Uno de los países más cuidadosos con su medio ambiente es Holanda, donde existe desde 2003 un cementerio nuclear como el que construirán en Villar de Cañas, Cuenca, población de 446 habitantes.
El holandés está en Borssele, 22.000 habitantes, donde además hay una central atómica. Y ello, en un país doce veces más pequeño que España, con 16,8 millones de habitantes y expuesto a los embates de la mar, más elevada que gran parte del territorio.
Media docena de pueblos españoles no elegidos protestan ahora porque querían el cementerio desde que el gobierno Zapatero anunció su construcción a finales de 2004.
El entonces primer ministro demoró la instalación, inocua y segura, por miedo a perder votos ecologistas e izquierdistas, siempre más radicales aquí que en la verdaderamente ecologista y progresista Holanda.
Quizás para demostrar que no era cobarde ni electoralista como su antecesor, y nada más tomar el poder, Mariano Rajoy decidió la sede del almacén, que ya en marcha le ahorrará a España los 60.000 euros diarios que paga por mantener los residuos nacionales en cementerios similares franceses.
Pero Maria Dolores de Cospedal, presidenta popular de Castilla-La Mancha, que expresó su alegría por esta decisión que enriquecerá a una zona de su Comunidad, debería sentirse avergonzada.
Hasta ser elegida el pasado mayo se oponía radicalmente a la obra, como hacían públicamente, aunque secretamente la solicitaban, los presidentes socialistas como su antecesor, Barreda, y en Cataluña, Montilla.
El resultado no es malo para el lugar elegido: 800 millones de euros de inversión, 12 millones anuales en subvenciones, y un parque de investigación anexo al cementerio.
Llegados aquí, queda manifiesta la rotunda hipocresía de los políticos, por la cobardía de unos y el falso ecologismo de otros, según gobiernen o estén en la oposición.
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