Vaya por delante que los "urbanitas" llamamos campo al primer descampado de albero y hierba que se nos plantaba delante de nuestro barrio, donde antaño jugábamos a la lima, al tropo, a las canicas o simplemente cazabamos "zapateros" o "mates".Como ejemplo de todo esto que he descrito tenemos la siguiente fotografía...
En la imagen estamos viendo a una entrañable familia de una abuela con su hija y nietos paseando al perrito una soleada tarde por lo que hoy es la Avenida de República Argentina, en el barrio de los Remedios. Para ello, valga como pista de confirmación el edificio en construcción que vemos al fondo de la imagen, La Torre de los Remedios...
Este barrio nace de de las antiguas Huertas de los Remedios, pues el Monasterio que se levantaba al norte de Triana era el que les daba el nombre. Solo habia una pocas de casitas de planta baja y todo lo demas eran huertas, que empezaron a desaparecer en torno 1937 cuando Queipo de LLano mando construir 324 viviendas, "Los Remedios Viejos"...
En 1946 empieza a instalarse en el barrio el nuevo tejido empresarial de la ciudad...
Siendo en 1954 cuando se comienza a levantar la Torre de los Remedios...
Era un proyecto muy ambicioso, tal vez demasiado para la época y la economía del momento, y es por lo que la construcción permanece parada durante casi dos décadas, tiempo en los que se instaló en su estructura la colina de vencejos mas grande de europa, según las crónicas del momento. En 1976 se culmina la obra total del edificio, y el barrio ha cambiado por completo su aspecto, dejando atrás aquella imagen y aquel regusto con el que comenzamos el articulo de hoy...
Este barrio tiene un encanto muy peculiar, algo que hace de él un especimen en extincion, pues entre sus calles aún encontramos el pequeño comercio ya extinto en tantos barrios de la ciudad, ese ambiente a barrio de pueblo donde aún se conocen entre sí los vecinos que allí habitan, donde puedes encontrar una pequeña cafetería en la que el camarero te saluda llamándote por tu nombre y donde esa arquitectura a veces tan horrorosa del tardofranquismo no nos hiere de muerte la mirada sino más bien nos hace recordar nuestra niñez.
Julio Escobero Gil
ABC