Nos hemos quedado en el Canto de Carmina Burana, pero la realidad permanece escondida en las piedras de muchos templos románicos. No hemos comprendido su canto, hemos quemado su "pancarta". Ellos representaron una forma de vivir rupturista. Como nuestros "seminaristas", eran alumnos que acudían a los monasterios sujetos a jurisdicción eclesiástica y calificados como "clérici" y que, aunque adoptaban la tonsura como "ordo clericalis", la mayoría no llegaba a recibir ni órdenes menores ni sagradas. Sus propios padres los llevaban tonsurados a los monasterios para asegurarse de que gozaran de comida y de privilegios eclesiásticos: el "privilegium fori" que excomulgaba a quienes infringieran daño físico, el reclutamiento militar o los impuestos.
Por Manuel Gila
Su formación cultural obtenida durante el período monacal los distinguía sobresaliendo del resto social. Nunca aspiraron a ser sacerdotes porque carecían de vocación para serlo. Simplemente pretendían alcanzar una situación social mejor en la vida. No fueron, jamás, un movimiento organizativo, un clan ni una fraternidad. Ni siquiera un gremio. Era un grupo al margen de las estructuras sociales vigentes que impulsados por la época de hambruna, pestes y guerras les hicieron abandonar los monasterios en época de austeridad para asegurarse el propio abastecimiento de los consagrados.
Salieron a los caminos y a los pueblos en busca de pan. Eran los "cléricus vagans" que llenaban las tabernas con poemas burlescos, satíricos y llenos de humor para llenar el estómago. Eran creyentes, católicos, pero con sus versos en latín atacaban a los sacerdotes de vida disoluta, a la jerarquía católica con la que convivieron y que pese a las normas desde el Concilio de Elvira, Letrán o Toledo, permitía el concubinato de los prelados. Y llegaron hasta formar parte en el espectáculo del noble, el señor y la cortesana.
Era la crítica, la manifestación social más vigorosa de su tiempo: monasteros mixtos, próximos, desoídos y aceptados por la jerarquía eclesiástica del tiempo:
"De Puilampa a Cambrón, con la saya levantada por si surge la ocasión".La falta de vocación, el hambre y de moralidad, hicieron el resto. Pero su canto y recital contribuyó a una nueva percepción social respecto al mundo eclesiástico poniendo en solfa las "malferías" y el escandaloso comportamiento de los clérigos de una manera festiva que hizo reaccionar al propio Papado tomando medidas radicales: expulsión, excomunión al clérigo, abandono y exilio de la manceba y desconocimiento e ignorancia del fruto de sus relaciones carnales.
Y, aunque la Iglesia extendió un tupido velo sobre esa situación existente ( como hoy sobre sus abusos sexuales a menores), siempre quedará el verso fresco y festivo del goliardo:
"Oh sacerdote!, a esto tú contesta.Tú que, a menudo y de fiesta,
con esposa te acuestas,
y después, de mañana, misa dices,
el cuerpo de Cristo bendices,
tras abrazar a una buscona
no tanto como tú, pecadora"