Revista Cultura y Ocio
Cuando la reciente edición del libro de Rozas Conversaciones y semblanzas de hispanistas (Renacimiento, 2023) todavía estaba en fárfara, algunos conocimos su contenido gracias a José Luis Rozas, su editor. En su momento, compartí el original con mi hermano Josemari, que me llamó la atención sobre la alusión que Juan Manuel Rozas hacía, en su semblanza de Cossío («José María de Cossío y el 27», págs. 76-83), a que un «poeta que no recuerdo, autor en el Cancionero de una elegía a Lorca, le pintó en él un plano del lugar donde lo mataron» (pág. 79); algo que Cossío contó a Rozas en enero de 1970 en la tertulia del Lion de Madrid. Con ese apunte viajamos en agosto de 2019 a la Casona de Tudanca para conocer su valioso fondo —que incluye un manuscrito del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías— y allí vimos el lugar y los libros, los cuadros y objetos expuestos; y, en esos días, en Santander, tuvimos la suerte de encontrarnos con quien mejor conoce el archivo de manuscritos poéticos —el Cancionero— que Cossío fue recopilando durante años, el profesor Mario Crespo López, autor del catálogo-antología El Cancionero de José María de Cossío. Una memoria poética del siglo XX (Madrid, Visor Libros, 2016). En efecto, en ese libro puede leerse que fue el escritor y cineasta Edgar Neville (1899-1967), que envió a Cossío una «Oda a Federico García Lorca» en cuatro partes, quien le hizo «un dibujo del lugar donde asesinaron a Lorca, con indicación de los pueblos de Viznar y Alfatar» (pág. 218). Vimos el dibujo; pero Mario Crespo no lo publicó en sus páginas, en las que sí transcribió la primera parte de la oda de Neville, «Su último paisaje» (págs. 219-221), sobre el entorno granadino que vio morir al poeta. Lo interesante de la compilación de Mario Crespo es que por vez primera se da cuenta cabal del listado de poetas —que el propio investigador ya había publicado en su biografía de Cossío hasta la Guerra Civil (2010)— y del contenido de los cuatro tomos que fueron obra directa de Cossío, más un quinto, «facticio, realizado con material reunido por quien fuera director de la Casona de Tudanca, Rafael Gómez» (pág. 41). La introducción de Mario Crespo contiene un acercamiento bio-biobliográfico de José María de Cossío (1892-1977), una valoración sobre la importancia del Cancionero, con su cronología, el número y la variedad estética de los poetas, el carácter de la obra como un capricho personal del editor e historiador castellano: «Manifestación evidente de su amor por la poesía y excusa para la delectación y el recreo en diferentes voces expresivas del siglo XX» (pág. 29), y la descripción de los aspectos formales de los volúmenes. Consultar el repertorio lleno de información elaborado por el investigador cántabro es recorrer, en clave de versos, gran parte de la cultura española del siglo XX, en un corpus de más de doscientos ochenta autores, sin parangón en la poesía española. En él hay poetas reconocidos de la generación de Cossío, como Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, de la del 36, como Miguel Hernández o Luis Rosales, y otros más secretos, como Rodríguez-Moñino (tomo I); a los que se irán sumando con sus autógrafos Jorge Guillén, León Felipe, José Hierro, Luis Jiménez Martos, Francisco Umbral, Eladio Cabañero, alguna mujer como María Victoria Atencia (Tomo II), Gabriel Celaya, Francisco Pino, Corredor-Matheos, Ángel González (Tomo III), Josefina de la Torre, Luis Álvarez Piñer, la extremeña taurófila «Mahiz Flor», Marcos Ricardo Barnatán (tomo IV)…, por espigar, sin más criterio que representar la diversidad del censo, unos cuantos nombres. Además de la localización de los textos en los diferentes tomos, de la fecha de copia, del modo de entrega a Cossío, de los títulos de los poemas —algunos editados en la antología— y de las notas bio-bibliográficas, es una aportación sensacional lo que se extrae y se extracta del copioso y valioso epistolario del archivo de la Casa de Tudanca, y que complementa algunos registros. Desde nuestro encuentro del verano de 2019, me sentía en deuda con Mario Crespo por su afecto y por su generosidad al dedicarme un ejemplar de su edición «En Santander a 8 de agosto de 2019 (y en presencia de su hno. José María)». Quede por él esta nota como testimonio del valor de una obra que merece más difusión y consulta.