En general, se considera que "caer o entrar en trance" es un proceso psicológico por el cual un individuo alcanza un estado de conciencia alterado, y desconectado de lo que le rodea.
En muchas tradiciones religiosas, este estado se relaciona con la "iluminación espiritual". De hecho, los chamanes de todas las culturas se autoinducen estados de este tipo como una vía para alcanzar conocimiento.
Aunque este y otros procesos espirituales de la mente humana pueden parecer alejados de la ciencia, el caso es que de un tiempo a esta parte han ido cobrando un mayor interés científico, sobre todo desde el punto de vista de la neurología (la ciencia que estudia nuestro cerebro).
Así, ha surgido, por ejemplo, el campo de la neuroteología, rama de la neurología que, con las tecnologías más punteras de observación del cerebro, explora la actividad de este órgano cuando las personas hacen meditación o practican la oración.
También ha emergido en los últimos años el concepto de neuroespiritualidad, que hace referencia al hecho de que nuestro cerebro sea el que genera las experiencias espirituales, religiosas, numinosas, divinas o de trascendencia.
El cerebro en trance:En este terreno se enmarca una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad de Southampton (Reino Unido), de la Universidad de Queen (Canadá) y de la Universidad de Postdam (Alemania), entre otros centros. Sus resultados han aparecido publicados en la revista Cerebral Cortex , que edita la Oxford University Press.
En su estudio, los investigadores analizaron los cerebros de 15 chamanes a los que se intentó inducir un estado de trance con el sonido rítmico de unos tambores, ya que este tipo de sonidos es lo que a menudo usan los chamanes para tal fin.
En esta circunstancia, algunos chamanes entraron en estado de trance y otros no. A continuación, el cerebro de todos ellos fue analizado con exploraciones que duraron ocho minutos. En concreto, los científicos estudiaron la conectividad de las redes cerebrales de todos los participantes.
Tres regiones implicadas:Lo que se constató fue que el estado de trance estaba asociado con una mayor centralidad de vector propio (o mayor conectividad neural) en tres regiones concretas del cerebro: la corteza cingulada posterior (o PCC, que ha sido relacionada con la conciencia humana); el córtex del cíngulo anterior dorsal (que juega un rol en ciertas funciones cognitivas, como la empatía o las emociones), y la ínsula del lado izquierdo (de la ínsula se piensa que procesa la información convergente, para producir un contexto emocionalmente relevante para la experiencia sensorial).
El concepto de centralidad de vector propio -aplicado a cualquier red- es una medida de la influencia de un nodo en una red. Así, los nodos que poseen un valor alto de esta medida de centralidad están conectados a muchos nodos que a su vez están bien conectados. Por eso, los nodos son considerados buenos candidatos para difundir información, divulgar rumores o enfermedades, etc.
En el caso del cerebro, los nodos también constituyen puntos que concentran muchas conexiones neuronales. De hecho, la organización de estas conexiones se produce en nodos densos de interconexión, un tipo de arquitectura de red que, según propusieron Mario Senden, et al. en Neuroimage en 2014) resultaría crucial para la integración de diversas funciones cerebrales.
Una vía cerebral de conocimiento:Además de determinar un aumento de actividad cerebral en las tres regiones mencionadas, los investigadores encontraron que, en aquellos participantes que sí alcanzaron el estado de trance, se produjo una mayor coactivación entre todas esas regiones. Este hecho sugiere, señalan, que se produjo en ellos la ampliación de una corriente neural orientada internamente.
Por último, se constató que las áreas cerebrales vinculadas con la vía auditiva presentaban una conexión reducida, lo que posiblemente indique un desacoplamiento perceptual y la supresión de estímulos auditivos.
En resumen, escriben los investigadores, el trance parece involucrar a redes cerebrales específicas y coactivas, y desconectar el procesamiento sensorial. Esta reconfiguración de la red cerebral tendría como efecto un estado de pensamiento en el que pueden darse la integración y la comprensión, explican.
Otros hallazgos:La investigación de las experiencias religiosas y/o espirituales desde la neurología ha permitido revelar algunos datos interesantes en el pasado. Por ejemplo, estudios con monjes tibetanos y franciscanos, realizados con técnicas de neuroimagen , han revelado que la oración promueve el incremento del fluido sanguíneo en los lóbulos frontales del cerebro, y una disminución del flujo sanguíneo en los lóbulos parietales; y que la experiencia de trascendencia, provoca un alto grado de flujo sanguíneo en las áreas del cerebro relacionadas con la atención, pero un bajo grado de fluidos en la áreas neuronales que conectan la mente con el cuerpo.
También se han encontrado evidencias de que una hiperactividad de las estructuras del sistema límbico que se encuentran en el lóbulo temporal puede provocar conversiones religiosas súbitas o hiperreligiosidad, entre otros síntomas. Esto último se ha descubierto gracias al estudio de personas que padecen epilepsia del lóbulo temporal.