Revista Política

El Celler de Can Roca

Publicado el 15 marzo 2016 por Alejandropumarino

El Celler de Can Roca

Coral: en una cucharilla, ostra ying-yang sobre mar de salsa de ajo negro. Ceviche de dorada para iluminar (aún más) el plato…

El Celler de Can Roca

Salmonete marinado con kombu, espuma de higo chumbo, anémona, salicornia, lima y vinagre de katsuobushi.

Así se come en el considerado el mejor restaurante del mundo, El Celler de Can Roca, donde las reservas se hacen para el sábado… dentro de un año. Personalmente no me atrae en exceso la literatura que conforma el nombre de cada uno de los platos, de hecho, el vinagre de katsuobushi jamás falta en mi despensa; pero lo que me ocasiona un rechazo frontal es la cantidad ofrecida de cada una de las especialidades. Sé que son once platos, pero la realidad es que no pasan de once bocados, con lo que la “explosión” de sabores, dado el número de la oferta y la complejidad de cada creación, se convierten en un “potpourri” para olfato, gusto y tacto (referido a las texturas), capaz de enloquecer al comensal más experto.

Por otro lado, resulta imposible conocer si las creaciones del extraordinario “chef” están bien o mal elaboradas, pues en ningún otro restaurante del mundo, que yo sepa, se ofrecen estos platos. Una lubina a la espalda puede degustarse en miles de restaurantes y casas de comidas con menos pretensiones, a lo largo de esta vieja piel de toro, y ello permite al viajero comparar el pescado gallego con el valenciano y la elaboración vasca con la asturiana, por poner varios ejemplos. Difícil tenemos tal extremo con los restaurantes de “nueva expresión”, creador cada uno de sus muy particulares platos, que convierten en artistas a los cocineros. Dar de comer es una necesidad, convertirlo en arte es la evidencia de que tenemos todo lo necesario y hacemos del esnobismo una virtud.

P.D.: Para saber lo que era la salicornia tuve que mirar la Wikipedia.


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