El jefe de los obispos españoles, el cardenal Rouco Varela, cercano al Partido Popular porque alberga muchos católicos nominales, debería pensar que quien mejor representa sus creencias es el PSOE, con un Rubalcaba más católico que Mariano Rajoy.
Realmente, Rajoy es protestante según Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1905), que definía a los países de esa creencia, especialmente los calvinistas, como lugares de trabajadores sacrificados, individualistas y compasivos, y a los católicos como contemplativos, colectivistas generosos, y solidarios.
La prueba está en la tarjeta sanitaria que le denegará el PP a los inmigrantes indocumentados en España, que sólo tendrán el derecho de ser atendidos de urgencia.
El PSOE exige que todos los contribuyentes españoles paguen la curación total de quien nada ha aportado a la caja común tras saltarse la frontera ilegalmente.
La tesis protestante que sigue Mariano Rajoy es que tras la atención urgente, la caridad social --las oenegés o el amor cristiano--, pueden concluir el tratamiento con solidaridad laica voluntaria, o con compasión y piedad religiosa.
Fíjese, monseñor Rouco: Zapatero y Rubalcaba, en su infinita bondad sorbida en los colegios católicos donde estudiaron, exigen que obedezcamos el llamamiento de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados (agotados y enfermos), y yo os haré descansar”, Mateo 11:28.
Y, claro, vienen en masa, mientras la derecha protesta porque cree que sólo deben ser para los españoles los implantes, trasplantes y las costosas operaciones que tanto turismo sanitario, pobre y rico, ha traído a España, y que contribuye a hundir el sistema.
Créalo, monseñor Rouco, España sigue siendo católica gracias a la izquierda, dadivosa de lo ajeno y manirrota, mientras la derecha, exigiéndonos sacrificios laborales y económicos, imita a la ahorradora Merkel, que es una hereje luterana.
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SALAS