El cerebro de Einstein estuvo vagando por ahí durante casi cincuenta años. El de ese señor que dijo que "el verdadero signo de inteligencia no es el conocimiento, sino la imaginación". Hace poco intentaron dejar en entredicho sus cálculos imaginativos relativos a la velocidad de la luz. Estaban "loquitos" por demostrar que la imaginación de Einstein podía ser superada. Pero no. Esos que pretendían delegar la imaginación a un mero espectro de la capacidad de la definición de inteligencia, midieron mal los resultados. La velocidad de la luz sigue siendo como la había imaginado ese señor de pelos alborotados y canos. Muchos hubieran preferido que fuera encorbatado y "pelaíto" como dios manda. Pero dios no manda nada en esta historia. Cuando por fin llegó a estudio, los científicos creyeron que iban a encontrar un supercerebro o algo parecido, y únicamente encontraron un cerebro con algunas pequeñas anomalías que casi pasaron por una mera broma para los que buscaban respuesta sobre la cuestión de la genialidad. "No poseo ningún talento especial [...] -dijo no pocas veces-. Solo soy apasionadamente curioso." No obstante esos pequeños pliegues que no parecían estar como en los demás cerebro, abrió la puerta a nuevas ideas sobre la genialidad. Y es que la genialidad parece estar más relacionada con la capacidad de poder imaginar el futuro que con la erudición descomunal. Y creo que Einstein siempre había imaginado esa premisa.