Revista Cine
Desde el prólogo, ubicado en Manchester en el neopleistoceno –a la hora del almuerzo, para ser más específicamente montypythonescos-, nos damos cuenta que estamos en las mejores manos posibles y que, por lo tanto, pasaremos hora y media de las más pura diversión.Se trata de El cavernícola (Early Man, GB-EU-Francia, 2018), el más reciente filme de la casa Aardman y tercer largometraje –aunque primero dirigido en solitario- del creador de Wallace y Gromit, Nick Park. En esos primeros minutos vemos que un día cualquiera de esos tiempos remotos es interrumpido por un meteorito que terminará acabando con todos los dinosaurios pero que, en contraste, le dará a los cavernícolas sobrevivientes un regalo del cielo: ¡el futbol!Muchos años después, los descendientes de esos primeros hombres sobreviven en un idílico valle cazando conejos maloras cuando son invadidos por un ejército superior que han dejado atrás la época de las cavernas para entrar a la era del bronce. Comandados por el sangronazo con acento francés –otra vez montypythonesco- Lord Nuth (voz original de Tom Hiddleston), estos maléficos imperialistas expulsan de sus tierras a los hombres de las cavernas. Sin embargo, el más inquieto de ellos, el siempre optimista Dug (voz original de Eddie Redmayne), encuentra la posibilidad de recuperar su terruño: retar a los hombres de bronce a un partido del citado juego sagrado –es decir, el fut-, de tal forma que el que gane, se quedará con las fértiles tierras del valle.La estructura narrativa es completamente previsible: ¿cuántas veces no hemos visto una película deportiva –sea de fut, beis o la disciplina que usted quiera- en la que un grupo de supuestos perdedores le terminan ganando a los invencibles campeones? Más allá de la historia, lo que resulta genuinamente disfrutable es, por un lado, la virtuosa sofisticación del trabajo de animación cuadro-por-cuadro de Park y compañía; y por el otro, el regocijante humor anárquico contenido en el argumento, escrito por Mark Burton y el propio cineasta.Así pues, a los inevitable guiños a la inolvidable teleserie animada Los Picapiedra (un escarabajo usado como rasuradora, unos mini-cocodrilos son ganchos de ropa) hay que sumarle algunos momentos de hilarante slapstick (la interminable caída desde la parte superior del estadio de fut), algunos delirantes gags que parecen no tener fin (la puerta que se cierra con una decena de seguros), la aparición de la nada de ¡¿un ganso gigante?!, el desternillante uso de una paloma mensajera y, finalmente, la cereza en el pastel: me refiero al digno remplazo de Gromit, el voluntarioso cochi-jabalí Hognob –o Cerdog- (gruñidos originales del propio director Park), la inseparable mascota de Dug y, sin lugar a dudas, el personaje más entrañable de todos los que vemos en pantalla.Un último detalle: como la película está centrada en “el juego enviado del cielo”, los aficionados al fut seguramente encontrarán multitud de detalles paródicos relacionados con el llamado “juego del hombre”. Sospecho que a unas semanas de que empiece el Mundial Rusia 2018, El cavernícola será la mejor película de futbol del año. No sé quién pueda ganarle a Park. Ni, mucho menos, a Cerdog.