Cualquier cosa que te cambie las tripas de lugar es el comienzo del camino del héroe... La llamada es el primer paso: Tienes un pálpito, sientes que algo te va a pasar, algo absolutamente tentador y seductor, algo que no tienes ni idea sobre si es "bueno" o "malo" o sobre cómo saldrá. La llamada a la aventura puede ser para vivir o para morir. Puede ser la promesa de una nueva vida o un absoluto fracaso. La llamada a la aventura encierra temor y, sobre todo, riesgo.
Si no representara "peligro" no habría ningún sabor de "aventura", sería más de lo mismo, una tarea más por resolver en el mundo de lo conocido. Cambiar de empleo, conocer una nueva persona, esa nueva casa, mudarte de ciudad, irte a vivir a otro país y sumergirte en una cultura diferente, decidirte a ser un "inmigrante", empezar un proceso terapéutico o de coaching, casarte, tener hijos, emprender un gran viaje al fin del mundo o un negocio incierto son ejemplos de llamados a la aventura.
Atender la llamada, como dice Campbell en su obra "El héroe de las mil caras", es un "despertar del ser esencial", es una reconexión:
"(...) la llamada levanta siempre el velo que cubre un misterio de transfiguración; un rito, un momento, un paso espiritual que cuando se completa es el equivalente de una muerte y de un renacimiento. El horizonte familiar de la vida se ha sobrepasado, los viejos conceptos, los ideales y patrones emocionales dejan de ser útiles, ha llegado el momento de pasar un umbral".(p. 67)
El portador de la llamada
La llamada no viene sola: normalmente hay una clase de mensajero que nos sirve como guía, que nos muestra los posibles caminos, el nuevo periodo o una nueva etapa en la biografía. En términos mitológicos o de los cuentos de hadas, son típicas las circunstancias de un bosque oscuro, el gran árbol, la voz del cielo, la fuente que murmura o el asqueroso y despreciable aspecto del portador de la fuerza del destino; casi siempre es un sapo, un lagarto o una serpiente (la misma que "tentó a Eva) como símbolo de la conexión con el inframundo y lo reprimido u oculto que yace en él y nosotros.
Estas criaturas, al hacernos el llamado, hay que desollarlas y descuartizarlas para extraer de ellas la clave de la aventura. Casi siempre vemos a quien nos llama, como un portador de noticias oscuras o ambiguas. Todos ellos aparecen en el camino para mostrarnos una realidad que no sospechábamos y en la que estamos a merced de sus intereses y de los nuestros. No sabemos en verdad qué ocultan ni qué quieren, no sabemos si portan veneno, una pelota de oro, o la llave de un reino mágico. Solo probando podremos saber de qué se trata.
El mensajero nos sacude las entrañas porque, en realidad, inconscientemente le hemos llamado. El mensaje nos habita, es una parte de nosotros mismos que proyectamos en otros. Le escuchamos y resonamos con sus mensajes porque es un camino que estamos "llamados" a recorrer. Por eso cuando esa figura (persona) aparece con su invitación nos saca de la rutina, nos pone a pensar en otras cosas y otros escenarios, nos "desconcentra".
¿Es acaso similar al enamoramiento? Diría que sí: esa nueva persona que conocemos, que nos muestra un mundo desconocido, que nos da la promesa de renovación en el "amor" se nos vuelve una obsesión, la pensamos y re-pensamos, nos imaginamos cosas con ella, nos carcome la curiosidad del qué tal sí, y terminamos descuidando la rutina del "mundo conocido" por ir en pos del desconocido.
Atender la llamada
Te llaman a ofrecerte ese nuevo trabajo, te citan para una entrevista, es real la posibilidad de tener más responsabilidades y un mejor sueldo. Te olvidas un poco del hecho de que posiblemente sea más trabajo, menos tiempo libre y mucha presión alrededor; es la aventura, el reto, todo lo que implica, es probar si se podrá dar o no ¿Qué puede traer esto para mí? El trabajo actual deja de parecernos relevante porque esa llamada del head hunter nos muestra que estamos hechos para "cosas más grandes" y empieza a quedarnos pequeña la vida que vivimos. Como afirma Campbell:
" La llamada de la aventura, significa que el destino ha llamado al héroe y ha transferido su centro de gravedad espiritual del seno de su sociedad a una zona desconocida (...) [que] puede ser representada de varias formas: como una tierra distante, un bosque, un reino subterráneo o bajo las aguas, el cielo, una isla secreta, la áspera cresta de una montaña; o un profundo estado de sueño; pero siempre es un lugar de fluidos extraños y seres polimorfos, tormentos inimaginables, hechos sobrehumanos y deleites imposibles". (p. 73)
Entonces si estás ahora en ese momento en el que crees que las circunstancias te obligan a tomar una decisión, tal vez sirva que te detengas y pienses en lo siguiente: Quizás tu relación con lo que llamas "circunstancias" (externo) sea, en último término, un problema más interno, es decir, algo que creas por ti mismo (a). Lo que te afecta no es lo que ocurre en sí, sino la forma como haces que ocurra y como lo ves ocurrir, es un asunto esencialmente interpretativo.
Si la llamada a la aventura te sacude, te confunde y te seduce, es tu problema, no del llamado por sí mismo. Si tienes que resolverte y actuar, nadie más lo hará por ti, si tienes que dar el paso y moverte, son tus pies, tu cuerpo y tu alma los que cambiarán de lugar, y nadie más lo hará por ti, así te empujen a las vías del tren o te amarren a un caballo, te mueves por completo por tu propia decisión y asumes todo el costo de hacerlo.
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