Revista Opinión
El caminar de un migranteSe fue con sus propósitos de cambio a buscar novedosas situaciones. Asumió rutas distintas queriendo encontrar destinos con significados válidos para su vida. Cruzó los espacios llegando a territorios aparentemente más seguros. Nada fácil la decisión, nada sencillo el paso. Mil historias y razones para la ida: sociales, económicas, políticas. ¡Qué difícil es irse! En el lugar de origen hay apego, calor, familiaridad, memoria.Lleva un universo cultural consigo. Viaja junto a sus antepasados. Ellos le ayudan en la travesía haciendo compañía, reforzando el empeño. Sus ancestros le llevan en el alma. Le guían con su luz espiritual. El iniciante inquieto indaga formas accesibles. Busca adecuarse al nuevo quehacer enfrentando clima, idioma, formas de labor, ideas, sabores, humores. Mundo de aquí, mundo de allá. Del lado de la partida quedó en gran parte el sonido de los recuerdos. Las chicharras de la lluvia, los pájaros mañaneros, el monte del pequeño valle, la humedad de los ojos sensibles, el tenue sol que aparece y se esconde, la calle con su andar. La sombra de la distancia se abre también camino. La vida sigue. No hay alivio en el circundante pensamiento. Va y viene sin descanso. ¿Cómo estarán? ¿Cómo será?, se preguntan en ambos lados. Laten los corazones con fuerza, se quieren salir de su espacio natural, abrazarse. Solo la ilusión alimenta, mantiene, sostiene a los alejados. Un mañana de promesas en el corto espacio de una vida. A lo mejor, quién sabe un milagro. ¿Se podrá? ¿Estaremos? ¿Nos reuniremos alguna vez?
La incertidumbre del vivir con su principio y fin nos arropa con su duda. ¿Llegaremos? ¿Dará tiempo? Discurren los años marcando el pasar de sus horas en nuestros cuerpos. La mecedora se mueve hacia adelante, hacia atrás. Nunca está estática, el pie la impulsa, la espalda empuja, vuelve y vuelve en su vaivén. El canto del pájaro en la ventana, la gata que brinca y lo observa, los perros que miran y ladran, la guacharaca madrugadora, los árboles movidos por la brisa que de la lejanía viene con fuerza, las ramas que caen, las semillas regadas por el aire van tocando suelo, dando vida, creciendo en tierras fértiles. La mujer con su mirada fija en la lejanía queriendo agarrar el otro lado de la tierra y pegarla al lugar de origen para solamente caminando cualquier día visitar y tomarse un café en la mesa de la casa. El hombre que la acompaña en el sueño de los mundos posibles, la nube pasajera se esfuma dejando un cielo despejado. La mecedora persiste en su movimiento. Hoy las chicharras tienen fuerza en su cantar, anuncian lluvias. Las ventanas se empañan de recuerdos. No podemos dejar que la separación venza a nuestro espíritu. Tierra mía y el mar que fue la vida de mis abuelos. Nos veremos.
Lorenzo Figallo Calzadilla @hmcaminante
“Las imagenes que salen en la portada, no son de responsabilidad del autor del escrito”TwittearEnviar este artículo a tus seguidores