Revista En Femenino

El cerebro de la madre

Por Mamiclic

El cerebro de la mujer, cuando se convierte en madre, se transforma. Si ya antes éramos multitarea, después de tener un hijo, esto ya es una evidencia.

Lo que antes se intuía, ya está siendo desde hace años investigado. Unos científicos descubrieron como el cerebro de la madre se encoge durante el embarazo, precisamente para prepararse a la nueva reestructuración necesaria que debe tener lugar para poder atender las demandas de la maternidad con éxito.

De hecho ya una periodista, llamada Katherine Ellison ganó un Pullitzer con su investigación acerca de si la maternidad nos hace más inteligentes “El cerebro de mamá. Como la maternidad nos hace más inteligentes”.

Resumiendo mucho, diría que los cambios son a varios niveles, y si nos fijamos en las madres de nuestro alrededor, en nosotras mismas, o incluso recordamos a nuestras madres y abuelas, esto es algo constatado, generación tras generación.

Estos cambios como dije son básicamente: mayor agudeza en los sentidos (las madres pasamos a estar muy alertas, escuchamos el llanto de nuestro bebé casi antes de empezar, el olor de su piel, todo se ve acentuado), somos mujeres multitarea (debido a que hay que llevar a cabo varias acciones y muchas de primera necesidad del bebé, de repente priorizamos, organizamos como nunca antes habíamos hecho), resistencia al estrés (se ha descubierto que durante el parto y después en la lactancia, el sistema neuroendocrino se pone en funcionamiento para generar prolactina y oxitocina que ayudan a mejorar los niveles de estrés), además de un aumento de la empatía, o dicho de otro modo se potencia la Inteligencia Emocional (la capacidad de ponernos en el lugar del bebé es asombrosa).

Dicho todo esto, me gustaría añadir ciertas cosas. Si bien todo esto es cierto, y cómo dije tenemos evidencia científica sobre ello, la vida que llevamos hoy en día, no nos deja realmente disfrutar e incluso darnos cuenta de este aumento de capacidades y habilidades.

Nuestro cerebro sabe lo que hay que hacer, desde miles de años lo viene haciendo. Pero ahora, tenemos que añadir ciertos condicionantes que antes no existían.

Por un lado trabajamos dentro y fuera de casa, sí. Porque lo de trabajar fuera de casa es un logro, pero sin dejar de atender la casa, con todo lo que conlleva, sólo hemos acumulado tareas en este sentido. Estamos solas, muy solas. Es cierto que podemos atender a nuestro bebé, alimentarle, etc…pero mientras que antes existía una red social y de apoyo muy importante (recordemos los pueblos, con toda la familia viviendo cerca), ahora sólo tenemos, como mucho a la pareja. Y a veces desde las 10 de la noche.

Sabemos que la lactancia es importante, pero muchas veces los problemas de lactancia no se resuelven por profesionales, y no sólo eso. Existen casos de mujeres, que  sienten que trabajar durante muchas horas fuera de casa, a las que se les hace complicado, y cuando algo suma preocupación en lugar de restar, es más fácil tirar la toalla. Sobre todo sin apoyo y comprensión social.

Por si todo esto fuera poco, el papel de la mujer/madre en la sociedad no está nada valorado. Es algo que se piensa que hay que hacer, porque hay que hacerlo. Que todas lo hacemos igual de bien, que es instintivo… Y en cierta manera lo es. Pero exige trabajo, esfuerzo, concienciación, apoyo y colaboración. Y cuando nada de esto ocurre, es difícil conseguir llegar al equilibrio que precisa esta tarea tan instintiva y frágil a la vez que es la maternidad.

Por este motivo, decidí escribir sobre el papel del cerebro. Importante. Muy importante. Pero también es importante darnos cuenta de que necesitaremos a veces descansar, aunque sea unos minutos, respirar, tomar conciencia de nuestro papel. Que la valoración social aquí es escasa (o nula), pero es el mayor proyecto que vamos a llevar a cabo en nuestra vida. Y que seamos también conscientes, de que si no llegamos a algo, pedir ayuda es el camino a seguir, a la familia, a una amiga. Para poder retomar de nuevo la conciencia plena de nuestro papel.


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