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El Caníbal

Publicado el 25 junio 2014 por Oscar @olavid25
Luis Suárez, la matáfora del hambre de fútbol hecha carne. (Foto: Wkipedia)

Luis Suárez, la matáfora del hambre de fútbol hecha carne. (Foto: Wikipedia)

Me gusta imaginar el cerebro humano como una compleja maquinaria mecánica, con sus ruedecillas de dientes y sus pequeños tornillos, algo parecido a las entrañas de un reloj suizo de esos que antes sólo se compraban una vez en la vida si la suerte te sonreía. Con esta imagen de pequeñas piezas de metal, me ahorro pensar en los procesos químicos que dicen que rigen la actividad cerebral y en aquellos sesos que un vecino matarife regalaba mi madre en mi niñez y que comíamos rebozados con riesgo de contraer una encefalopatía espongiforme. La enfermedad de las vacas locas podría explicarlo, pero a mí me encaja más que lo de Luis Suárez se debe a una tuerca suelta. Hay muchos comportamientos infantiles en el fútbol, pero lo de morder al adversario es lo más y si lo repites ya de mayor, tiende a patología. Que conste que Luis Suárez me parece un prodigio futbolístico y que le eliminación de Italia del Mundial me ha provocado una sonrisa; ahora bien, lo de andar a dentelladas, lo de salir a merendárnoslos era una metáfora, amigo. Las explicaciones son de medalla olímpica. “El me pechó con el hombro de él, así me quedó a mí el ojo también”. Ah, claro.

Tiene más mérito Richard Helmersen, un noruego, que obviando las bajas temperaturas apostó 12 euros (al cambio, porque allá pasan de la moneda única) a que Luis Suárez volvía a morder en Brasil. Gracias a que El Caníbal nunca defrauda, ha ganado 673 euros (en coronas) y el reconocimiento de su comunidad. Se puede pensar que Helmersen apostaba sobre seguro, porque Suárez es reincidente y ya lo hizo con la camiseta del Ajax en 2010 y con la del Liverpool en 2013. Pero, si tan claro se veía, ¿por qué no hemos apostado todos unos miles de euros? Leo en el digital de El Correo que una septuagenaria ha asesinado a su marido y ha cocinado sus genitales. Ha sucedido en Francia y se me pasan por la cabeza tantas malas ideas que mejor lo dejo para otro momento. No debo olvidar que, a fin de cuentas, es una historia triste. Mejor tener la boca cerrada.


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