Víctor Alvarado (publicado en el Diario Ya)
El castor (2011) guarda ciertos paralelismos con la trayectoria del actor que lo interpreta. Sin embargo, no se trata de la típica interpretación de uno mismo como ocurría en el Luchador (2008), donde aparecía Mickey Rourke, puesto que la actuación de Mel Gibson está repleta de matices, reflejando dos personalidades distintas con una naturalidad pasmosa.
La película versa sobre la vida de un empresario de éxito, que se encuentra sumido en una depresión, que afecta seriamente a la convivencia familiar y, más concretamente, a la relación con su esposa. Esta mujer tomará la drástica decisión de separarse de su marido porque se encuentra desbordada por la situación, pero todo cambiará cuando Walter utilice una marioneta de peluche como terapia, que le ayudará a superar su bache personal
La dirección corresponde a Jodie Foster, una actriz convertida en cineasta, al igual que su compañero de reparto, que nos sorprendió tanto en su labor como actor en Conspiración, por poner un ejemplo, como realizador [ Apocalypto (2006), Braveheart (1995) o La pasión de Cristo (2004)], aunque la Foster no se queda corta, pues ha conseguido dos estatuillas en dos soberbias interpretaciones, una de ellas con tan sólo 14 años por Acusados (1988), siendo El castor (2011) su tercera cinta a los mandos del timón.
Esta mujer de cine logra sacar el máximo producto de su buen amigo Mel Gibson del que declaró a Hollywood Reporter lo siguiente: “Es un hombre increíblemente sensible y cariñoso. Desde luego no es un santo, pero desde el día que lo conocí supe que le amaría durante el resto de mi vida. Cuando quieres a alguien no te alejas de esa persona si tiene problemas”. Se trata de dos personas de creencias e ideologías diferentes que intentan fijarse más en lo que nos une que en lo que nos separa.
Por otro lado, Jodie Foster se implica muchísimo en su trabajo y nos ha contado con solvencia, apoyándose en un guión de Kyle Killen, una historia, que no es totalmente original, pues recuerda, en su planeamiento, a una popular comedia de situación americana, con peluche en categoría de estrella, que fue emitida en la segunda cadena española, pero llevada, en este caso, al terreno de la depresión.
La cinta narra las distintas etapas por las que puede pasar una persona con dicha enfermedad. La mascota que le acompaña representa algo a lo que nos agarramos en una situación de desesperación y que se puede acabar convirtiendo en un arma de doble filo. Esta producción nos parece un canto a la familia, pero sin caer en falsos idealismos. Por esa razón, vemos que el hijo mayor no quiere parecerse a su padre, no haciéndole aprecio hasta que se pone en el lugar de lo que le sucede a su padre, con lo que nos parece que la realizadora ha querido expresar el distanciamiento de los hijos en la adolescencia, que tardan en comprender la importancia y la entrega de los padres en el desarrollo de sus vidas y en lo que han hecho por ellos. Por otra parte, el niño pequeño nos explica el estado de confusión que se genera en los hijos cuando surgen conflictos familiares.
Entre los defectos de este largometraje creemos que la historia de amor adolescente está metida con calzador, aunque se ha querido introducir un ápice de esperanza. Para ello, se ha recurrido a una magnifica actriz como Jennifer Lawrence, que fue nominada a los Óscar por Winters Bone. De todas formas, la cinta no es complaciente con respecto a la enfermedad, pero se sobreentiende que existen soluciones y que es posible el resurgir de las cenizas.
Por último, nos quedamos con una cita de la cineasta que define parte de su personalidad:”Tom Cruise aspiraba a tener su propio avión y 1.000 millones para pensar formas de gastárselos. Yo solo me planteo cómo tener 100 millones para no gastármelos”.