Revista Cultura y Ocio

El camino de Ida, por Ricardo Piglia

Publicado el 27 octubre 2013 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
El camino de Ida, por Ricardo Piglia Editorial Anagrama. 289 páginas. Primera edición de 2013.
Igual que en septiembre de 2010 asistí en la Casa de América de Callao a la presentación de la novela Blanco nocturno de Ricardo Piglia (Adrogué, Argentina, 1940), he vuelto a acudir allí este septiembre, tres años después, para escuchar a Piglia hablar de El camino de Ida. Quizá fue un poco extraño que los organizadores no previeran que iban a presentarse más asistentes que los 81 asientos que estaban preparados en una sala del sótano, lo que provocó que entre veinte y treinta personas tuvieran que escuchar a Piglia de pie, apoyados en las paredes o sentados en el suelo. En todo caso mereció la pena. Piglia estuvo tan simpático y elocuente como lo recordaba.
La primera vez que acudí a escuchar a Piglia aún no había leído Blanco nocturno, pero esta vez me había acabado El camino de Ida unas horas antes de la presentación.
El camino de Ida guarda una estrecha relación con Blanco nocturno: ambas novelas son mucho más claras en su concepción y desarrollo que las primeras del autor (Respiración artificial o La ciudad ausente), que eran más experimentales y barrocas.
El camino de Ida comienza como una novela de campus norteamericana: Emilio Renzi, personaje que aparece en varios de los libros de Piglia, recibe una invitación para dar clase “en la elitista y exclusiva Taylor University” (pág. 13), que se encuentra a sesenta kilómetros de Nueva York, y que parece un trasunto de la universidad de Princeton, donde Piglia ha trabajado como profesor. Renzi es un hombre cansado, un escritor que hace mucho que no publica, que sufre de insomnio y de soledad; un hombre que ya ha superado los cincuenta años y que se siente invisible para las mujeres. Durante la primera parte de la novela, el personaje nos describe su vida en la universidad de Taylor, la relación con sus alumnos, a los que habla de los libros de W. H. Hudson, y la convivencia con sus compañeros, expertos en una sabiduría literaria que siente inútil en la vida real (“Saben que en el mundo exterior a nadie le interesa demasiado la literatura y que son los conservadores críticos de una gloriosa tradición en crisis”, pág. 35). En realidad la universidad es un refugio del mundo exterior: “Al recorrer la biblioteca pensé que los volúmenes estaban hechos de la materia densa que siempre me ha permitido aislarme del presente y escapar de la realidad”, nos dice Renzi en la página 16. El estilo es rápido, con mucho ritmo. Muy norteamericano en su contemplación de la realidad, ya que Piglia posa su mirada sobre los personajes desde la pincelada y la sutileza, no los explica apenas. Mostrándonos algunas de sus pautas de comportamiento, el lector va a deducir su personalidad. El elenco de personajes secundarios es muy variopinto y rico, y la descripción escueta de sus vidas da al libro un halo muy poético. Renzi comenzará a relacionarse con la brillante y decidida profesa Ida Brown, que se convertirá en una obsesión para él.
La novela de campus acabará convirtiéndose en una novela negra cuando uno de sus protagonistas muera en extrañas circunstancias (prefiero no revelar quién, y doy un consejo a aquellas personas que se acerquen al libro: mejor no lean la contraportada). Entonces Renzi decide contactar con un detective privado para que le ayude a resolver el posible crimen. Piglia se declara un admirador de la novela negra (en especial de Raymond Chandler) y ya se ha valido de ella en la composición de otras novelas, como la mencionada Blanco nocturno. Me llamó la atención, al escuchar a Pligia en la Casa de América, que la descripción del encuentro con el detective Parker de la novela esté prácticamente tomada de un encuentro de Piglia con un detective real en Estados Unidos. Me gustó percatarme de esta imbricación entre lo real y la ficción. Quizá, debido a que es marcadamente autobiográfica, la primera mitad de la novela es la mejor del conjunto. Los detalles son tan nítidos que muchos parecen estar tomados de la realidad (como el del detective y, como imagino, otros más). Cuando la novela de campus de convierte en novela negra El camino de Ida mantiene su interés, pero al encajar una parte más ficcional con una más realista, el lector acaba percibiendo ese choque de distintos trenes. En algún momento, Renzi deja de hablarnos de sí mismo para hablar de otros personajes que entran en la trama. La biografía del asesino en serie, por ejemplo, es una narración profundamente norteamericana: ese personaje que rechaza el progreso y envía bombas a profesores universitarios parece una creación de Jonathan Franzen o de Richard Ford. Uno de los factores que juegan a favor de El camino de Ida es que, además de ser una narración profundamente norteamericana, como ya he señalado, no deja de ser también una narración profundamente argentina. En la concepción de la obra, Piglia se guía por una forma de narrar elegante y erudita (las reflexiones sobre la literatura y la vida norteamericana son constantes), pero a la vez el personaje no deja de comparar su vida evocada en los Estados Unidos (la novela está ambientada en torno a 1994-1995 y parece estar narrada desde la actualidad) con su pasado argentino de unas décadas antes del tiempo de la narración. Así, comparará el impacto sobre la realidad de la violencia en Estados Unidos con la violencia sufrida en Argentina en los años setenta tras el golpe militar de Videla.
El camino de Ida me ha gustado mucho, me ha parecido una novela emocionante, reflexiva, con algunas páginas perdurables, escritas en estado de gracia por un gran escritor en plena madurez creativa. Me parece una novela a la misma altura que Blanco nocturno, o quizá superior. A pesar de ser una gran novela, en Blanco nocturno el planteamiento del misterio policial era superior a su resolución. En El camino de Ida, aunque el autor juega a crear dos novelas (una costumbrista de campus y una novela negra con asesino en serie), las dos partes (aunque sobresale la primera) acaban compaginándose de forma notable.
Me gustaría finalizar esta entrada, además de animando a la gran lectura que es El camino de Ida, recordando las últimas palabras de Ricardo Piglia en la presentación del viernes 20 de septiembre en la Casa de América, porque me encantó su jovialidad y su entusiasmo. Piglia es un escritor de 73 años que tiene ahora mismo entre manos tres proyectos: el primero sería escribir una novela sobre su abuelo, un inmigrante italiano en Argentina, que en el año 1915, en plena Primera Guerra Mundial, decide enviar a su mujer embarazada de vuelta a Italia para tener allí al que será el padre de Ricardo Piglia. El segundo proyecto es escribir un conjunto de relatos con Croce, el policía del pueblo de Blanco Nocturno, como protagonista, solucionando enigmas no necesariamente criminales. Y el tercero sería un ensayo sobre la figura del escritor en la literatura y que se emparentaría con su obra El último lector.
Espero que Ricardo Piglia escriba esas tres obras y que yo pueda leerlas con el mismo entusiasmo con el que he leído sus dos últimas novelas.

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