Revista Cine
El camino de los ingleses (2004), de antonio soler. lluvia de verano.
Publicado el 19 octubre 2011 por MiguelmalagaEl jueves pasado el club de lectura de la Biblioteca Provincial, al que pertenezco, celebró su ya tradicional encuentro con el club de lectura de la Biblioteca de Archidona, en el marco del festival de cine "Archidona Cinema", en su sección dedicada a Cine y Literatura. Este año la programación incluía el visionado de "El camino de los ingleses", de Antonio Banderas y el encuentro con Antonio Soler, autor de la novela, que previamente habiamos leído todos.
Yo tenía muchas ganas de tener la oportunidad de acercarme a la novela de Soler, sobre todo porque transcurre en mi barrio, por lo que conozco perfectamente todos los escenarios por los que se mueven los personajes. Además, el hecho de haber sido premiada con un galardón tan prestigioso como el Nadal es una garantía de calidad.
Pues bien, a pesar de contar con una prosa excelente, "El camino de los ingleses" no me ha gustado. Presenta una trama bastante endeble y Soler se recrea en las acciones de sus personajes de forma excesiva, queriendo imbuir su relato de poesía, dando una trascendentalidad exagerada al gesto más cotidiano. Mientras transcurren los meses estivales, el escritor está constantemente haciendo referencia al hecho de que los personajes están viviendo su último verano juntos, es decir a la idea de un tiempo que se esfuma y un futuro que está lleno de posibilidades:
"Tendrás suerte o no, pisarás ciudades que esta gente que nos rodea ni siquiera sabe que existen o te quedarás aquí sin salir de la tienda en la que trabajas hasta que muera el dueño y luego sigas trabajando para tus hijos, pero tienes que saber, estar seguro, que eres distinto y que el mundo te pertenece. El mundo siempre le pertenece a quienes son capaces de romper el círculo que el destino o los demás les tienen preparado. No debe importarte que no te reconozcan, que se aprienten unos contra otros para que no salgas de tu frontera pequeña y estrecha. Sienten que cada vez que alguien sale de ese círculo es un pájaro que se les ha escapado de entre las manos. Alguien capaz de volar."
Como ya he dicho, no sucede gran cosa (si obviamos lo espiritual) en la trama de la novela. Los personajes son chicos de barrio que anhelan algo más en sus vidas, aunque no sepan qué. Miguelito Dávila, el protagonista, ha leído "La Divina Comedia" y decide que va a ser poeta, aunque la señorita del casco cartaginés tenga que decirle que existen otros poetas que le precedieron, como si no fuera obvio. En realidad Miguelito nunca llegará a cumplir ninguno de sus sueños, puesto que no tiene los pies en el suelo. Hay que hablar de otros personajes, cuya sordidez moral, caso del Babirusa o de Rubirosa, el representante de lencería, tiene poco que ver con la poética del relato. Babirusa, el personaje más conseguido, es un ser deleznable: atormenta a su abuelo, ejerce violencia gratuita cuando le place y se pelea por echar un sórdido polvo con la gorda de la Cala. Aún así mantiene una fidelidad a prueba de bombas con sus amigos, aunque su actuación en los últimos capítulos desencadene un final de acciones paralelas que es lo más destacable, tanto en la novela como en la película.
Antonio Soler lo dijo en el coloquio: "Se trata de una novela acerca de la destrucción de las ilusiones. Soy un pesimista." Y realmente se trata de una narración con poca piedad por los anhelos de la mayoría de sus criaturas. Pero eso es lógico: la vida no se lo pone fácil a los hijos de los barrios obreros.
Respecto a su versión cinematográfica, dirigida por Antonio Banderas, poco hay que decir, sino que el director malagueño se estrelló con una propuesta arriesgadísima, donde la poesía y la música ahogaban (literalmente) el discurso de los personajes. Es queja generalizada de quien ve esta película que a los intérpretes no se les entiende lo que dicen. ¿Problema de dicción de los actores, del sonido? No lo sabemos, pero en el cine es fundamental que nos enteremos de los diálogos y que no todo se base en unas imágenes presuntamente simbólicas, que ni siquera se han rodado en su mayoría en los escenarios donde sucede la novela. El Pimpi queda más bonito que el Rey Pelé, pero uno de los fundamentos de la narración es precisamente que las vidas de los personajes transcurren en un barrio humilde. De la interpretación de la mayoría de los actores, mejor no hablar, aunque se salva, como en la novela, el personaje de Babirusa, muy bien interpretado por Raúl Arévalo.
Me quedo con una frase genial que pronunció esa noche Antonio Soler en el coloquio: "Los clubes de lectura son como las catacumbas de los antiguos cristianos". Ocultos, ignorados por una sociedad que sólo se ocupa del fútbol y de los personajes del corazón, aunque no depositarios de la verdad absoluta. Sólo de las múltiples visiones del mundo que están en los libros.