El Castillo de los Búhos
Ryōtarō Shiba
Editorial: Quaterni Editorial
Traducción: Ismael Funes y Bárbara Pesquer
Ilustración: Manuel Dombidau
Primera edición: diciembre de 2014
Número de páginas: 374
Precio: 20,50 euros
ISBN: 978-84-941802-7-9
Formato: 16 x 23 cm.
Presentación: Tapa blanda con sobrecubierta
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Novela ganadora del premio Naoki 1960
Texto de contraportada:
Después de pasar diez años recluido en un templo en las montañas, Jūzō, un mortífero ninja, recibe la orden de realizar un último trabajo: asesinar al hombre más poderoso del país, el Taiko Toyotomi Hideyoshi. Para lograrlo deberá infiltrarse en la inexpugnable fortaleza que Hideyoshi acaba de construirse: el castillo de Fushimi.
A su regreso a Kyōto, la capital del imperio, reunirá de nuevo a sus antiguos compañeros, supervivientes de la masacre de Iga que como él están viviendo ocultos, para que lo ayuden en su misión. El clima en la capital es muy tenso, las intrigas políticas están a la orden del día y nada es lo que parece, motivo por el que no podrá confiar en nadie para elaborar el plan que le permita llevar a buen término su misión.
Además, para alcanzar su objetivo, Jūzō deberá sortear dos obstáculos casi insalvables: Gohei, su inseparable amigo de la infancia, que al servicio del shōgun tiene la orden de capturar a los conspiradores; y Kohagi, una mujer ninja cuyas verdaderas intenciones desconoce.
Comienza así una historia de amistad, compañerismo, amor, pasión, honor y combates a muerte; una novela épica que gustará tanto a los aficionados a la historia como a los fans de las novelas de aventuras.
Reseña de Jack Moreno:
El anciano maestro ninja Jirōzaemon encomienda a su discípulo Jūzō averiguar el paradero de Kazama Gohei, prometido de su hija Kisaru. La desaparición de Gohei preocupa a Jirōzaemon ya que intuye una posible traición por parte de su futuro yerno.
Ryōtarō Shiba inicia esta magnífica novela describiendo con gran detenimiento la vida espartana de los ninja, su honor y sus tremendos actos de sacrificio personal en señal de respeto absoluto al clan. Además de sus conocidas técnicas marciales, el relato se detiene en varias ocasiones para recrearse en la habilidad del ninja para fundirse con la naturaleza y predecir sus cambios a partir de pequeñas señales. A lo largo de las páginas de El Castillo de los Búhos, el autor se esfuerza en dejar bien claro las diferencias entre un soldado mercenario, un samurai y un ninja (que no es vasallo de nadie), algo no siempre claro para el lector occidental.
La acción discurre en un marco histórico de guerras internas entre diferentes clanes y provincias a lo largo del siglo dieciséis, y que tendrá como final la configuración del actual Japón. De esta forma, sabemos que la provincia de Iga ha quedado arrasada tras la guerra, en 1581, y sus ninja derrotados, desperdigados y ocultos a lo largo de varias zonas rurales aisladas, en donde sobreviven trabajando en el campo y cometiendo pequeños hurtos. Y como no puede ser de otra forma, en ellos aparece el deseo de venganza contra el general Nobunaga, primer gran daimyō unificador de Japón, responsable de la destrucción de sus hogares en Iga.
Jūzō y su compañero Kuroami reciben el cometido del maestro Jirōzaemon de marchar a la capital con la misión de encontrar a Kazama Gohei y asesinar a Hideyoshi, sucesor de Nobunaga. Un encargo que estaría patrocinado por el rico comerciante Sokyu, un empresario caído en desgracia con el nombramiento de Hideyoshi como segundo gran daimyō. Durante su periplo, Jūzō se encuentra con Kohagi, una mujer ninja por la que se siente atraído pero a la que teme y trata de evitar.
Shiba acierta al acompañar toda la narración del peligroso viaje de Jūzō junto al recuerdo hacia las viejas tradiciones japonesas y su milenaria cultura, además de tratar el dilema interno del ninja, enfrentado a una nueva situación que le es desconocida y adversa: la paz. Una mala época para estos guerreros, que viven de los enfrentamientos y las luchas, y que ahora observan impotentes como el conflicto bélico ha escapado del país buscando nuevas tierras que conquistar y otros enemigos a los que combatir.
Los personajes ninja de la novela muestran sus debilidades humanas enfrentadas a la rectitud de sus preceptos y códigos internos, férreos dogmas que no pueden caer rendidos ante algo tan banal como los sentimientos, el deseo carnal o el amor. También los deseos de venganza de Jūzō quedan congelados al encontrarse Hideyoshi ausente, de viaje en el extranjero preparando la campaña de invasión de Corea. Este impasse es aprovechado por Jūzō y Gohei para medir sus fuerzas, investigar el entorno del daimyō y reunir toda la información posible para el asalto al castillo del militar, una fortaleza muy vigilada y de acceso casi imposible.
La novela resulta un tanto maniquea al cargar sobre el personaje de Gohei todo lo que supone de negativo y de contrario a un ninja —la traición al clan, el deshonor al código, la envidia y la ambición desmedida— frente al virtuosismo inquebrantable de Jūzō y Kuroami, verdaderos guardianes de la nobleza, la lealtad y la piedad.
Los diálogos son una delicia. Shiba despliega toda sus facultades como narrador al hacer hincapié en mostrar la inteligencia de los personajes, su serenidad, sus razonamientos y deducciones pausadas a partir de los cambios en el entorno y los actos del enemigo. El gran valor de la novela radica en lo bien logrado que está la personificación de la filosofía y el proceder ninja.
Por El castillo de los Búhos desfilan la conspiración, la venganza, la intriga política y los grandes, fugaces y elegantes combates ninja, desplegando sobre el papel un sinfín de sus famosas armas y herramientas y que la editorial Quaterni ha tenido a bien reseñar en la introducción de la obra con un pequeña reproducción gráfica de cada una de ellas junto a una breve descripción. Un detalle que se agradece.
Vale la pena acercarse al lejano Oriente de la mano de Ryōtarō Shiba y la maravillosa El Castillo de los Búhos, la novela de ninja más famosa de Japón.
Buen trabajo de Ismael Funes Aguilera y Bárbara Pesquer Isasi en la traducción de libro, dada la dificultad añadida de verter al castellano el estilo narrativo japonés, adecuándolo a la cultura del público receptor.