Me acerqué hasta la narrativa de Montserrat Roig en el verano de 2019, gracias a su novela La voz melodiosa; y ahora realizo una segunda visita, centrada en el mundo del relato: El canto de la juventud. El resultado vuelve a ser espléndido. La escritora barcelonesa, manejando una prosa lírica y seductora, me ofrece en sus páginas la historia de Zelda, una anciana que vive sus últimas horas en un hospital y recuerda un apasionado encuentro sexual de su mocedad (“El canto de la juventud”); la triste experiencia de Maria, que enviuda en circunstancias harto pintorescas (“Amor y cenizas”); el modo cruel y sangriento en que encuentra la muerte Biel, hijo de una tabernera (“A salvo de la guerra y de las olas”); el fervoroso amor a contracorriente que iluminó la vida de una mujer casada (“Mar”); o (no agotaré el catálogo de los argumentos) la amarga narración sobre unas tumbas perdidas y anónimas de la guerra civil de 1936 (“Madre, no entiendo a los salmones”).
Son relatos de gran poder hipnótico, en los que el lenguaje elusivo desempeña un papel primordial, y donde los matices de cada vocablo, lejos de resultar baladíes, aquilatan el núcleo de cada historia, adornándola con las aristas exactas y el color necesario. Para leerlos despacio y en silencio.