Una investigación, publicada en la revista Child Development , mostro una mayor actividad en ciertas regiones del cerebro de los niños que experimentan castigo corporal. El grupo descubrió que los niños que habían sido azotados tenían una mayor respuesta neuronal en múltiples regiones de la corteza prefrontal (PFC), incluso en regiones que forman parte de la red de prominencia. Estas áreas del cerebro responden a señales del entorno que tienden a tener consecuencias, como una amenaza y pueden afectar la toma de decisiones y el procesamiento de las situaciones.
Los investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, analizaron niños que habían sido castigados corporalmente. A cada uno le realizaron una resonancia magnética mientras miraban una pantalla de computadora en la que se mostraban diferentes imágenes de actores haciendo caras temerosas y neutrales. Un escáner capturó la actividad cerebral del niño en respuesta a cada tipo de rostro, y esas imágenes se analizaron para determinar si los rostros provocaban diferentes patrones de actividad cerebral en los niños que recibieron azotes en comparación con los que no.
En promedio, en toda la muestra, los rostros temerosos provocaron una mayor activación que los rostros neutrales en muchas regiones del cerebro y los niños que recibieron azotes demostraron una mayor activación en múltiples regiones de PFC a los rostros temerosos en relación con los rostros neutrales que los niños que nunca fueron azotado. Por el contrario, no hubo regiones del cerebro en las que la activación de rostros temerosos en relación con los rostros neutrales difiriera entre los niños que fueron abusados y los niños que recibieron azotes.
Este estudio es un primer paso hacia un mayor análisis interdisciplinario de los posibles efectos del castigo corporal en el desarrollo cerebral y las experiencias vividas de los niños. Sin embargo, estos hallazgos no son aplicables a la vida individual de cada niño, pero pueda alentar a las familias a no usar esta estrategia y que puedan abrir los ojos a las posibles consecuencias negativas del castigo corporal en formas en las que no habían pensado antes.