Pittsburgh, Pennsylvania, una mañana cualquiera. De pronto, como un superhéroe, aparece el justiciero, el defensor de las madres, el protector. Es "el camión de la teta". Un proyecto pionero basado en donaciones privadas que permite a las madres poder disponer de una sala de lactancia móvil allí donde la necesiten. Una idea surgida precisamente para que las madres que se vean censuradas, intimidadas o coaccionadas por hacer algo tan "asqueroso" como dar el pecho a su bebe en público.
Y es que la locura anti lactancia, y esos ojos sucios de los que grandes nombres como Facebook hacen gala a la hora de censurar la lactancia materna en público llega a tales extremos que son más de 12.000 las madres que pasan por la experiencia de ser arrestadas por algo tan natural como la lactancia materna. Lactancia materna que, en el enésimo despropósito de este mundo, se equipara a situaciones tan parecidas como el top less festivo o playero. Vamos, que es lo mismo enseñar las tetas a cambio de un collar como ocurre en el Mardi Grass que amamantar a un bebe hambriento. Lo que un huevo a una castaña, que se dice por aquí.
Como ya podemos pensar a estar alturas, la vocación de servicio público no es lo único que gobierna esta idea. Ya que aunque el camión va parcialmente disimulado como un típico camión de helados, la presencia de una enorme teta en su techo hace ya ver cual es verdadero objetivo: llamar la atención sobre la imperiosa necesidad de cambiar esos puntos de vista retrógrados que ven suciedad en un acto tan puro como es la lactancia materna. Una presión que está presente en nuestra sociedad, sin importar países y regiones, tal y como recogen los testimonios de las madres, o tal y como ya os conté en este post en el que hasta un extraño se mete en mi lactancia.
El proyecto ha sido desarrollado por Jill Miller, profesora de arte, artista y madre, que a través de la red ha conseguido reunir mas de 15.000 dólares, entre donaciones y algún patrocinio, para poner en marcha este particular proyecto revestido de labor social. Porque además de servir de punto de lactancia móvil también tiene previsto pasar por los centros de trabajo de forma regular permitiendo a las madres que no pueden conciliar trabajo y familia disponer de un lugar adecuado para poder liberarse del yugo del saca leche.En verdad que si hubiera que darle nombre a ese proyecto, sería el proyecto de la vergüenza. Pero no la vergüenza de las madres que prefieren dar de mamar en privado por serle mas cómodo, ni la vergüenza que tienen que pasar las madres que deciden amamantar en público. No. Hablamos la vergüenza de una sociedad enferma que, en muchas ocasiones, confunde el acto de la lactancia con a saber qué extraño rito vergonzoso de corte erótico- libertino- sexual o vaya usted a saber qué. Esa sociedad que no se extraña de la proliferación sexual de los medios de comunicación pero luego se escandaliza por ver un poro de pecho de una madre lactante. Y esa sociedad que si algo necesita es una buena limpieza…mental.Como cierre os dejo el video del proyecto de Miller, que a día de hoy ya es una realidad. Esperemos que pronto pueda aparcar su camión porque no sea necesaria su presencia.