Revista Opinión

El campo español se rebela contra el neocomunismo gobernante y es reprimido con enorme dureza

Publicado el 31 enero 2020 por Franky
Los agricultores extremeños y andaluces se han rebelado contra el abusivo e injusto gobierno neocomunista de Pedro Sánchez porque el campo agoniza sin que nadie ponga remedio a la tragedia. Pero los rebeldes, sorprendidos, están probando una desconocida dureza represiva del gobierno socialcomunista. Gente pacífica y leal, los agricultores, con razón en su protesta porque no les pagan por sus productos ni el coste, están siendo reprimidos con una crueldad inusitada por los sicarios de Sanchez y Marlaska, los mismos que tratan con mano de seda y no se atreven a golpear a los violentos y desleales manifestantes independentistas catalanes. Nos encontramos ante una de las reglas básicas del socialismo del sigo XXI: reprimir con dureza cualquier desobediencia o protesta para que los ciudadanos prendan a temblar de miedo ante el Estado. El neocomunismo ya ha demostrado su crueldad contra los que se oponen a su poder en Venezuela y Nicaragua, donde hasta han dejado cadáveres en las calles. Los catalanes se salvan de la brutalidad del neocomunismo porque los apoyos nacionalistas son imprescindibles, por el momento, para sostener a los que mandan y quieren seguir mandando, pero los pobres campesinos están sintiendo la dureza del nuevo "régimen" socialcomunista. --- El campo español se rebela contra el neocomunismo gobernante y es reprimido con enorme dureza Protestan de manera pacífica porque les compran las patatas a tres céntimos el kilo y los supermercados la venden a un euro el kilo. Las naranjas de Sudáfrica y Marruecos, países donde se pagan salarios de hambre, donde no hay seguridad social ni impuestos, compiten con las españolas, que se pudren en los árboles por ser lógicamente más caras y porque el gobierno asfixia a los productores con salarios altos, impuestos y cuotas injustas a la seguridad social.

El campo español se muere sin que los que malgobiernan hagan nada para salvarlo. La reciente subida del salario mínimo ha dado la puntilla al sector agrícola español, al que el gobierno no defiende, como lo demuestra el hecho de que de Marruecos llegan miles de toneladas de tomates más de las permitidas por la Unión Europea. Tan solo en Extremadura, la subida del salario mínimo ha significado la pérdida de casi 20.000 empleos agrícolas. Lo que están haciendo con el campo español es de una injusticia indignante.

Se utilizaron hasta las balas de goma que en Cataluña están prohibidas y la justificación es que había que proteger al ministro de Agricultura, al que nadie quería agredir, pero que es un intocable representante del nuevo Estado que están configurando al unísono Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, una versión actualizada del viejo comunismo asesino, que ahora se disfraza de democracia.

El PP de Extremadura (uno de los partidos que había enviado representantes a la protesta, junto con Ciudadanos y Unidas por Extremadura) ha solicitado el cese de la delegada del Gobierno en la comunidad, Yolanda García Seco, por "ordenar" las cargas policiales. El jefe de la oposición en el parlamento regional ha calificado de "bochornoso" y "lamentable" lo sucedido.

El campo español es tradicionalmente pacífico y sufridor. Casi lo soporta todo, pero cuando estalla es temible porque no para hasta lograr sus objetivos. Los agricultores suelen ser pacíficos en todo el mundo, hasta que estallan. Lo mismo ha ocurrido históricamente en todo el mundo: las rebeliones campesinas rara vez estallan, pero cuando lo hacen son temibles porque los agricultores arruinados poco tienen que perder.

Los sindicatos adictos al neocomunismo, atiborrados de subvenciones y privilegios, llaman "atajo de fascistas" a los agricultores y éstos, con toda lógica, se indignan contra los apesebrados.

El ministro Planas, que también llegó a asustarse ante la protesta y la dureza de la represión, dice ahora que el gobierno puede dar algunos pasos para evitar tanta injusticia. Veremos si lo hace.

Los precios agrícolas bajan porque la demanda ha descendido peligrosamente, en gran parte por culpa del gobierno, cuya actitud de apoyo a Venezuela ha irritado al presidente Donald Trump, que ha impuesto duras sanciones a los productos agrícolas españoles, que también tienen que hacer frente al veto ruso y a otros problemas, el peor de los cuales es la subida del sueldo mínimo en el campo, una media que va a expulsar del trabajo a decenas de miles de peones.

Las naranjas españolas se pudren en los árboles, en Sevilla y en Valencia, porque las naranjas que llegan de Sudáfrica y de Marruecos son más baratas. Nadie tiene en cuenta que en África no hay seguridad social, ni exigencias de calidad, ni salarios dignos. Los agricultores españoles, obligados a pagar impuestos abusivos, salarios altos y cuotas desmesuradas a la seguridad social, dejan de producir sus magníficos productos porque producir les arruina.

La represión en el socialismo moderno es brutal. El venezolano Nicolás Maduro dice que "El pueblo debe decidir si quiere guerra o quiere paz", mientras la policía se emplea en las calles con una dureza inusual, que ha producido cientos de muertos, torturas y desapariciones, como en los peores momentos del estalinismo, el fascismo y el nazismo. La Organización de Estados Americanos (OEA) no ha tardado en condenar el "brutal salvajismo" de la policía y los represores de paisano venezolanos, "que no miden sus consecuencias". Otros países, entre ellos la Unión Europa y Estados Unidos, han impuesto duras sanciones a los chavistas venezolanos, precisamente por su crueldad asesina.

En España, a pesar de que el chavismo ha llegado al poder, no se ha llegado tan lejos todavía porque la pertenencia a la Unión Europea y la existencia de un Estado de Derecho frena a los chavistas, pero hay una parte creciente de la opinión pública que cree que, bajo el mandato de Pedro Sánchez, el socialismo español, antes respetuoso con las leyes, la democracia y la ciudadanía, se ha acercado al modelo cubano y venezolano, uno de cuyos rasgos es que machaca y aplasta al que se atreve a protestar para demostrar que el Estado es un "dios intocable".

Francisco Rubiales



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