Revista Historia

El castillo de Cornellà, la curiosidad de un desconocido castillo urbano

Por Ireneu @ireneuc

El continuo urbano que comunica sin solución de continuidad Barcelona con el río Llobregat, no ha sido una zona demasiado propicia para que los pueblos que rodean la capital hayan podido conservar su patrimonio histórico, más bien al contrario. El crecimiento urbanístico auténticamente desquiciado desde mediados de los años 60 del siglo XX y la falta absoluta de sensibilidad de las administraciones lo ha impedido repetida y continuamente (las locales, las primeras, para qué nos vamos a engañar, ver El Castillo de Bellvís o la indignante precariedad de un patrimonio románico). Sin embargo, Cornellà de Llobregat ha tenido suerte y, en medio de la impersonal urbe metropolitana, y pese a todas las vicisitudes históricas, esta población del Baix Llobregat ha tenido la suerte de preservar un auténtico y legítimo castillo medieval de época gótica.

Bien comunicado con Barcelona, ya sea con bus, metro, tren, carrilet, tranvía o borrico sandunguero, el barrio del Centre, como núcleo más antiguo de Cornellà, es el lugar donde se encuentra este excepcional castillo. Un castillo que, escondido hoy en día entre las edificaciones modernas, está ubicado sobre una pequeña colina de 25 m de altura que, años ha, le permitía la visión íntegra de esta parte del delta del Llobregat, así como que lo protegía de las periódicas y peligrosas avenidas del río ( ver La Marrada, el meandro olvidado de Cornellà-El Prat).


El castillo de Cornellà está formado por un cuerpo de planta cuadrangular que, con cuatro torres cuadradas en las esquinas, se estructura en torno a un patio de armas interior. Construido con sillares de piedra de tamaños irregulares -pero escuadrados- y paredes de tapia, esta fortificación transformada posteriormente en masía agrícola de planta baja y dos pisos, destaca por sus ventanas geminadas típicamente góticas y los arcos ojivales de las diversas estancias interiores. El edificio, conocido también como " Castell del Borni" (Castillo del Tuerto, en catalán, porque a principios del siglo XX, una parte del castillo estuvo alquilada a un inquilino que era tuerto), es visitable en tanto que es un espacio público donde se ubican diversas dependencias municipales y su historia retrocede hasta, como mínimo, la época de la dominación musulmana (siglos IX-X), cuando el río Llobregat hacía de frontera entre los reinos cristianos y los sarracenos de Al-Ándalus.


Si bien en documentos del año 1067 se menciona la existencia de una torre de defensa en el lugar conocido como Cornelianus (nombre antiguo de Cornellà), el castillo no se menciona con certeza hasta 1308, siendo su propietario Berenguer de Mallol, almirante de la flota del rey Pere el Gran y uno de los conquistadores de la isla de Menorca a los musulmanes. Pasado el tiempo, el castillo de Cornellà cambia de manos y es incautado a Joan de Ribes por la Generalitat en 1467 durante la Guerra Civil catalana (1462-1472), y que una vez terminada es devuelta la propiedad a los Ribes. Adriana de Ribes, posteriormente, lo restaura y lo convierte en casa-palacio, momento que aprovechará para añadir las ventanas góticas que han llegado hasta hoy. Sin embargo, a finales del siglo XVI, la propiedad, que contaba con una gran cantidad de tierras de cultivo, estaba arruinada debido a los estragos producidos por las inundaciones del río Llobregat ( ver Un iceberg llamado ermita de Bellvitge).


En 1666, el castillo pasa a manos de Baltasar de Oriol i Marcet y, ya perdida su función militar, la convierte en casa de payés, añadiendo durante el siglo XVIII el segundo piso, la galería, un silo y una almazara de aceite. Sin embargo, la fortaleza cae en un profundo declive del que no sale a pesar de que en 1889 es adquirido por el político y jurista Melchor Ferrer i de Bruguera como parte del nuevo marquesado de Cornellà. Embargado judicialmente por deudas a principios del siglo XX, las tierras son divididas y vendidas a pequeños propietarios, mientras que el edificio del castillo pasa a manos del antiguo aparcero (masover) de la finca.


En 1992 el castillo pasa a ser propiedad del Ayuntamiento de Cornellà quien inicia un profundo trabajo de restauración y rehabilitación que duran hasta el año 2000, siendo inaugurado como equipamiento municipal el 5 de mayo de ese mismo año.


Actualmente, el Castell de Cornellà acoge el Archivo Histórico Municipal, a la vez que dispone de varias salas de exposiciones y su patio se utiliza para actos culturales y conciertos. Todo ello hace de esta antigua fortaleza, una de las joyas patrimoniales más importantes y queridas de los vecinos y vecinas de Cornellà de Llobregat.

* ¡Ojito con no pagar a las brujas!

Cuenta la leyenda que, durante la época musulmana, uno de los guardias de la guarnición del castillo de Cornellà, se enamoró locamente de la hija del rey moro que en él vivía. Como la diferencia de clase entre la joven princesa y el guardia era tan grande, las posibilidades de casarse con ella eran muy escasas, por lo que, desesperado de amor, buscó a unas brujas para que le ayudaran a conseguirla. Las brujas decidieron echarle una mano a cambio de que, cuando se casara con ella y se convirtiera en rey, les llenase sus sombreros con oro. El guardia, gracias a los hechizos de las brujas, se casó y se convirtió en rey, pero el antiguo guarda era más agarrado que un chotis y cuando las brujas fueron a cobrar, se encontraron que ponía todo tipo de disculpas para no pagarles. Las brujas, hartas de que pusiera tantas excusas para darles el oro, se lo cargaron, y su alma, llevada por el diablo, fue maldecida y condenada a vagar cada noche sacando fuego por la boca, por las estancias y los alrededores el castillo para siempre.


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