El Canal Saint Martin o 4 kilómetros y medio de felicidad. Eso es lo que es para mí este lugar no tan conocido de París.
Este canal fue creado en el siglo XIX para traer agua potable a París a través del río Ourcq, el cual termina desembocando en el ya más conocido Sena. A mí lo que me trajo fue la sensación de felicidad máxima un 7 de abril de 2018.
La publicación de hoy va de sentimientos, emociones y momentos vividos. Lo siento por aquellos a quienes les gusta saber lo que hay detrás de los sitios, pero hoy hay que celebrar un cumpleaños de una persona muy especial.
No sé cómo fui a parar a allá pero recuerdo un sentimiento de plenitud absoluto. Hacía ya bastantes días que no paraba de llover y que el cielo estaba super gris. Y yo no sé si fue que el tiempo nos influye mucho o qué, pero de repente me vi en un ambiente super relajado lleno de luz y con nubes blancas y gris oscuro.
Se había parado todo el ajetreo de las grandes avenidas y había desaparecido el bullicio de los barrios más conocidos. Todo estaba en pausa y lo que había delante de mí eran parisinos disfrutando de una tranquila tarde de primavera. Y yo, intrusa, entre ellos.
Ya no había que aparentar prisas como en el metro para no entorpecer el flujo de viajeros, ni había que subir el volumen de los cascos para escuchar la música por encima del ruido de los coches y de las sirenas. Allí todo el mundo estaba relajado disfrutando de un momento de calma.
Como se suele decir, donde fueres haz lo que vieres. Así que me dediqué a recorrer el canal buscando “mi lugar” y terminé echada a la orilla del agua junto a otros desconocidos.
Pies colgando y sonrisa en la cara, aquello me recargó las pilas. Lo quiera o no, había sido una parisina bobo (bohemia) por un par de horas. Pues el Canal de Saint Martin se caracteriza por acoger a los jóvenes parisinos o artistas bohemios y allí estaba yo enmascarada.
Aquella sensación de flotar en la felicidad gracias a la energía de un lugar quería compartirla sí o sí con una de las personas más importantes de mi vida. Así que, esta vez ya acompañada, nos dejamos caer una segunda vez por el Canal Saint Martin.
Si la primera vez fui feliz, la segunda más todavía si cabe.
No había ni terminado el mes de abril y para allá que te llevé. No podíamos acabar el año en París sin haber puesto alguno de los candados del amor en alguno de sus rincones. Y el rincón que se me antojó a mí marcar en la Ciudad de la Luz fue un puente de este canal.
Me encanta la zona de la gran curva, donde se encuentran las tres coloridas tiendecitas de Antoine & Lili. Así que fuimos al puente más cercano a esa curva para fijar nuestro amor en su barandilla. O más bien para descojonarnos con rituales inventados para poner un oxidado candado de dudoso verde en una más oxidada reja verde.
Tiendas Antoine & Lili Tiendas de Antoine & Lili[Espero que estés leyendo la palabra “curva” con la entonación adecuada]
La última vez que fuimos fue en julio de ese mismo 2018. Tuviste la paciencia de acompañarme a todos los sitios de los que me quería despedir. Porque sí, porque uno también se despide de los lugares. Y muchas veces con más emoción que de algunas personas.
Volvimos allí a decir un último adiós que deseo que se convierta en un “à bientôt”. Porque tengo muchas ganas de volver a combinar un lugar genial con una de las personas más bellas del planeta.
Para otro día datos de interés sobre el Canal de Saint Martin. Para hoy, celebrar el cumpleaños de Mimichu.
Gracias por estar siempre a mi lado y por no dejar que andemos siendo uno el apoyo del otro, sino que permites que cada uno seamos tal y como somos, sin máscaras, transparentes. Gracias porque nos complementamos. Aunque algunas veces sea más difícil que otras y tengamos que tener complejo de bastón por un tiempo.