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El camino hacia la independencia de Cataluña
Comienzo esto en español, para beneficio de los lectores en esa lengua y aunque no estoy seguro que siga siendo en la que mejor me expreso. En las entradas anteriores, a las que remito al lector, he ido desgranando ideas y situaciones sobre lo que preside nuestra actualidad en ese intento, a veces vano, de conjurar inquietudes, desazón o angustias, escribiendo. Quizá también para ordenar ideas y repetirme pensamientos tratando de evitar la inmediatez de los "slogans" o los ahora tan comunes "twits" que las redes sociales nos permiten. A menudo pienso si el fundador de Twitter, Jack Dorsey, era un lector compulsivo de haikus o de Ramón--permitidme la familiaridad, ganada con el tiempo--y sus greguerias, pero sólo por lo breve e imaginativo. Lamentablemente Twitter es sólo un servicio de noticias, como indica su entrada en español: "¿Qué está pasando?", con signos de interrogación que distancian el enunciado de la versión original inglesa, y que parece invitar a escribir tu versión de los que ocurre en el mundo.
Los blogs, en cambio, permiten a los "letraheridos" explayarse y encontrar en el texto algunas autojustificaciones y no menos disquisiciones, en espera de que alguien las encuentre merecedoras de lectura.
También aprendí, sin embargo, y del poeta laureado Antonio Colinas, que una idea que no pueda expresarse en un folio, no merece publicarse. Eso me ha llevado a escribir un par de miles de artículos o columnas de periódico que algunos editores han tenido la amabilidad de publicar en papel. Ese papel que tiene el inconveniente de que, aunque se pueda citar, es farragoso de reproducir, cosa que los blogs ponen al alcance de un "click".
Proponer de manera ordenada una explicación de lo que a mi me parece el camino hacia la independencia de Cataluña igual sólo me sirve a mí, aunque igualmente pueda ser de utilidad para otros.
Un pequeño esfuerzo de formalizar el lenguaje no va a evitar algunos coloquialismos y hasta exabruptos o simples insultos a personajes, aunque siempre me escudo en que la intención del insulto no es ofender sino definir o, las más veces, diagnosticar, privilegio que mi condición profesional me otorga.
Como se hace camino al andar, desafiando que mirando atrás se ve la senda que no has de volver a pisar, a este día de hoy comienzo con lo más próximo y con lo que se fueron a la cama los españoles: la alocución del actual jefe del estado español a través de las televisiones. Ya estoy un poco mayor para aguantar reprimendas y menos de un mentecato que figura a la cabeza del estado sin más méritos que un par de cromosomas y el dedo infame de un dictador sangriento. Cuando alguien, de quien la única actividad conocida es la de ocupar un espacio decorativo, aparte de su dedicación al comercio de armas con países en guerra, no aporta nada al diálogo o la concordia, lo mejor es ignorarlo. La propia institución de la monarquía: la "corona", como les agrada decir, en su propia concepción biológica de, supuestamente, hereditaria, perdió hace mucho tiempo la poca credibilidad o dignidad que pudiese tener. Y ello en las manos del "simpático" predecesor, putero matarife de especies en vías de extinción, abdicado indignamente con un apaño legislativo inducido por los poderes que són ("the powers that be") por impresentable.
La fantasmagórica aparición porque, al menos en mi receptor de televisión que es de Alta Definición, aparecía de alguna forma difuminada neblinosa que contrastaba con la imagen de los presentadores de continuidad de antes y después, será muy seguramente la última que se vea en Cataluña en los canales locales. El motivo inmediato había sido la reacción del estado a la extraordinaria jornada vivida en 3 de octubre, o sea ese día, de paro de país/huelga general, que detuvo toda la actividad comercial, de transportes, comunicaciones, industrias, o entretenimiento en repulsa a la violenta represión del referendum celebrado el 1 de octubre.
El paro de país se acompañó de multitudinarias manifestaciones, en su mayor parte silenciosas a lo largo y ancho de la nación, con la participación de centenares de miles de personas dolidas y ultrajadas por unos actos, gratuitos por lo inútiles, de violencia contra quienes pacificamente se disponían a votar una propuesta sobre el futuro de su país. En la ciudad donde vivo, la demostración callejera tuvo dos episodios, uno poco antes del mediodía y otro al atardecer que, según los medios, juntaron más de 35.000 ciudadanos, pacíficos, silenciosos, ordenados, entre la plaza del ayuntamiento y el edificio de la delegación del estado, ocupando un enorme espacio de convivencia cívica. Ocasionalmente se producía una coreografía de manos alzadas con movimiento de oscilación de los dedos seguida de apalusos. Tal muchedumbre nunca se había visto por estos pagos, una ciudad mediana, habitualmente muy tranquila que hasta se ha calificado a veces como apática. Ni un solo incidente. Ni un solo papel en el suelo al concluir la jornada ("Parecéis suecos" me dijo un visitante curioso que contemplaba el espectáculo).
La represión policial que motivaba estas manifestaciones de repulsa tuvo lugar durante la celebración del referendum que proponía que Cataluña sea un estado independiente en forma de República. Esta consulta había sido considerada ilegal por el gobierno del estado que había recurrido ante el Tribunal Constitucional(TC), quien la había suspendido, pendiente de sentencia. Era por tanto, una actividad "suspendida", que no ilegal, y su celebración se hacía en desobediencia a esa providencia de suspensión. Materia para juristas, en la que no osamos a entrar aunque sólo sea en aras de la claridad, ya que los fundamentos jurídicos de los actos de unos y otros y sus consecuencias, servirán de confusas discusiones durante mucho tiempo.
El gobierno del estado había ya decidido que impediría por todos los medios la celebración del referendum. Para ello se pusieron en marcha toda una serie de actuaciones que, por la evidencia, estuvieron condenadas al fracaso, como quiera que la consulta con todas las dificultades, se celebró.
Las acciones gubernamentales se dirigieron a que la Fiscalía General del Estado procediese a tomar una serie de inciativas conducentes a impedir la consulta que culminaron con la detención, el pasado 20 de septiembre, de varios altos funcionarios de la administración autonómica catalana considerados el núcleo de la organización del referendum. Las acusaciones que motivaban las detenciones, llevadas a cabo con muy débiles o ausentes justificaciones u ordenes judiciales, incidían en la utilización de medios y fondos públicos para la organización del referendum: desobediencia al TC, prevaricación y malversación. Estas detenciones motivaron una respuesta en forma de una manifestación, otra vez multitudinaria el sábado 23 de septiembre, incluyendo una enorme tractorada, de rechazo ante estas acciones y en petición de la libertad inmediata de los detenidos.
Las acciones del estado, dirigidas por un fiscal que ha sido reprobado por el Congreso de los diputados español y conducidas por dos jueces reconocidos como ultraderechistas por sus actuaciones anteriores, incluían la busqueda y requisa de los elementos que podía utilizarse en el referendum como las urnas, papeletas y sistemas informáticos. Se produjo un goteo de incautaciones, interferencias de los sistemas informáticos, anulación de páginas web e intentos de precintado de colegios electorales. Pero, Oh! sorpresa: ¡No encontraron las urnas!! El 1-O día del referendum, se abrieron los colegios, había urnas, habia papeletas y había censo.
Semejante fracaso de las actuaciones del estado debería ser suficiente para el cese o la dimisión de los responsables de llevarlas a cabo. Pandilla de inútiles.
El último recurso ha sido el empleo de la fuerza. Durante los días precedentes a la celebración de la consulta llegaron a Cataluña numerosos contingentes de eso que con tanta insistencia se viene llamando los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, confusa definción que no asegura cuales son los "cuerpos", cuales las "fuerzas" o si unos y otros son lo mismo puesto que los cuerpos sin fuerzas o las fuerzas sin cuerpo entran el el ámbito de la irrealidad. Como no existen cuarteles, se opotó por alojar a los guardias en hoteles turísticos, ahora ya en temporada baja, y nada menos que en tres ferrys, esos barcos que sirven para el transporte de vehículos y personas en singladuras cortas, al menos uno de ellos decoradas sus bordas con dibujos de populares personajes del cine de animación como "Twitty" ("Piolindo") y el Coyote de "Road Runner". La interpretación de estos simbolismos la dejamos para exégetas del ridículo histórico o la historia del ridículo.
Esas fuerzas y cuerpos dedicaron, principalmente la mañana del 1 de octubre, a asaltar con contundencia varios, muchos, de los centros de votación, una buena parte ubicados en centros escolares, produciendo destrozos, reventando puertas y solo ocasionalmente requisando urnas y papeletas de voto. Y mientras tanto atacar impunemente con golpes, patadas, disparos de proyectiles no letales a los centenares de pacíficos ciudadanos que acudían a votar y que trataban con sus cuerpos evitar que se llevasen las urnas. Casi un millar sufrieron heridas y contusiones, cifra que un iluminado incomptente ministro del Interior del gobierno del estado calificó de mínima (sic!), probablemente porque esperaba más. En el lugar donde yo fui a votar, la agresión gratuita y desmesurada no evitó que pudiese hacerlo. Antes el pequeño pueblo donde lo hice, un municipio de 761 habitantes donde tenemos una viña, instaló el colegio electoral en la escuela local, que aparece en segundo plano en el video. Los más de 50 guardias civiles que asaltaron el pueblo no consiguieron llevarse nada de la escuela y se retiraron, después de golpear a unos cuantos vecinos y conseguir la repulsa de todos. Lo comento en mi otro blog, Pediatria social. A la conclusión de la jornada votaron 458 ciudadanos. Los resultados los dejo a vuestra imaginación o curiosidad. Este vídeo muestra los incidentes: https://www.youtube.com/watch?v=KexACr3j-xA . Los gritos dicen "Som gent pacífica", somos gente pacífica. Nadie puede asegurar que lo sigan siendo. Y "Llibertat".
Cabe preguntarse porqué todas esas inciativas violentas dedicadas a impedir las votaciones no se llevaron a cabo antes, cuando no había nadie ante los colegios, aprovechando las recomendaciones que cualquier estratega puede indicar, con factor sorpresa y economía de medios y, sobre todo, efectividad.
La respuesta es que no pretendían impedir el refréndum sino reprimir a la población, repartir estopa, agredir, vejar y ultrajar a unos ciudadanos libres que, entre otras cosas han demostrado ser más imaginativos y eficaces que quienes se les oponen a la hora de conseguir sus objetivos. La disminución de los asaltos a los colegios electorales a lo largo del día es una muestra de la impotencia de las fuerzas represoras. Y también que, pequeño e ineludible detalle, que estamos en el siglo XXI. Asaltar un pueblo y reprimir con "tiros en la barriga", esperando que el Seisdedos se atrinchere en un corral y se lleve por delante dos picoletos, pudo ser una práctica en Casas Viejas en enero de 1933. En 2017 Youtube, Twitter y facebook te llevan alrededor del mundo en segundos.
La actuación de las mencionadas fuerzas de la Guardia civil y la Policía Nacional se ha regido por comportamientos propios de la época colonial. Sólo podemos esperar ahora que el gobierno envíe a los Regulares, porque a mi entender, las fuerzas del ejército español están para otros más o menos loables menesteres: intervenciones de seguridad internacional o la UME.
No puede perderse, en este fárrago de cosas, un componente esencial del referendum: la forma del estado independiente para Cataluña. La República.
Si por algún motivo el actual jefe del estado dedicó su nervioso discurso de anoche, redactado en las covachuelas de la Moncloa por personajes de oscuro pasado y lamentable desprecio, no sólo por la gente, sino también por la lengua española, es por la mención de la república. La catalana y, a renglón seguido en su consciente personal, la española. Lo que puede ser el preludio de unas largas vacaciones en Montecarlo o en Estoril, como su abuelito. Quizá Miami.
Recogiendo a Winston Churchill, no estamos en el final. Ni probablemente siquiera en el principio del final. Pero de buen seguro que estamos en el final del principio. Lo que he descrito es un camino ya recorrido. Ya no hay marcha atrás.
La imagen que acompaña este texto, cuyo autor desconozco, la he titulado OUR IWO JIMA.
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