Por: Agustín Manuel Martínez
Escrito por Ted Gioia, tenemos ahora en las estanterías de las librerías una aportación llamada a ser ineludible por lo erudita y accesible a todos al mismo tiempo.
Es el autor de la obra de referencia sobre el recorrido evolutivo de este estilo con su archiconocida obra “Historia del jazz” en la misma editorial, Turner -una obra que cualquiera que se quiera llamar a sí mismo músico debería leer-, junto con sus otras aportaciones “Blues. La música del Delta del Mississippi”, “Canciones de amor. La historia jamás contada” y “La música. Una historia subversiva”.
Igual que se ha realizado para otros estilos como el rock o el pop, era un libro necesario. Publicado originalmente en inglés en 2013, traducida al castellano por Víctor V. Úbeda el mismo año, llega ahora esta edición en nuestra lengua para disfrute de entendidos y diletantes. Son casi 700 páginas, toda una biblia de comentarios de canciones, pero su lectura para nada es farragosa, puesto que por orden alfabético puede uno ir consultando por orden de preferencia, de gusto, o de conocimiento de las canciones seleccionadas, ese cuarto de millar de temas imprescindibles.
Un libro necesario
En su introducción comenta claramente sus intenciones:
“…cuando empecé a enseñar piano de jazz, recopilé una pequeña lista de las canciones que debían aprender mis alumnos y la tonalidad en que solían tocarse, un rudimentario precedente de la obra que el lector tiene ahora en sus manos. Más tarde cuando empecé a escribir sobre jazz, seguí estudiando esas mismas piezas pero bajo otro prisma: lo que pretendía era desentrañar la evolución de esas composiciones a lo largo del tiempo; entender cómo las habían tocado los diferentes músicos de jazz y qué cambios habían ido experimentando en virtud de esas interpretaciones.
Muchas veces, a lo largo de esos años, me habría gustado tener un breviario de ese corpus musical, un solo libro que me guiase a través del cancionero jazzístico y me orientase hacia las grabaciones clásicas.”
Comparto totalmente, yo me inicié también en ese ambiente de "carestía o precariedad" bibliográfica.
Más adelante incide: “Este libro aspira a ser un estudio de esa índole, un repaso al repertorio clásico del jazz como el que me habría gustado que alguien me hubiese regalado en su día: un vademécum que me habría ayudado como músico, como crítico, como historiador y sencillamente, como amante y entusiasta de este género artístico.”
Muy fácil de leer, ameno y entretenido, cada uno a su ritmo según sus gustos
Efectivamente, su tono es bastante accesible, claro, sin prescindir del conocimiento profundo que da ser pianista y conocer “al dedillo” -nunca mejor dicho- los entresijos sonoros de cada pieza desde cada compás y cada progresión armónica (haciendo alusiones a los esquemas armónicos que fueran más originales en su momento, o más rompedores, o más “manidos” también, como el arquetípico II V I). Yo lo he devorado, comenzando por los temas que suelo practicar más.
No se reprime en calificativos: podemos leer en ciertos momentos las expresiones “empalagoso”, “pachanga” o “perpetrar” refiriéndose a interpretaciones concretas lo cual se agradece. La sinceridad y conocimiento que da la experiencia a los maestros, si además se vierte en palabras sencillas y “pictóricas”, nada abstrusas, es un plus, a mi modo de ver.
El canon del jazz de Ted Gioia, joya pedagógica
Magnifico a nivel didáctico, me parece que sería muy útil para unas sesiones de audiciones comparadas (y seguro que alguien se anima a poner en listas de YouTube el repertorio comentado, todas las versiones aludidas en una lista para cada canción del libro y de manera cronológica, sugiero).
El público lego en general asocia la autoría de la canción al cantante que la interpreta (por error), cuando en la mayoría de los casos, en el repertorio jazzístico, esta autoría difiere del cantante. Por regla general también erróneamente una canción es atribuida a un cantante por ser éste quien la incluye en su disco y es tocada por la varita de la fama y ni siquiera fue este cantante el primero en interpretarla, por la tanto este volumen aclara muy bien el origen de estos standards y pone luz sobre los auténticos pioneros que ayudaron en el camino del éxito de un tema en concreto, al margen de sus sucesivas versiones recomendadas.
Su sabiduría respecto del repertorio es innegable. Me encanta cuando entra en las sutilezas del significado de las letras y cómo ciertas cantantes las han vertido, por ejemplo cuando las divas del jazz, Billie Holiday o Ella Fitzgerald se disputan la primacía en la interpretación de algún tema, siendo Billie la "reina de la interpretación", podríamos decir, la mayoría de las veces y Ella, "la reina del canto", un empate en el Olimpo de la discografía jazzística.
Sabiduría armónica concentrada
Para un pianista es especialmente valioso la información que proporciona sobre las secuencias armónicas, las particularidades específicas de cada canción que quizá han contribuido a despertar el interés del público y previamente de los músicos de jazz.
Por citar algunos ejemplos, la parte secundaria de Night and day, de Porter, por ejemplo, entroncaría hasta con Beethoven por la relación mediántica de terceras (no habitual en música hasta su uso por el genio de Bonn), o su predilección por temas con ciclos de quinta en modo menor, por sus posibilidades a la hora de crear improvisaciones melódicas en tanto realizan un recorrido ordenado por acordes (primero menores, luego mayores y finalmente volviendo a regar en menores, como si contase una historia de amor con visos de esperanza y trágico final), en tanto usa todos los grados de la escala y en All the Things You Are, por ejemplo, todas las notas son reales y casi siempre terceras del acorde de cada compás y podríamos encontrar su “reverso compositor” -si lo viésemos “schenkerianamente” hablando-, en Fly me to the moon, también con su ciclo de quintas en modo menor, sus terceras al comienzo de cada compás (si eliminamos toda nota de paso), pero esta vez en sentido melódico inverso.
Geniales comentarios sobre Antonio Carlos Jobim
También muy interesante su reflexión sobre Meditación, de Jobim, que comparto, no se puede meditar sin bajar como mínimo un semitono el cerebro :)
Magistral su capacidad de visión en conjunto, por ejemplo, cuando habla de la canción, también de Jobim, Desafinado y sobre el abuso de notas repetidas en las melodías o la simplificación creciente a lo largo de la historia de las mismas, las siguientes frases me parecen cruciales:
“A finales de la década de 1950 y durante el decenio siguiente, las canciones populares fueron volviéndose cada vez más simples, pero se ve que nadie se lo comunicó a Jobim, pues el carioca embutió más modulaciones y giros melódicos en sesenta y cuatro compases de los en muchos grupos de rock llegan a emplear en toda su carrera”. (Imposible no oír internamente un "zasca" mientras se lee esta frase, ¿verdad? ;)
“comparado con, pongamos, las creaciones de Jay-Z y Eminem -o incluso de Bruce Springsteen y Kurt Cobain-, las compactas melodías del insigne compositor (Gerswhin) parecen llenas de movimiento.
Este desarrollo histórico es susceptible de medirse estadísticamente, y me gustaría ver un gráfico que mostrase la evolución del movimiento interválrco en las canciones de éxito a lo largo de las últimas décadas. Sospecho que la tendencia sería la misma que la de las ventas de máquinas de escribir o de reglas de cálculo (calculadoras) durante el mismo periodo. Sean cuales sen las causas, es innegable que vivimos en una época de melodías anorexias”.
Un “must have” para todo músico que se precie
de amar la música en general y el jazz en particular.
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