Lo cierto es que este homenaje a su figura no ha podido ser todo lo satisfactorio que se hubiera podido esperar, ya que el joven y debutante director Pablo Viar ha optado en su propuesta escénica por una mayor agilidad y dinamización del libreto original de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, hasta el punto de ser recortado en su mayor parte en los dos últimos actos, donde en ocasiones los números musicales se suceden consecutivamente sin mediación de partes habladas entre ellos. El resultado general se reduce a hora y tres cuartos sin pausa alguna entre el segundo y el tercer actos, y con la impresión en el espectador de que los perfiles psicológicos de los personajes, especialmente los secundarios y netamente hablados, no han sido desarrollados todo lo que debieran desde el punto de vista eminentemente hablado.
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