Alrededor de 4,6 millones de personas padecen en nuestro país sensibilidad al gluten. Aunque comparten síntomas muy parecidos a los de la enfermedad celíaca, no poseen los anticuerpos específicos, lo que dificulta todavía más el diagnóstico.
Un cansancio extremo y un dolor que invadía todo el cuerpo protagonizaba el día a día de Anaís. «Con quince año dormía mucho, pero no descansaba e incluso los dolores iban a más, empezaron en los dedos de las manos y se extendieron a otras zonas del cuerpo, y no quería ni salir de casa. La pena es que me acostumbré a vivir así y, desgraciadamente, lo toleras. El problema es que la gente si te ve en esas circunstancias te tachan de vago y raro», relata.
Lo que Anaís no podía imaginar es que detrás de todas sus dolencias se escondía una sensibilidad al gluten, una patología con unos síntomas muy similares a los de la enfermedad celíaca, pero sin los anticuerpos específicos de la patología. De hecho, los afectados pueden no tener lesión en la mucosa intestinal o estar levemente dañada. En la actualidad, «el índice de prevalencia de las personas con sensibilidad al gluten es del diez por ciento en España, alrededor de 4,6 millones de posibles pacientes mucho más alto que el de los celíacos, que se sitúa en el uno por ciento», afirma Manuela Márquez, directora de la Asociación de Celíacos de Madrid.Desesperación
Las constantes visitas al médico y la falta de un diagnóstico claro conduce a la desesperación de los afectados. «Las analíticas eran aparentemente normales, pero cada vez las infecciones iban a más y, en definitiva, tenía muy mala salud», cuenta Anaís. Después de dar a luz a su hijo, a Anaís se le complicaron aún más los síntomas. «Los dolores que antes podía sobrellevar se convierten en algo terrible. Me dijeron que tenía fibromialgia, me diagnosticaron fatiga crónica e, incluso, me llegaron a decir que tenía lupus y que me iban a medicar», explica. Un caso similar es el de Elena Peña. Los insoportables dolores que padecía la llevaron «a estar de baja entre tres y cuatro meses. No podía cortar un filete con un cuchillo, tampoco abrir una botella de agua y me resultaba imposible calzarme», cuenta. Después de realizarle una biopsia, continúa Peña, «el resultado decía que era negativa con cambios inespecíficos. Cuando pregunté qué significaba, me dijeron que habían visto algo, pero que no tenía importancia». Finalmente, derivaron a Anaís al doctor Carlos Isasi, del Servicio de Reumatología del Hospital Puerta de Hierro de Madrid quien fue el que le diagnosticó la sensibilidad al gluten. «Cree que tienes esos dolores, sabe que no es tu estado habitual y que es anormal, pero va a buscar lo que tienes. Me descartó la fibromialgia y tras unas pruebas sencillas me dijo que, aunque no estaba dentro del patrón de enfermedad celíaca, sí doy unos indicadores relacionados con el gluten», asegura Anaís.
El simple hecho de eliminar el gluten de la dieta supuso el principio de una nueva vida para Elena y Anaís. «A la semana de retirarlo de mi dieta era otra. Antes me decían que tenía cara de sufrimiento y ahora me ven muy guapa e incluso me pongo tacones y antes era impensable», cuenta Elena. Lo mismo le sucedió a Anaís. «En cinco días noté el cambio. Siempre tenía frío, hasta el punto de dormir en verano con plumas y empecé a sentir el calor; a los siete días se me quitó el colon irritable, al mes gané energía y podía correr detrás de mi hijo y tenía ganas de hacer cosas y finalmente los dolores desaparecieron. Me convertí en una persona normal y me di cuenta de que no había que vivir con dolor». No obstante, Márquez advierte de que «nadie debe retirar el gluten de la dieta sin haber realizado antes las pruebas necesarias, ya que esto enmascaría la enfermedad subyacente con posibles consecuencias».Fuente: larazon.es