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El Capitalismo como religión - Walter Benjamin

Publicado el 19 septiembre 2019 por Matapuces
                               Unas palabras previas

El fragmento Kapitalismus als Religion (El Capitalismo como Religión), inacabado e inédito en vida de Benjamin, es uno de los textos más herméticos de un autor ya de por sí esotérico. Fue escrito hacia 1921, muy influido por la lectura del libro Thomas Müntzer, teólogo de la revolución de su amigo Ernst Bloch y por las ideas del anarquista Gustav Landauer y, en cierta medida, en confrontación con alguna de las tesis de La ética protestante y el espíritu del Capitalismo de Max Weber. Pero más allá de la influencia que algunas lecturas pudieron tener a la hora de elaborar estas notas dispersas y fragmentarias, lo que nos interesa destacar de este texto es su carácter anticipatorio y radical. Benjamin, a contracorriente de la escuela marxista, apunta una crítica que quizás solo décadas después se nos revela en toda su radicalidad. Para Benjamin, el Capitalismo es el culto más extremo que haya existido. Las prácticas capitalistas, por encima de su utilitarismo, son prácticas cultuales que dirigen las vidas de quienes están sometidos a su imperio sin condiciones ni responsabilidad. El Capitalismo es la religión más extrema, pues ha de 6 ser celebrada en todo momento y lugar, algo que en nuestra época ha alcanzado sus mayores cotas de sometimiento, cuando casi cada cosa y cada relación entre los seres y las cosas está mediado necesariamente por la forma-mercancía, cuando el agua, los cuidados, y hasta la felicidad responden ya a las exigencias del Capital. El término alemán schuld (que tiene el doble sigificado de «culpa» y «deuda»), es empleado en varias ocasiones por Benjamin. Un rasgo esencial del capitalismo es la culpabilización generalizada que introduce. En él no hay esperanza de redención, siempre hay una culpa y una deuda. Aquellos que no ganan el dinero suficiente (y ningún dinero es nunca suficiente) son (y se sienten) culpables por ello, y además están en deuda con la Economía, convertida en diosa triunfante que todo lo ve y lo juzga. Siempre hay que abarcar más, aspirar a más, producir más y ganar más. Ahí reside el carácter totalitario del Capitalismo, pero lejos de corresponder a un carácter meramente materialista y utilitarista, como querrían los marxistas, su verdadera esencia es fundamentalmente religiosa, y ahí eso permite en gran medida su apisonadora expansión alegre y universal. No hace falta la razón, solo la fe, una fe desesperada y suici- 7 da, una fe ciega en la propia marcha triunfante del Capital y del reino del consumo. Si no lo derribamos como el ídolo que es seremos todas sacrificadas en un Moloch final. En esta pequeña y modesta edición hemos decidido incluir el texto Fragmento teológico-político, escrito más o menos en la misma época en que Benjamin redactó El Capitalismo como Religión y en el que deja algunos apuntes sobre un mesianismo revolucionario que ha de apuntar a la ruptura del continuo histórico. Nada acontece, todo ha de suceder. Apuntad alto...

La Llama
                                         El Capitalismo como Religión



[Im Kapitalismus ist eine Religion zu erblicken...]7​ En el Capitalismo hay que ver una religión. Esto significa que el Capitalismo sirve esencialmente para satisfacer las mismas necesidades, tormentos o inquietudes a las que antaño daban respuesta las llamadas religiones.
Esa estructura religiosa del Capitalismo no es sólo similar a “una imagen de estilo religioso” (así pensaba Max Weber), sino “un fenómeno esencialmente religioso”. Pero si hoy intentáramos dar la prueba de esa estructura religiosa del Capitalismo, acabaríamos en el callejón sin salida de una polémica universal y desmesurada. No podemos abarcar la red en la que estamos; pero más tarde nos daremos cuenta.
No obstante, hoy ya es posible reconocer tres rasgos de esa estructura religiosa del Capitalismo:
a) En primer lugar el Capitalismo es una religión puramente de culto, quizá la más cúltica que ha existido nunca. No tiene una teología dogmática específica: en él todo cobra significado sólo a través de una referencia inmediata al culto. Desde esta óptica adquiere el utilitarismo toda su coloración religiosa.
b) Un segundo rasgo del Capitalismo relacionado también con esa concreción cultual, es la duración permanente del culto: el capitalismo es como la celebración de un culto “sans trêve et sans merci” (sin tregua y sin piedad). No hay en él “días laborables”, no hay un solo día que no sea “día de fiesta”, en el sentido terrible de una ceremonia sacra superdesarrollada: es como el despliegue máximo de aquello que se venera.
c) En tercer lugar, se trata de un culto culpabilizador. El Capitalismo es quizás el primer caso de un culto que no es expiatorio sino culpabilizador. A partir de aquí, este sistema religioso se ubica en la explosión de un movimiento monstruoso: una terrible conciencia de culpa/deuda (Schuld en alemán significa a la vez culpa y deuda) que no sabe liberarse, echa mano del culto no para expiar la culpa sino para hacerla universal, para grabarse en nuestra conciencia y, por último y ante todo, inmiscuir al mismo Dios en esa culpa para acabar interesándole en la expiación.
La expiación, por tanto, no hay que esperarla ni del mismo culto, ni de la reforma de esa religión (que siempre debe apoyarse en algo más seguro que ella) ni en la apostasía de ella. Más bien pertenece a la esencia de ese movimiento religioso que es el Capitalismo el aguantar hasta el final: hasta la completa culpabilización final de Dios, hasta la situación mundial de desesperación que ya hemos conseguido y en la cual todavía seguimos esperando.
Ahí reside lo históricamente inaudito del Capitalismo: que la religión ya no significa la reforma de la vida sino su destrucción, la desesperación se transforma así en el estado religioso del mundo, del cual hay que esperar la salvación. La trascendencia de Dios ha desaparecido, pero Dios no ha muerto sino que se ha incrustado en el destino humano. Todo este cruzar el planeta-hombre por la morada de la desesperación, con la soledad más absoluta en su camino, es una actitud que deriva de Nietzsche: ese hombre es el superhombre, el primero que conoce la religión capitalista y comienza a practicarla.
Un cuarto rasgo es que el Dios (del capitalismo) debe quedar escondido. Sólo puede ser invocado en el zenit de su culpabilización. El culto es celebrado por una divinidad inexperta; y cada pensamiento o cada representación de ella, destroza el misterio de su madurez. También la teoría de Freud tiene que ver con el señorío clerical de ese culto. Lo reprimido, la representación pecaminosa y condenada es con mucho la analogía más luminosa del Capital que cobra intereses del infierno del inconsciente.
La forma del pensamiento religioso capitalista se encuentra (también) magníficamente expresada en la filosofía de Nietzsche. La idea del superhombre empuja el salto apocalíptico no hacia la conversión, la expiación, purificación o penitencia, sino hacia un crecimiento constante que en sus últimos tramos se vuelve explosivo y discontinuo. Por eso, crecimiento y desarrollo resultan inconciliables (en el sentido del adagio “Natura non facit saltus”): el superhombre es el hombre histórico, construido sin arrepentimiento y que atraviesa el cielo. Esa destrucción del cielo por el crecimiento de la capacidad dominadora del hombre, ya fue juzgada por Nietzsche como una culpabilización (deuda) religiosa; y sigue siendo eso.
Y algo parecido en Marx: ese capitalismo incapaz de convertirse, se transforma en socialismo a través de los intereses simples y compuestos, que son una función de la deuda/culpa (¡atención a la ambigüedad demoníaca de este concepto!)2
El capitalismo es una religión del mero culto, sin dogma. El capitalismo se ha desarrollado en Occidente –como se puede demostrar no sólo en el calvinismo, sino en el resto de las orientaciones cristianas ortodoxas- parasitariamente respecto del cristianismo de modo tal que, al final, su historia es en lo esencial la de su parásito, el capitalismo. -Comparación entre las imágenes de los santos de las distintas religiones, por un lado, y los billetes de los distintos Estados, por otro- El espíritu que se expresa en la ornamentación de los billetes.8
Las preocupaciones: una enfermedad del espíritu que es propia de la época capitalista. Situación espiritual (no material) sin salida que (deviene) en pobreza, vagabundeo, mendicidad, monacato de la vagancia. Una situación así, que carece de salida, es culpabilizante. Las “preocupaciones” son el índice de la consciencia de culpabilidad de la situación sin salida. Las "preocupaciones" nacen por el miedo de que no haya salida, no material e individual, sino, comunitaria.
En tiempos de la Reforma el cristianismo no favoreció el advenimiento del capitalismo, sino que se transformó en él. Metódicamente habría que investigar, en primer lugar, qué vinculos estableció en cada momento el dinero con el mito, hasta que pudo atraerse hacia sí, tantos elementos míticos del cristianismo para constituir ya, el propio mito.
El precio de la sangre. Thesaurus de las buenas obras. El salario que se le debe al sacerdote. Pluto como dios de la riqueza.
Vínculo del dogma de la naturaleza resolutoria del saber y el capitalismo -propiedad para nosotros que lo hace, a la vez, redentor y verdugo-: el balance como saber redentor y destructor.
Contribuye al conocimiento del capitalismo como una religión el hacer presente que, originalmente, el paganismo originario concebía la religión, no como un “elevado interés moral” "superior", sino, como el más inmediatamente práctico. En otras palabras, el paganismo fue tan poco consciente, como el capitalismo actual, de su naturaleza “ideal”, “trascendente”, y la comunidad pagana consideraban a los individuos irreligiosos o heterodoxos de su comunidad como incapaces, igual que la burguesía actual considera a sus miembros no productivos.
Para el filósofo italiano Giorgio Agamben la hipótesis de Walter Benjamin es clara: el capitalismo no es otra cosas que una verdadera religión, la más feroz e implacable que haya existido nunca, ya que no conoce redención ni tampoco tregua, es una religión dogmática en extremo. El sector financiero, la banca, que habría ocupado el lugar dejado por las Iglesias tradicionales y sus sacerdotes, gobierna el crédito por lo que manipula y gestiona es la fe y la confianza. Esa manipulación se lleva a cabo de forma irresponsable y sin escrúpulos, obteniendo dinero de la confianza y esperanza de los seres humanos, estableciendo el crédito del que cada uno puede gozar y el precio que debe pagar por él llegando incluso a imponer el crédito de los estados, que, según Agamben, han abdicado dócilmente de su soberanía. El crédito gobierna el mundo y el futuro de los hombres, un futuro que la crisis hace más corto y decadente. La política habría quedado subyugada por el poder financiero que habría secuestrado por completo la fe y el futuro, el tiempo y la esperanza. En esta situación nuestra sociedad, en teoría laica, estaría sirviendo a la más oscura e irracional de las religiones, el capitalismo.311 En palabras de Giorgio Agamben:

...el capitalismo es una religión basada enteramente en la fe, una religión cuyos seguidores viven 'sola fide' (sólo por medio de la fe). Y como, según Benjamin, el capitalismo es una religión en la que el culto se ha emancipado de todo objeto y la culpa de todo pecado y, por lo tanto, de toda posible redención, así, desde el punto de vista de la fe, el capitalismo no tiene objeto: cree en el hecho puro de creer, en el puro crédito (believes in pure belief), es decir: en el dinero. El capitalismo es, por ello, una religión en la cual la fe –el crédito– ha sustituido a Dios. En otras palabras, en tanto que la forma pura del crédito es dinero, es una religión cuyo dios es el dinero.3

El filósofo Byung-Chul Han14​ es contrario a la tesis principal del artículo de Benjamin -el capitalismo es una religión-, ya que según este autor una religión que no incluye el perdón, la expiación y la liberación no es una religión y el capitalismo y su expresión neoliberal no incluyen el perdón y por tanto la cancelación de la deuda, el desendeudamiento o condonación:
El régimen neoliberal esconde una estructura coactiva tras la aparente libertad del individuo, que ya no se entiende como sujeto sometido ('subjetc to'), sino como desarrollo de un proyecto. Ahí está su ardid. Quien fracasa es, además, culpable y lleva consigo esta culpa dondequiera que vaya. No hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso. Tampoco hay posibilidad alguna de excusa y expiación. Con ello surge no solo la crisis de culpa, sino también la de gratificación.

Tanto el desendeudamiento como la gratificación presuponen la instancia del otro. La falta de vinculación al otro es la condición trascendental de posibilidad para la crisis de gratificación y de deudas. Esta crisis pone de manifiesto que el capitalismo, frente a la suposición ampliamente difundida (por ejemplo, por Walter Benjamin), no es ninguna religión, pues toda religión maneja categorías de deuda (culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es 'solamente endeudador'. No dispone de ninguna posibilidad de expiación que libere al deudor de su deuda. La imposibilidad del desendeudamiento y de la expiación es responsable también de la depresión del sujeto del rendimiento. La depresión, junto el síndrome de agotamiento, representan un fracaso insalvable en el poder, es decir, una insolvencia física. Insolvencia significa, al pie de la letra, la imposibilidad de compensar (solvere) la deuda.

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