Voy en busca de aquellas letras que definan mis sentimientos. Que me otorguen el conocimiento. Que me acompañen toda la vida. No hay señales ni atajos. El camino en línea recta parece no tener principio ni final, desgastado a fuerza de ser pisado por otras mentes en constante aprendizaje. No llevo nada en este viaje, sólo mi corazón obstinado y una pluma crítica y pasional, con su tinta de colores y sus probablemente ilusas aspiraciones. Soy consciente de la necesidad de cultivar el espíritu y de ser constantes y empecinados en una lucha sin cuartel que permita escapar de la ambigüedad y la incultura social.
Mi emigración será definitiva porque mi memoria retendrá entre sus dedos la esencia de cada letra y sólo me llamarán afortunada los que no fueron testigos de mi sacrificio. De la renuncia a una vida más fácil pero también más vacía. No volveré de mi viaje. El mundo del saber me tienta y me condena a seguir sus huellas, mortal pero ilustrada, por un camino de arena y espinas, siempre imprevisible, siempre en estado de transformación. A mi espalda quedará un mundo en constante guerra y plagado de malentendidos verbales y palabras utilizadas en un contexto equivocado, con crueles intenciones o dobles sentidos. Es muy difícil en los tiempos que corren encontrar la palabra exacta porque parece no quedar tiempo para el lenguaje. Así lo creo mientras observo la estela del camino de las letras, unas letras que escapan a la comprensión humana y encuentran su sitio, unas letras que expresan lo que somos y lo que creemos ser.