que lo cogió en brazos y lo llevó a una cueva que había visto desde lejos que le parecía un buen lugar para que el anciano descansara y, si podía, hacerlo él también. Entró en la cueva y sonrió a pesar de llevar al anciano a cuestas: como a unos 5 metros de la entrada había una apertura en la piedra por la que entraba de forma directa la luz que iluminaba una lago interior de tamaño medio y le permitió ver que al otro lado había otra apertura en la piedra que parecía prometedora. Cuando alcanzó la apertura, vio que no era el primero que había tenido esa idea: dentro había una habitación espartana pero con todo lo necesario, desde una cama hasta un baúl debajo de una ventana escarbada en la piedra. Tuvo un pequeño momento de duda por si venía el dueño de aquella cueva pero lo desechó pensando en que estaba lejos de todo y que era poco probable que en pleno día alguien más fuera a meterse en la misma cueva por muy acogedora que fuera por dentro.

Tumbó al anciano en la cama, lo desnudó hasta dejarle con unas calzonas que usaba de ropa interior y descubrió algunos rasguños superficiales que antes había pasado por alto, rasguños que curó con algunas hierbas medicinales que llevaba al cinto y luego le dio un poco de comer. Entendió que necesitaba algunas hierbas más así que esperó a que el viejito se durmiese y salió de la cueva, andando por los alrededores viendo si alguna de las que había era de las que necesitaba.
Para su sorpresa, cuando regresó, no había nadie en la cama y vio las ropas raídas del anciano por el suelo y una nota manuscrita que decía “Malaban, acompáñame al Gran Salón”. Pero ¿cómo sabía cómo se llamaba si no se lo había dicho? Desde luego, no recordaba haberlo hecho.
Malaban no sabía dónde se encontraba el Gran Salón, pero a lo lejos oyó una canción suave cantada por una voz grave de barítono que parecía salir de las entrañas de la propia tierra. Avanzó al principio tambaleante por el pasillo que había a su derecha y pareció necesitar ir hacia su izquierda después pero no estaba seguro y temía perderse en la oscuridad. Se arrodilló y dejó su mente en blanco, dejando que la canción llegara hasta lo más profundo de su corazón y de su mente y entonces supo que el camino que había seguido no era el correcto. Debía volver de nuevo a la habitación y registrarla con más atención: tenía que haber otro pasillo que no había visto al entrar. 

En la habitación había una cama baja y de gran longitud aunque de anchura media. Debajo de la ventana, estaba el baúl que le había llamado tanto la atención y a su derecha una mesa que no tenía claro para qué servía porque estaba vacía. Tampoco había ningún objeto de escritura ni ningún otro objeto que diera a entender que alguien vivía allí. Parecía más bien un lugar de paso, para viajeros perdidos o heridos en la montaña. Volvió a mirar todo lo que había en la estancia y se fijó que, debajo de la mesa, el suelo parecía tener una incisión. Probó a levantarla y no pudo. Se inclinó más y debajo de la mesa, en la mitad del tablero vio una argolla: tiró de ella y entonces vio que la pared se abría y un amplio pasillo lleno de luminarias parecía conducir al sitio de donde la canción procedía, porque, después de abrirla, la canción se oía mucho más claramente. Cogió la primera antorcha que vio con la mano derecha, por si las luminarias se acababan, y comenzó a andar con la mano izquierda en el pomo de su espada.

Avanzó con cuidado por el pasillo, dudaba de si había alguna trampa a lo largo de ella, pero vio que no saltaba ningún resorte. Al final del pasillo, una gran sala muy bien iluminada para estar en el centro de una montaña, hizo que se sorprendiera.

Pero no vio al anciano, a pesar de que seguía oyéndose la misma melodía cantada con una voz grave, armoniosa y gentil. Malaban subió la vista y entonces vio al dragón grande (la verdad, es que para ser sincero, no entendía de tallas de dragones, en el Sur no los había habido nunca) que seguía cantando mientras lo miraba fijamente. Cuando vio que estaba allí, el dragón paró de cantar y lo miró fijamente: sí, ahora entendía lo que había notado, ¡¡aquellos eran ojos de reptil!! Aquello era todo increíble. Se tuvo que pellizcar para saber que era verdad, que no estaba en un sueño... o en una pesadilla... No había retirado aún la mano del pomo de la espada que llevaba en el cinto: la vida le había enseñado que no era uno lo suficientemente precavido con las personas, incluso conocidos...

- Veo la extrañeza, la desconfianza y el miedo en tu interior, Malaban. Pero desde hace tiempo, quiero conocerte. Debo presentarme: soy el Gran Dragón Elandiar, habitante de esta gruta desde hace mucho, mucho tiempo. Hay pocas personas que puedan ayudar más a los habitantes de esta tierra que tú.

El caminante seguía sin entender absolutamente nada, pero no acertaba a hablar tampoco. ¡¡Él sólo había ayudado a un anciano!! Desde luego, no era militar, aunque hubiera estado en la guerra; no era un científico, aunque sí había recibido instrucción y sabía leer, escribir y algunas cosas más; y, desde luego, no era un mago ni hechicero ni nada de eso: esos temas le daban aprensión y nunca había querido aprenderlos. Sintió un primer impulso: salir de allí corriendo. Pero luego se dijo que tenía curiosidad por saber qué quería aquel ser.

El caminante volvió a mirar al Gran Dragón que bajó la cabeza hasta su altura: aqul ser había percibido sus dudas y su malestar. Pero así, aún era más impresionante e imponente la cabeza que a mayor distancia. Y los ojos que lo miraban fijamente...

- Antes sólo queríamos conocerte- dijo Elandiar subrayando "queríamos"-. Ahora necesitamos hacerlo. La curiosidad ha dado paso a la necesidad.

- ¿Queríamos? ¿Necesitamos? Pero ¿dónde están los demás?

El Gran Dragón empezó a reírse, primero quedamente y luego a carcajadas que incluso hicieron que le saliera un poco de humo de la gran boca. Malaban no estaba seguro de si aquello le hacía reír también o si le asustaba aún más.

- Malaban, aquí sólo estoy yo pero en esta lucha no estoy solo. Las gentes del Imperio tienen que poder defenderse frente a la maldad que se acerca y comienza a invadirlo todo. Plazas importantes están cayendo en estos momentos y es necesario que las que queden aún libres puedan defenderse. Precisamente por eso empezaron los ataques con bandidos: era necesario hacer sentir a la gente que el orden normal era vulnerable y que debían desconfiar del Imperio.

-  He venido hasta aquí y he oído historias de esos bandidos pero no creo que sean tan peligrosos. Son sólo eso, bandidos.

El caminante en la gruta del anciano

El Gran Dragón volvió a elevar de nuevo la cabeza y le dijo:

- ¿Eso es todo lo que habéis oído en vuestro viaje hasta aquí?

Malaban miró al suelo, intentando recordar. Luego volvió a mirar hacia el Gran Dragón:

- La verdad es que se sabe poco. Los pregoneros siguen anunciando los nuevos nombramientos o las modificaciones en las leyes del pueblo, pero no he oído a nadie hablar sobre los bandidos, ni siquiera el día que habían detenido a tres hombres (un alto y enjuto, otro bajo y rollizo y otro de estatura media y con ojos saltones) hablaron de cuáles eran los delitos por los que se les colgaba. Sólo dijeron que eran bandidos. No entiendo: ¿queréis luchar contra los bandidos? Porque no son los únicos grupos que aterrorizan el Sur de donde vengo: están los Sirvientes de la Bruma, un grupo nuevo que causa pavor pero que aún no se sabe qué quieren o quiénes son que atacan pueblos al amanecer cuando hay niebla o bruma. Y Los Cabezas Aladas que disparan flechas con adornos de cabezas en lugar de la pluma que normalmente tienen en su extremo opuesto a la punta. Y...

El Gran Dragón simplemente le miró pero algo en su expresión había cambiado:

- No, Malaban. Nuestro objetivo son los que están levantando todos esos grupos: Los Nigromantes.

De nuevo, miró Malaban al Dragón y respondió:

- De esos no he oído hablar.

- Puede que aún no se sepa sobre ellos, pero habéis de fiaros de mí: no sólo existen si no que son los que, de hecho, han tomado las plazas que digo. Pero, en su momento, sabrás más: ahora, como tenemos prisa, sólo te diré que son los Magos de los Innombrables. Debes darte prisa...

"Esto debe ser una broma: necesito descansar", pensó Malaban.

- No, Malaban, lo que te estoy diciendo no es ninguna broma. En breve, víctimas de lo que te estoy diciendo te contarán lo que está pasando. Tendrás tiempo de descansar en breve pero ahora mismo no...

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Mientras, en los túneles debajo del Monasterio de Sinningen, Frey Kaistos, el príncipe Erevin, Arturiano, el embozado, Frey Tinodar, el hermano vigilante, el búho mensajero y el gran perro Uzi siguen penetrando cada vez más en las entrañas de la tierra, sin saber que Awlin se desliza detrás de ellos intentando alcanzarles para que sepan la traición en el Monasterio. Queda poco para que dé con ellos pero entonces ve dos huevos enormes de serpiente rotos, el líquido ya evaporado. No, no puede entretenerse, debe seguir adelante... de repente, oye el sonido titubeante de dos cuerpos con escamas, no habituados a aquella tremenda oscuridad que intentan salir a la luz, necesitan comer, están hambrientos...

(1) árbol de hoja perenne con raíces que se introducen en la tierra por el doble de la envergadura del árbol, con ramas retorcidas y olor a savia que se usa para infusiones que curan los problemas de respiración y los dolores producidos por caídas, golpes, etc.

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The walker in the old man's groot

Thinking about the bandits, the walker only heard the moan when he was very close. When he carefully approached, trying not to be seen, he found a tired and injured old man in a hole who had dug into the ground a gigantic tombyl (1). He looked badly injured, as if he had a damaged bone after a bad fall. He examined him and was pleased that he did not have, at least, any visible wounds, although later he became even more worried because that did not exclude that the venerable old man had some that were internal. However, he then noticed the old man's eyes staring at him and realized that he was smiling blessedly at him. That surprised him: the old man had strange eyes, almost golden and with a shape that reminded him of something but, if he had been asked, he wouldn't have been able to say about what.

So he picked him up and took him to a cave that he had seen from afar and seemed like a good place for the old man to rest and, if he could, for him to do so too. He entered the cave and smiled despite carrying the old man on his back: about 5 meters from the entrance there was an opening in the stone through which the light entered directly, illuminating a medium-sized interior lake and allowing him to see. that on the other side there was another opening in the stone that looked promising. When he reached the opening, he saw that he was not the first who had had that idea: inside there was a spartan room but with everything that was necessary for living, from a bed to a trunk under a window carved into the stone. He had a small moment of doubt in case the owner of that cave came but he dismissed it thinking that it was far from everything and that it was unlikely that in broad daylight someone else would go into the same cave, no matter how cozy it was inside.
He laid the old man on the bed, undressed him until he was wearing a pair of shorts that he used as underwear and discovered some superficial scratches that he had previously overlooked, scratches that he cured with some medicinal herbs that he carried in his belt and then he gave the old man a little to eat. He understood that he needed some more herbs so he waited for the old man to fall asleep and left the cave, walking around seeing if any of the ones he had were ones he needed.
To his surprise, when he returned, there was no one in the bed and he saw the old man's ragged clothes on the floor and a handwritten note that said “Malaban, accompany me to the Great Hall.” But how did he know what his name was if he hadn't told him? He certainly didn't remember doing it.

Malaban did not know where the Great Hall was, but in the distance he heard a soft song sung by a deep baritone voice that seemed to come from the bowels of the earth itself. He stumbled at first down the hallway to his right and seemed to need to go to his left after that but he wasn't sure and feared he would get lost in the dark. He knelt down and left his mind blank, letting the song reach the depths of his heart and his mind and then he understood that the path he had followed was not the right one. He had to go back to the room and search it more carefully: there had to be another hallway that he had not seen when he entered.
In the room there was a low bed of great length although of medium width. Under the window was the trunk that had caught his attention and to the right of it was a table that he wasn't sure what it was for, because it was empty. There wasn't either any writing instrument or any other object that would suggest that someone lived there. It seemed more like a place of passage, for travelers lost or injured in the mountains. He looked at everything in the room again and noticed that, under the table, the floor seemed to have an incision. He tried to lift it and couldn't. He leaned closer and, under the table, in the middle of the board, he saw a ring: he pulled it and then he saw that the wall opened and a wide corridor full of luminaries seemed to lead to the place where the song came from, because, after openning it, the song could be heard much more clearly. He took the first torch he saw with his right hand, in case the luminaries ran out, and began to walk with his left hand on the pommel of his sword.
He moved carefully down the hallway, doubting if there were any traps along it, but he saw that no springs were springing. At the end of the hallway, a large room, very well lit for being in the center of a mountain, made him surprised.

But he did not see the old man, even though the same melody continued to be heard, still sung by a deep, harmonious and gentle voice. Malaban looked up and then saw a big dragon who was still singing and staring at him. His yellow and orange eye looked at him, understanding him completely, as if it were inside his head and then he understood that he could also understand what that gigantic creature was thinking. The Dragon stopped singing and stared at him: yes, now he understood what he had noticed, those were reptile eyes!! That was all incredible. He had to pinch himself to know that it was true, that he was not in a dream... or a nightmare... He had not yet removed his hand from the pommel of the sword he carried at his belt: life had taught him that it was not He was cautious enough with people, even acquaintances...
-"I see the strangeness, the distrust and the fear inside you, Malaban. But for a long time, I've wanted to meet you. I must introduce myself: I am Elandiar, one of the seven Great Dragons, inhabitant of this grotto for a long, long time. There are few people who can help the inhabitants of this earth more than you".
The walker still didn't understand anything at all, but he couldn't speak either. He had only helped an old man!! Of course, he was not a soldier, although he had been in the war; He was not a scientist, although he had received education and knew how to read, write and some other things; and, of course, he was not a wizard or sorcerer or anything like that: those subjects made him apprehensive and he had never wanted to learn them. He felt a first impulse: to run out of there. But then he ackowledged that he was curious to know why this... ehhh, dragon, wanted to know him.
So, he looked again at the Great Dragon who lowered his head to his level: he had perceived his doubts and his discomfort. But like this, the head was even more impressive and imposing than from a greater distance. And the eyes that stared at him...

- Before we just wanted to meet you - Elandiar said, emphasizing "we wanted to" -. Now we need to know you. Curiosity has given way to necessity.
- We? - he looked around and behing the dragon- But where are the others?
The Great Dragon began to laugh, first softly and then with laughter that even made a little smoke come out of his big mouth. Malaban wasn't sure if that made her laugh too or if he scared her even more.
- Malaban, there is only me here but in this fight I am not alone. The people of the Empire have to be able to defend themselves against the evil that is approaching and beginning to invade everything. Important places are falling at the moment and it is necessary that those that are still free are able to defend themselves. That is precisely why the bandit attacks began: it was necessary to make people feel that the normal order was vulnerable and that they should distrust the Empire.
- I have been travelling for some time now and I have heard stories about those bandits but I don't think they are that dangerous. They are just that, bandits.

The Great Dragon raised his head again and said:
- Is that all you have heard while travelling?
Malaban looked at the ground, trying to remember. Then he looked back at the Great Dragon:
- The truth is that little is known. The criers continue to announce new appointments or changes in the town's laws, but I have not heard anyone talk about the bandits, not even the day they had arrested three men (one tall and thin, another short and plump, and another of medium height and with bulging eyes) talked about the crimes for which they were hanged. They just said they were bandits. I don't understand: do you want to fight the bandits? Because they are not the only groups that terrorize the South where I come from: there are the Servants of the Mist, a new group that causes fear but it is not yet known what they want or who they are that attack towns at dawn when there is fog or mist. And the Winged Heads who shoot arrows with head decorations instead of the feather they normally have at the end opposite the tip. AND...
The Great Dragon simply looked at him but something in his expression had changed:
- No, Malaban. Our objective is those who are raising all those groups: The Necromancers.
Again, Malaban looked at the Dragon and replied:
- I haven't heard of those.
- Maybe there is still no information about them, but you have to trust me: not only do they exist but they are the ones who, in fact, have taken the places I mention. But, in due time, you will know more: now, since we are in a hurry, I will only tell you that they are the Wizards of the Unmentionables, the ones who shouldn't be mentioned. You must hurry...

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Meanwhile, in the tunnels beneath the Sinningen Monastery, Frey Kaistos, Prince Erevin, Arthurian, the cloaked one, the watchman brother Frey Tinodar, the messenger owl and the great dog Uzi continue to penetrate deeper and deeper into the bowels of the earth, without knowing that Awlin slips behind them trying to reach them so that they know of the betrayal in the Monastery. There is little left for him to find them but then he sees two huge broken snake eggs, the liquid already evaporated. No, he can't linger, he must move on... suddenly, he hears the hesitant sound of two bodies with scales, not used to that tremendous darkness that are trying to come out into the light, they need to eat, they are hungry...
(1) evergreen tree with roots that go into the ground for twice the span of the tree, with twisted branches and the smell of sap that is used for infusions that cure breathing and aching problems.


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