Revista Europa
Si hablamos de carnavales europeos, probablemente la imagen que venga inevitablemente a nuestra mente será la del Carnaval de Venecia. Debo decir que el Carnaval veneciano no es un carnaval, es El Carnaval por excelencia. Parte de su magia radica en la ciudad donde transcurre, un sitio misterioso y mágico donde cada callejuela tiene alguna historia escondida, o al menos eso nos parece cuando caminamos entre sus edificios y casas de cientos de años.
Se dice que esta fiesta surge alrededor del siglo XVII, cuando la nobleza comenzó a mezclarse con el pueblo para disfrutar de las fiestas del vulgo sin ser reconocidos. Entonces un disfraz les permitía pasar desapercibidos. Así, los trajes típicos de la realeza de aquella época se han mantenido hasta la actualidad por lo cual en las calles pululan los sombreros de tres puntas, los vestidos de seda y mucha distinción. Por supuesto, con el paso del tiempo a los originales colores negros se le ha ido sumando una paleta muy variada que regala a la vista un cuadro fabuloso, explosión de colores, creatividad y belleza.
La mayor vida del carnaval se halla en Plaza San Marcos, de por sí bastante impresionante por sus construcciones y sus emblemáticos leones de oro. Allí se realiza una suerte de pasarela de disfraces mientras que algunos muñecos inmensos y mitológicos animan el estrado. Es importante estar atentos para avanzar a ocupar un espacio en el momento preciso, de lo contrario, muy poco se podrá ver entre los miles de personas que se agolpan para las festividades.
La cantidad de personas que pululan en la zona carnavalesca es realmente impresionante. Desde que pones un pie en tierra toca acomodarse al andar lento de la multitud, solo adentrándose en las callejuelas laterales es posible hallar un tanto de tranquilidad y espacio; a la par de ofertas gastronómicas un tanto más económicas que aquellas que pueden degustarse en pleno carnaval. Lejos del barullo también se puede disfrutar con tranquilidad de los puentecillos sobre las aguas y de las góndolas que se mueven entre los canales.
El mejor consejo para quienes quieran disfrutar de una Venecia semitranquila es ir unos días antes de los carnavales, así se podrá admirar realmente su arquitectura (como nota distintiva les adelanto que también allí existe una torre inclinada, solo que ésta se encuentra escondida en una vieja iglesia cercana a la Plaza San Marcos por lo cual solo unos pocos se percatan).
Aunque como siempre he pensado, una imagen vale más que mil palabras así que les dejo algunas de las fotos del evento:
Se dice que esta fiesta surge alrededor del siglo XVII, cuando la nobleza comenzó a mezclarse con el pueblo para disfrutar de las fiestas del vulgo sin ser reconocidos. Entonces un disfraz les permitía pasar desapercibidos. Así, los trajes típicos de la realeza de aquella época se han mantenido hasta la actualidad por lo cual en las calles pululan los sombreros de tres puntas, los vestidos de seda y mucha distinción. Por supuesto, con el paso del tiempo a los originales colores negros se le ha ido sumando una paleta muy variada que regala a la vista un cuadro fabuloso, explosión de colores, creatividad y belleza.
La mayor vida del carnaval se halla en Plaza San Marcos, de por sí bastante impresionante por sus construcciones y sus emblemáticos leones de oro. Allí se realiza una suerte de pasarela de disfraces mientras que algunos muñecos inmensos y mitológicos animan el estrado. Es importante estar atentos para avanzar a ocupar un espacio en el momento preciso, de lo contrario, muy poco se podrá ver entre los miles de personas que se agolpan para las festividades.
La cantidad de personas que pululan en la zona carnavalesca es realmente impresionante. Desde que pones un pie en tierra toca acomodarse al andar lento de la multitud, solo adentrándose en las callejuelas laterales es posible hallar un tanto de tranquilidad y espacio; a la par de ofertas gastronómicas un tanto más económicas que aquellas que pueden degustarse en pleno carnaval. Lejos del barullo también se puede disfrutar con tranquilidad de los puentecillos sobre las aguas y de las góndolas que se mueven entre los canales.
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