Domingo noche, casi ya lunes. Debería estar trabajando, pero prefiero escribir, más bien comentar mucho de lo que hoy aparece en el periódico, fuente a veces inagotable de inspiraciones y/o reflexiones. Mirad si no lo que dice John Banville, no se sabe si en voz propia o a través de Benjamin Black, su “alter ego”:
Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es literatura.
No sé vosotros, pero yo cambio la palabra “literatura” por otra, y la frase mantiene la misma vigencia: tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es arquitectura, pues lo otro, simplemente es construcción, promoción o especulación. Pienso.
Confiesa el autor que “los novelistas vivimos en un extraño mundo de ensueño, en una realidad borrosa, envuelta en una capa de polvo, mitad real, mitad inventada; yo mismo empecé a pensar en mí mismo como novelista a los 12 años. En esas condiciones, tantos años después, la frontera entre realidad y ficción se difumina. Gente cercana a mí suele decirme, tirándome las palabras a la cara: “yo no soy un personaje de tu libro; soy una persona real”. ¿Una persona real? Deberíamos decir esas palabras en voz muy baja. El artista es una especia de caníbal: consume realidad, se la come, la usa, moldea material que saca de otros. Como de alguna manera hace también un actor. Todo eso supone un riesgo. Y hay que asumirlo y disfrutar de la aventura”.
Con relación a la situación económica, Mr. Banville también tiene su opinión.
En los viejos años dorados nadie se preguntaba por los sueldos de Wall Street, nadie se quejaba de las subidas de los precios inmobiliarios. La crisis está construyendo un nuevo relato del capitalismo glorioso. El péndulo se mueve siempre entre la codicia y el miedo. Ahora toca miedo, pero la codicia volverá. La alternativa (él es irlandés) es, simple y llanamente, darnos a la bebida o quizá, contra la crisis, novela negra.
Más aun estando básicamente de acuerdo yo pienso que está crisis me ha salvado (y por tanto también a mis hijos) precisamente de la codicia. Y estando como estamos, luchando por salvar lo que todavía nos queda (sensaciones más que tenencias), nos hemos alejado para siempre del miedo a perder o del miedo de perder. Cuando te das cuentas que no añoras nada material, alejas para siempre el sentimiento de propiedad. O lo que es lo mismo ambición por diseñar y habitar un hogar (allá donde lo encuentres o tengas la suerte de arraigarte o desarraigarte) pero no de poseerlo para siempre. Algo así como disfrutar de tu mujer sin llegar nunca a considerarla verdaderamente tuya.
Cuando comprendes eso, comienzas a disfrutar verdaderamente del momento, del amor y de la vida. El futuro, por tanto, no existe hoy. Y si ha de llegar, pues eso: ya llegará.
Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – París – Buenos Aires